Lo más probable es que esta encuesta -que fue recibida con champaña en el comando de Frei, con entusiasmo y un vientecillo de decepción en el de Enríquez-Ominami y con objetiva preocupación en el de Piñera- adelantará el inicio formal de la campaña.
En las últimas semanas Piñera se había replegado al trabajo en terreno dejando el escenario mediático libre para que Frei y Enríquez-Onimami se sacaran recíprocamente las vísceras. Tal vez no fue la mejor de las decisiones, porque en esta fase cuesta poco desaparecer y cuesta mucho reaparecer".
Si, como se reconoce en los pasillos de trastienda de la política, las elecciones no se ganan ni se pierden, porque sólo se interpretan, lo mismo se podría decir de la encuesta CEP difundida ayer, puesto que trajo un caramelo para los tres candidatos presidenciales en competencia.
Para Sebastián Piñera la buena noticia es que sigue punteando. Aunque el margen de ventaja que tenía se haya reducido, puesto que sólo siete puntos lo separan de Frei en primera vuelta y apenas uno en segunda vuelta, todavía la primera opción sigue siendo suya. Siempre se supo que esta pugna iba a ser estrecha. Lo que no se sabía es que la contienda se iba a estrechar tan luego y Piñera deberá reactivar su campaña puesto que la encuesta hace evidente que su perfil se está desdibujando.
Para Eduardo Frei las cifras son mucho más estimulantes. En los últimos días, por problemas en su comando y porque el candidato no es precisamente muy carismático, hasta en sus propios partidarios existía el temor de que su candidatura no fuese capaz de pararse en sus propios pies, lesionada en la base por el surgimiento de la opción de Marco Enríquez-Ominami. Esa duda ya se disipó. Frei por fin se levantó y ahora falta, claro, que empiece a andar. Cada cosa a su tiempo. La Concertación sigue siendo una máquina poderosa y qué duda cabe que Frei tiene un gran punto a su favor por el hecho de representar la continuidad de un gobierno exitoso en términos de aprobación popular.
Para Marco Enríquez-Ominami, el tercero en la discordia y que apareció súbitamente en la pista presidencial, más que desde el ala izquierda de la Concertación, desde el ala más joven de la política chilena, la encuesta también es muy positiva. Es cierto que le baja un poco las ínfulas que algunos sondeos telefónicos en Santiago le habían inflado. Por supuesto: no tiene el 25%, como algunos esperaban. Pero tiene el 13% y esta cifra, que corresponde a un levantamiento realizado hace dos semanas, es notable para una figura que por primera vez entra a la encuesta CEP y para un candidato que hasta hace dos meses era apenas uno más entre los 120 diputados chilenos.
Lo más probable es que esta encuesta -que fue recibida con champaña en el comando de Frei, con entusiasmo y un vientecillo de decepción en el de Enríquez-Ominami y con objetiva preocupación en el de Piñera- adelantará el inicio formal de la campaña. En las últimas semanas Piñera se había replegado al trabajo en terreno dejando el escenario mediático libre para que Frei y Enríquez-Onimami se sacaran recíprocamente las vísceras. Tal vez no fue la mejor de las decisiones, porque en esta fase cuesta poco desaparecer y cuesta mucho reaparecer. Y lo cierto es que a Piñera el horizonte se le complicó porque él dejó de ser el candidato del cambio (ese rol se lo arrebató de un día para otro Enríquez-Ominami) y porque además todavía él no ajusta su campaña a una contienda que será entre tres candidatos y no entre dos, como a comienzos de año se creía.
La encuesta CEP, un think thank de inspiración democrática y liberal que viene haciendo sondeos de opinión desde antes del regreso de la democracia en Chile, es por lejos la más respetada por la clase política y la opinión pública del país. En realidad pocas veces se aguardó con tanta expectación una encuesta como la de ayer. Aquí estaban en juego muchos factores: la ventaja del candidato de la centroderecha, la viabilidad del candidato del oficialismo y la magnitud de la arremetida del “aparecido”. Hoy está claro que la tal ventaja de Piñera es mímima, que Frei es viable políticamente como candidato y que el entremetido todavía no puede jactarse de haber entrado a las ligas mayores de la política, al menos en términos electorales.
Por Hector Soto - Información y Análisis América Latina.
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