jueves, 17 de julio de 2008

El desafío cristiano en política está más vigente que nunca.


Documento entregado a la H. Senadora Soledad Alvear con moivo de la Junta Nacional 04 y 05 julio 2008.

“¿Qué podemos esperar? Es necesaria una autocrítica de la modernidad en diálogo con el cristianismo y su concepción de la esperanza. En este diálogo los cristianos tienen también que aprender de nuevo en qué consiste realmente su esperanza, qué tienen que ofrecer al mundo y qué es, por el contrario, lo que no pueden ofrecerle”Carta Encíclica Spe Salvi.Benedicto XVI

1.- Asumimos el cristianismo como una opción vital que emana de un Acontecimiento histórico y trascendente y que convoca a alcanzar la expresión más alta de su humanidad a todo el hombre y a todos los hombres.

En esta perspectiva la acción política no es otra cosa que una expresión de esa opción vital, llamada a ser respetable y respetada como cualquier otra expresión del compromiso cristiano.

Hoy podemos afirmar, sin lugar a dudas, siguiendo lo dicho por SS Pio XI, que la política es una de las formas más excelsas de la caridad cristiana. Recordando a Juan Pablo II, podemos decir que el nombre social que adopta la caridad es la solidaridad, valor permanente e irrenunciable para todo aquel que opta por hacer de la política parte fundamental de su compromiso vital con la construcción de una sociedad fiel a ese Acontecimiento que cambió el destino de la humanidad.

Por lo anterior, los que hoy día nos reunimos declaramos que queremos actuar como cristianos en política y no sólo como políticos cristianos. Para nosotros el ser cristianos constituye lo sustantivo y no lo adjetivo de nuestro quehacer cotidiano. El cristiano en política, como en todas las demás dimensiones de su vida, está desafiado permanentemente a dar razón de su esperanza.

Desde esta visión observamos que Chile vive en la actualidad una crisis política y social de difícil explicación, si consideramos los recursos existentes, la modernización que ha vivido el país en algunos de sus principales sectores, la disminución de los niveles de extrema pobreza y recuperación de la democracia lograda en 1990. Eso nos duele y nos preocupa.

Nosotros, militantes de un partido grande en la historia de Chile, gestor de los más importantes cambios sociales, políticos y culturales del siglo XX, participantes de la coalición política que gobierna la nación desde hace 18 años, estimamos que esta crisis debe ser asumida con seriedad y enfrentada con determinación. La crisis toca a los dos conglomerados políticos reconocidos por la democracia formal e imperfecta que vivimos, pero, lo peor, es que se profundiza con saña sobre nuestro partido, la Democracia Cristiana sin que sus actuales y principales dirigentes sean capaces de reconocerla y muchos menos de enfrentarla. Se debaten en un estilo político tradicional que pensamos tiene sus días terminados.

Nuestras raíces fundacionales las encontramos en un grupo de humanistas cristianos que optaron por el cambio y la innovación y así formaron la Falange: Leigthon, Frei, Reyes, Palma, Gumucio, Tomic, Valdés y otros tuvieron la entereza de atreverse a iniciar un camino de redención de los pobres y de promoción social, exponiéndose a ser minoría, pero con la certeza de estar haciendo política desde las fuentes cristianas. Hoy, nosotros asumimos un nuevo desafío que toma el cristianismo como una opción política vital, que emana de un Acontecimiento que convoca a alcanzar la expresión más alta de humanidad a todas las personas


2.- El cristiano está desafiado a dar razón de su esperanza, en la vida política, como en todas las otras dimensiones de su existencia, pues ella es la fuerza vital que lo proyecta hacia un camino de perfección permanente.

De ahí que la esperanza sea consustancial al compromiso cristiano y deba estar indisolublemente unida a la opción política.

La definición más apropiada de un cristiano en política es la de aquel que no se conforma con dejar el mundo tal como lo encontró, sino actuar durante su vida para mejorarlo y favorecer a las mayorías, especialmente las más pobres y marginadas.

Pero, para dar razón de esta esperanza y resultar creíble, el cristiano en política debe asumir su accionar con profundo sentido autocrítico respecto a la coherencia con ese compromiso.

Así ha sido nuestra historia, como también la de nuestra Patria. Encarnamos esperanza creíble con la Falange Nacional, que culmina con el proceso de cambios sustanciales impulsados y llevados a cabo en el gobierno de Eduardo Frei Montalva y encarnamos también una esperanza creíble, de recuperación y reconstrucción democrática que culminó con el gobierno de Patricio Aylwin Azócar.

3.- Hoy debemos afirmar que no estamos solo ante la presencia de una crisis en la política, sino de algo que tiene raíces más profundas; querámoslo o no, estamos en presencia de una crisis de civilización, que se expresa en profundas contradicciones: por una parte se fomenta el éxito como expresión sublime de la felicidad humana y por otra, como nunca en la historia, el miedo ha venido a compartir nuestra vida cotidiana; la sociedad de la información aspira a democratizar el conocimiento y como nunca antes se encuentra en crisis la credibilidad y la confianza; se dice que el desarrollo es un destino irreversible y sin embargo la realidad nos confronta a diario con nuestra circunstancias de vivir en una sociedad altamente vulnerable y llena de incertidumbres.

4. ¿En que nos hemos equivocado? ¿Cuando perdimos el rumbo señalado en nuestros principios fundacionales?

En nuestra opinión, la lógica de la civilización actual opera de una manera distinta a la que nosotros proponemos. Para el cristiano en política, los valores inspiran y permiten construir la realidad de acuerdo a la sociedad que queremos construir. Hoy, no obstante, la realidad cotidiana, por inhumana que sea y esté desprovista de esperanza, es la que rige nuestras vidas. A eso se le llama eufemísticamente, modernidad y traducido a la acción política, pragmatismo político. Es decir, el buen sentido de las experiencias y cuestiones humanas, queda supeditado al espíritu de la conveniencia del día a día, del pequeño proyecto tras otro proyecto, como cadena sin fin, aislados y sin contextos significativos que nos permitan dar razón a nuestra propia existencia personal y comunitaria.

Para ser creíbles en nuestro accionar político no podemos olvidar que todo proyecto político, social, económico y cultural implica una toma de posición sobre el destino del ser humano enraizado en su historia, en nuestra historia como país.

5.- Hoy en Chile, para los/las cristianos en política existe una opción clara: la de convocar y asumir la construcción una sociedad de participación, comunión y equidad, con desarrollo pleno, inclusiva y no discriminatoria, democrática y solidaria, con una profunda vocación por el desarrollo del potencial humano y un sólido compromiso con el desarrollo integral de todas las personas.

Desde esta perspectiva nuestro dilema nos es más o menos Estado, o más o menos Mercado, sino el cómo fortalecer las células básicas de la sociedad, para lograr una comunidad de comunidades, una sociedad civil en donde los pobres tienen una opción preferencial que emana de la justicia y la realidad; los trabajadores como la clase media tienen derecho a que se les reconozca y apoye en su vocación de emprendimiento y calidad de su trabajo, en donde quienes tienen más están convocados a la solidaridad y a poner límites éticos al lucro, mediante compromisos sociales efectivos y al desarrollo de buenas prácticas laborales.

En lo que respecta al Estado, solo resulta compatible con una sociedad comunitaria de plena participación, un Estado Social de Derecho que encarna la Solidaridad, la Inclusión y la vocación de Desarrollo Integral de una sociedad en que la dignidad de la persona, como ser con vocación trascendental, es anterior y superior a toda otra institución.

Una convocatoria de este tipo no aspira a situarse de forma cómoda en el concepto modernista de centro, pues se auto desafía para ser una vanguardia en los planteamientos sobre la realidad nacional, tal como claramente emana de las conclusiones del V Congreso del Partido Demócrata Cristiano. Nuestra posición se caracteriza no por ubicarnos en el tradicional centro político, sino por iniciar un camino de profundización de las causas y las soluciones que debe tener un desarrollo democrático, justo y equitativo, para nuestra sociedad y en especial las mayorías más pobres del país.

6.- En la política como en la vida, nadie puede dar lo que no tiene. Una sociedad marcada por la participación y las relaciones comunitarias, que nos hablan de una comunión de estilos y proyectos de vida personales y sociales, debe, en primer lugar, ser vivida al interior de nuestro Partido. Hoy eso no lo observamos en nuestra convivencia política cotidiana. Hemos debido sufrir exclusiones, voluntades de marginación y dudas sobre la permanencia de muchos militantes y simpatizantes sobre continuar o no en nuestra organización partidaria. Claramente estamos viviendo una crisis institucional, ya que nos hemos alejado del concepto de Bien Común que nos impulsaba a ser lo que fuimos durante tantas décadas: una organización fraterna

No obstante, como toda crisis, la actual también representa una oportunidad, porque en los momentos de ruptura y sufrimiento la mirada de las personas que viven un proyecto colectivo, se vuelven a aquellos que tienen las ideas claras y los planteamientos más precisos sobre el futuro de nuestra patria.

Es por eso que pensamos que en los próximos meses, en cada comuna del país los chilenos y chilenas serán convocados para elegir a quienes dirigirán sus gobiernos comunales. Para nosotros la próxima elección municipal no puede ser un simple evento estadístico o preparatorio de futuras elecciones. Es y debe ser mucho más que eso: es el desafió de proponer a los y las mejores de los nuestros para hacer gobierno local, es decir para liderar la democracia a nivel de la vida local cotidiana.

Es el primer desafío para recomenzar a vivir un espíritu comunitario y participativo, como demócrata cristianos y ciudadanos, proponiendo a quienes encarnen de la mejor manera la esperanza necesaria para superarnos de esta profunda crisis institucional.

7.- Siendo realistas, no podemos dejar de asumir que existe en la sociedad y en nosotros un sentimiento de cansancio y confusión frente a un estilo de vida que se aleja de nuestra tradición republicana y de un manera de vida más simple, a la cual estuvimos acostumbrados por generaciones.

Sin embargo, es eso justamente lo que nos hace valorar los encuentros que emanan de proyectos comunes. A pesar del sentimiento de desazón que nos puede invadir transitoriamente, existe en nosotros una fuerza interior que nos dice que la validez de un proyecto comunitario de sociedad no está dado por el éxito ni el protagonismo exacerbado al cual nos tienen habituados los medios de comunicación, sino por la convicción profunda de que existe una historia común y un llamado que viene incluso de los hombres y mujeres de la primera hora de nuestro Partido, de no claudicar al deber del servicio hacia nuestro pueblo.

A este deber no tenemos derecho a renunciar si tenemos una inspiración democrática y cristiana en nuestra acción política. Debemos dar testimonio, de que la fe, la esperanza y la caridad, el amor solidario, también tienen un espacio relevante en la actividad política.

8.- Nuestra posición y propuesta se guía por el gran acuerdo alcanzado en el V Congreso del Partido, es decir, cambiar la estrategia de desarrollo.

No nos sentimos cómodos construyendo una sociedad basada sólo en el lucro y el consumo, la competencia desenfrenada, el relativismo valórico, la supremacía de la economía sobre la política. Hemos quemado nuestros bosques, contaminado nuestras aguas y estamos a las puertas de una crisis ambiental, en fin, una sociedad cuyo punto angular es el olvido de la persona humana y sus núcleos básicos, como la familia, la vecindad, las Iglesias, los clubes, los barrios.

El conocimiento científico, el avance tecnológico y la razón que estaban llamados a ser garantes del desarrollo, se han convertido en la moneda de cambio del Poder, transformando esta civilización en una civilización de especialistas y tecnócratas incapaces de liderar un proyecto político, social, económico y cultural.

9.- Es indesmentible que el avance de la ciencia y la tecnología ha traído consigo profundas mejorías en la calidad de vida de la población. ¿Quién podría desconocer que se ha aumentado la expectativa de vida y que, a pesar, de una gran desigualdad, el hombre y la mujer contemporáneos tienen mayor acceso a mejores bienes y servicios? ¿Quién puede negar que la movilidad social actual sea inmensamente superior a la del siglo pasado, contribuyendo así a dar nuevas oportunidades a los hijos de los sectores mas postergados? ¿Quién puede no reconocer los avances contundentes en la lucha contra la pobreza y la extrema pobreza que han desarrollado los gobiernos de la Concertación?

No obstante lo anterior, se cierne sobre nuestra sociedad un fantasma que adopta múltiples caras: nos guste o no, una sombra ronda en nuestra vida cotidiana. Esa sombra es la inseguridad y el miedo. ¿Qué clase de educación están recibiendo mis hijos? ¿Qué pasará conmigo y los míos si me afecta una enfermedad catastrófica? ¿Podré mantener la unidad de mi familia si mi pequeña o mediana empresa entra en crisis y no puedo sostener el gasto de la casa? ¿Los valores que he transmitido a los míos son garantía suficiente para alejarlos del alcoholismo y las drogas? ¿Qué haré si pierdo el empleo y el mercado laboral me excluye por considerarme demasiado viejo o no calificado? ¿Es tan grave el cambio climático que incluso puede destruir el mundo que conocemos? Son a estas y otras preguntas a las que debemos responder hoy los demócratas cristianos y hacerlo desde nuestras propias convicciones: “Toda propuesta social, económica y política implica, conciente o inconcientemente, una toma de posición sobre el destino del Hombre”.

Nosotros, dentro de la DC, hemos tomado posición: nos declaramos herederos del Humanismo Cristiano y la Doctrina Social de la Iglesia y de la defensa del medio ambiente, pero abrimos las puertas a todos los cristianos, a los aportes del Judaísmo y de los demás humanismos, sobre todo al aporte del mundo Evangélico. Queremos dialogar con todos los hombres y mujeres con sentido de trascendencia y de buena voluntad para construir un camino común.

10.- Queremos fortalecer a las familias y comunidades, a la sociedad civil y sus organizaciones, para contrapesar el poder del Estado y del Mercado.

Queremos construir una economía social de mercado donde no solo participen unos cuantos privilegiados, sino miles de emprendedores que puedan competir y desarrollarse en forma sustentable, que den trabajo en buenas condiciones a miles de chilenos..Queremos proteger la opción de tener un mundo en que podamos vivir sana y justamente, en esta generación como en las siguientes.

Queremos un Estado promotor de la iniciativa privada y sobre todo colaborador de la sinergia público-privada, que promueva la innovación y el esfuerzo personal y familiar en el crecimiento económico.

Desde su origen la Democracia Cristiana ha sido una respuesta clara y contundente a las ideologías: opuesta al capitalismo salvaje y a los socialismos estatistas, (ambos marcados hoy, por la ideología neoliberal), queremos que la Democracia Cristiana proponga una sociedad marcada por la comunión y la participación de sus miembros.

Hoy queremos ser la respuesta a la crisis que vive nuestro país y nuestra organización partidaria: una respuesta que se configura superando la añeja polarización señalada. A esa tarea está llamada la Democracia Cristiana y a ella no renunciaremos jamás.
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