viernes, 12 de junio de 2009

Terreno de mujeres.

LÍDERES DE CAMPAMENTOS

Las cifras son claras: el 76 por ciento de los dirigentes de campamentos son mujeres. Trabajadoras y madres; cada vez más informadas de sus derechos y capaces de golpear la mesa para exigir lo mejor para sus vecinos. Conforman una nueva generación de líderes que luchan por erradicar del mapa urbano estos espacios de marginalidad y pobreza. Lugares en donde hay que tener fuerza para vivir y, también, para dejar atrás.

Hace dos semanas todo estaba listo para que una reconocida empresa capitalina y las 47 familias del comité "Mi casita" de Renca sellaran el compromiso de construcción de un condominio, que pondría fin a décadas de mediaguas enclenques y espacios hacinados. Sólo faltaba la firma del documento en las oficinas de la constructora, pero Susana Santibáñez, la presidenta de la agrupación de vecinos, necesitaba aclarar unas dudas antes de estampar su nombre en los papeles. Sin rodeos, pero con la mejor de sus sonrisas, la dirigente lanzó una pregunta que dejó boquiabiertos al dueño de la empresa, a los dos arquitectos y a los otros tantos ingenieros.

- ¿Ustedes, con la mano en el corazón, saben realmente lo que nosotros necesitamos? - dijo la mujer de 31 años, madre de dos hijos y que antes de instalarse en Renca había crecido en un campamento en Recoleta, a un costado del Parque del Recuerdo. Una toma que duró años y que luego se desplazó a su actual ubicación.

Apenas Susana terminó su pregunta, en la constructora - una oficina ubicada en un edificio alto de Providencia, con vista a la cordillera, a espaldas del sector donde vive Susana- todos se quedaron mudos por un minuto. Después de más de un año de negociaciones con su junta vecinal y de que les rechazaran varias propuestas habitacionales, en la empresa ya estaban acostumbrados a la frontalidad de esta líder.

- Claro, ustedes quieren las mejores casas que nosotros podamos construirles. Ya lo tenemos claro... de corazón - fue la respuesta con que uno de los arquitectos rompió el silencio y logró la aprobación de Susana.

- Más vale que cumplan - les dijo, y con aire solemne terminó el trámite.

Ahora Susana se ríe de la escena, pero dice que tenía que hacerlo.

- No quise ser latera ni darme importancia, sólo quería que reafirmaran su compromiso. Es bonito para una mujer que vive en un campamento que durante años nadie ha pescado, escuchar cómo una empresa que hace casas de más de 1.700 UF asegure que levantará casitas que cuestan una tercera parte de esa plata.

Susana Santibáñez, una morena de labios pintados de rojo y fuerte vozarrón, es la presidenta de su campamento desde hace tres años. Se involucró en el trabajo vecinal desde los 17, cuando nació su hijo Kevin. Siguió los pasos de su padre, quien era dirigente, y de su madre, que lo secundaba en la directiva. Y ahora está entrenando a su cuñada Ema, quien es su chaperona en todas las reuniones.

Acompañada de Ema y de las otras tres mujeres que conforman la directiva, ella ha peleado con cuanto funcionario municipal se le enfrenta. Incluso sacó el estanque de petróleo que estaba abandonado en el terreno que les dieron para construir sus futuras casas en Quilicura. También discutió los planos del nuevo condominio con los arquitectos de la constructora: ella quería una casa con patio amplio donde pudieran hacer un asado, poner una piscina plástica o, simplemente, tender la ropa tranquila. Con privacidad, aunque tuvieran que juntar más plata.

- ¿Es mucho pedir que uno pueda colgar su ropita sin que la vean todos los vecinos?, pregunta y levanta una ceja. No espera respuesta. No la necesita.

PODER FEMENINO

La realidad de los campamentos es tan árida como los suelos sobre los que están emplazados. Fuera del plano urbanístico oficial, en las principales ciudades de Chile existen más de 500 comunidades. Lugares donde nadie sueña vivir. La definición oficial dice que un campamento está conformado por ocho o más familias que viven agrupadas en lugares que no cuentan con acceso regular a servicios básicos, como alcantarillado, agua potable y energía eléctrica. Y, bueno, también se encuentran en una situación irregular en materia de tenencia de terreno.

El último catastro del Centro de Investigación Social de Un Techo para Chile, realizado en 2007, asegura que 20 mil familias viven en estas condiciones. La presencia femenina en este fenómeno social también es fuerte. Lo evidencia la "Encuesta Nacional de Dirigentes de Campamentos", que la misma institución publicó en marzo: en la actualidad un 76,4 por ciento de los dirigentes de campamentos son mujeres. Y el 49,5 por ciento de estas líderes afirma que su principal oficio es ser dueñas de casa.

Felipe Berríos, capellán de Un techo para Chile, ha recorrido todo el país con la corporación de dirigentes de campamentos "Todos los chilenos" y conoce bien el liderazgo de las mujeres.

- En campamentos he visto mujeres que, literalmente, se han roto las manos para sacar adelante sus proyectos, para levantar su casita y darles un techo a sus hijos - dice el sacerdote jesuita.

En términos más analíticos, la investigación concluye que ellas están más dispuestas a participar en labores de dirigencia, porque pasan más tiempo dentro de sus campamentos. Los hombres, en cambio, ejercen oficios que los obligan estar más tiempo fuera. Así, ellas tienen un mayor manejo de las situaciones que acontecen dentro de sus comunidades. Conocen mejor a sus vecinos. Son el mejor capital humano para sacar adelante sus proyectos.

MEDIAGUAS CON VISTA AL MAR

Gloria Peña Echeverría (33) es casada y tiene dos hijos: Josefa y José Luis, de 11 y 6 años. Desde 2002 es la dirigente de la toma "Camino el Mar", una de las ocho que existen en el sector costero de Coquimbo. Y desde hace tres años es la presidenta de la Corporación Nacional de Dirigentes de Campamentos "También somos chilenos", para la región de Coquimbo, donde se contabilizan más de 40 comunidades fuera del plano oficial.

Gloria llegó hace ocho años a este campamento. Recuerda que era un peladero con vista al mar y con una veintena de mediaguas desordenadas. Ahora tiene una biblioteca, una sede social recién construida y calles que se llaman "Canelo" o "Vista al Mar". Nombres, que cuenta, se le ocurrieron a ella.

- Jamás he tolerado la suciedad y eso fue lo primero que encontré cuando llegué. Como nadie parecía preocuparse, decidí hacer algo yo misma. Fui casa por casa invitando a una reunión que armé al lado de una piedra que estaba frente a mi casa. Ahí les dije: Ya chiquillos, hagamos las cosas bien, si ustedes sacan la basura, mañana mismo consigo que la municipalidad nos mande un camión.

Así fue. Mientras ellos acarreaban la mugre, Gloria se fue a la municipalidad y se quedó ahí hasta que les mandaron un camión de basura.

- Eso me lanzó a la fama entre los vecinos. Por eso me eligieron como su dirigenta. No tenían dónde perderse.

Gloria jura, con un tono que parte serio pero que termina en risotada, que el amor fue el culpable de que se instalara en una mediagua. Fue la razón por la que dejó la casa paterna, unas cuadras más abajo del campamento donde la llevó el Peco, un artesano del que se enamoró "como tonta".

Durante sus primeros años en esta toma, Gloria debió soportar el enojo y los llantos de su mamá. La señora no entendía que su hija y sus dos nietos vivieran en la miseria, y pensó demandarla ante el juzgado de menores para quitarle la custodia de los niños.

- Yo soy bien orgullosa, pero tuve que rogarle de rodillas que no lo hiciera, que pronto tendría una casa bonita como la de ella.

Ahora la mamá de Gloria se hace cargo de los niños cuando ella tiene que salir de viaje a recorrer los campamentos de su región.

- Cuando empezó a verme en los diarios cambió de opinión, pero cuando se pone sentimental vuelve a amenazarme - dice Gloria, quien ya tiene asumido su doble rol de mamá y dirigente. Ya se acostumbró a lidiar con los problemas y las necesidades de sus cincuenta vecinos.

- Lo bueno es que todos me respetan, aunque no soy de las que mandan, sólo organizo y aconsejo. Pero en mi casa yo impongo las reglas - comenta Gloria, quien ahora realiza los últimos trámites para cambiar su mediagua por una casa de condominio.

- Dicen que antes del 2010 se terminarán todos los campamentos. Quiero creerlo, pero no voy a aceptar cualquier solución. Yo quiero una casa bonita; he trabajado para eso. Además, tengo que cumplirle a mi mamá; si no, me lleva ante el juzgado de menores... Es más peligrosa que yo.

CECILIA, LA ÍDOLA

La Corporación de Dirigentes de Campamentos "Todos los Chilenos" es la gran referente de todas estas líderes poblacionales. La agrupación funciona en conjunto con "Un Techo Para Chile", en la sede de Infocap, la Universidad del Trabajador, en San Joaquín. Agrupa a mil 500 dirigentes y funciona como interlocutora válida de más de cuatro mil familias sin casa ante el Ministerio de Vivienda.

Cecilia Castro es la presidenta nacional de la corporación y es idolatrada por todas las dirigentes. Se identifican con su historia y quieren seguir su camino. Esta mujer de 40 años, dos hijos y que carga su maletín tipo escolar con documentos por todo Chile, cambió el campamento por una casa con piso de cerámica y hasta con tina en su baño.

Ahora, mientras prepara un encuentro nacional con todos los dirigentes de campamentos de Chile, comenta que no le asombra el liderazgo que tienen las mujeres. Cree que es un cambio social lógico, porque ellas han aprendido a usar nuevas herramientas y no tienen temor de sacar a relucir las capacidades que antes escondían por vergüenza, o porque no sabían que las tenían.

- Antes las pobladoras no eran capaces de golpear la mesa y decir lo que querían a las autoridades. Se quedaban detrás de las puertas, pero ahora son ellas las que las abren.

CAMINO AL AEROPUERTO

Cada vez que puede, Andrea García (42) deja su mediagua azulina en Pudahuel Norte, camina los dos kilómetros que la separan del paradero de micros más cercano y se sube a un bus que la lleva a un descampado, cerca del templo votivo de Maipú. Un espacio de tierra reseca y manchas de malezas. Ahí, espera, se levantará su casa.

- El día que eso pase voy a echar abajo mi mediagua sin sacar casi nada de lo que tengo. Quiero empezar una vida que, de verdad, sea nueva.

Andrea tiene 42 años, es madre soltera de tres hijos y tiene dos nietos. Desde hace seis años todos viven en el campamento "Fundo El Porvenir": una veintena de mediaguas que enfrentan el cabezal norte del aeropuerto Pudahuel. Cada vez que despega un avión, las casas parecen deshacerse en un solo crujido de tablones, plásticos y calaminas.

Andrea es la dirigente de su comunidad desde 2007.

- Como me vieron calladita pero discutidora, me eligieron - dice esta mujer que hasta hace una semana vendía colaciones y completos en un quiosco ubicado en la entrada de una fábrica de embalajes de madera. Ahora, aprovecha su cesantía para dedicarse a su labor vecinal. Arma reuniones en la sede social y revisa el proyecto habitacional que, si resultan, a fines del próximo año le entregará una casa a los 38 inscritos que trabajan con ella.

- El resto no postuló, supongo que hay mucha gente que se acostumbró a esto. Aquí hay familias que llevan casi cuarenta años y recién ahora han empezado conocer sus derechos. Yo trato de aleonarlos, pero cuando la gente no se motiva no hay nada que hacer- explica Andrea quien encabeza la tercera directiva elegida por una comunidad acostumbrada a malas experiencias. Y las enumera: primero un sacerdote que se escapó con todo el dinero que habían reunido y luego con un grupo de vecinas que nunca se llevaron bien entre ellas y sólo se preocupaban de pelear.

- Ahora llevo tres semanas tratando de apagar un incendio en un basural cercano y llena de humo tóxico el aire... Hay días en que me dan ganas de dejar todo, pero me digo: Si yo no me esfuerzo, no voy a tener mi casa, y no queda otra que seguir luchando.

BUENA PARA PELEAR

Verónica Varas - una morena de pelo corto y un diminuto piercing en la nariz- es la encargada de los campamentos de la Región Metropolitana de la corporación. Tiene 47 años, cuatro hijos y dos nietos. Durante 22 años vivió en una mediagua en la toma "San Pablo" de Pudahuel Sur. En ese lugar soportó inundaciones en inviernos en que casi no llovía o invasiones de roedores que asustaban hasta a los gatos.

En diciembre pasado dejó su mediagua y se fue a un condominio de casas de tres pisos. Pero su compromiso como dirigenta no terminó. Por el contrario, ahora pasa gran parte del día en las oficinas de la corporación y se impresiona cuando visita las tomas que siguen en pie y que hacen parecer a su antigua población como un condominio de cinco estrellas.

- Este verano llevé a mis dos hijas al campamento de Andrea García frente al aeropuerto. Cuando la conocieron les dije: Miren, esto sí que es sacrificado.

Verónica dice que antes no se sentía capacitada para dirigir a la gente. Creía que no tenía la autoridad para guiar a sus vecinos. Fue Cecilia Castro quien la convenció de que podía. Un día, cuando estaban organizando el proyecto de su actual condominio, visitó el campamento de Verónica y conversaron.

- Le comenté que estaba cansada. Que no entendía nada de leyes, menos de planos y que no tenía paciencia para mandar a la gente. Ella me miró, se rió en mi cara y me dijo que estaba equivocada: Tienes lo más importante para ser dirigenta. Eres como yo, muy enojona y buena para fumar - dice Verónica que ahora habla de igual a igual con autoridades y con pobladores.

- Para mí no hay diferencia. Todos somos personas y luchamos por lograr el bienestar. Hace unos meses me reuní con un funcionario social que no me pareció interesado en colaborar y le anuncié: Aquí tiene que aperrar como todas nosotras, porque si no es mejor que se vaya a su oficina. Él se rió y me abrazó, diciéndome que ojala todas las mujeres de los campamentos fueran como yo. Sólo le respondí: No se preocupe, tenga por seguro que todas somos iguales.

Por Juan Luis Salinas T.
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