lunes, 22 de junio de 2009

Cambio de temperatura política.

No resulta prudente que los partidarios de la Concertación saquen cuentas anticipadas sobre la evolución de la candidatura de Enríquez-Ominami y el papel que eventualmente tendrá en una segunda vuelta. Mucho menos de la manera despectiva en que lo hizo José Miguel Insulza cuando aterrizó en Santiago.

La encuesta CEP, al igual que el frente de mal tiempo que azotó el país la semana pasada, le cambió la temperatura al escenario político. Hoy existe un sensible enfriamiento en las expectativas de todos los comandos presidenciales, con la natural excepción de la Concertación, pues es evidente que la encuesta marcó una tendencia de crecimiento lento pero constante del candidato Eduardo Frei.

Con todo, es recomendable tomar las cosas con calma pues de acuerdo a las cifras y el procedimiento eleccionario, segunda vuelta incluida, el clima se mantiene inestable y el período es aún largo hasta las elecciones de diciembre.

Es cierto que se evidenciaron tendencias que debieran ser consideradas por los actores a la hora de decidir que harán en las próximas semanas para mejorar sus oportunidades antes de que nuevamente se mida la temperatura del ambiente. Pero este es un momento de máxima finura política lo que exige, sobre todo, prudencia en las vocerías.

Por ello, si bien la encuesta representó una derrota política para las expectativas que tenía Marco Enríquez-Ominami frente a Eduardo Frei, no resulta prudente que los partidarios de la Concertación saquen cuentas anticipadas sobre la evolución de aquella candidatura y el papel que eventualmente tendrá en una segunda vuelta. Mucho menos de la manera despectiva en que lo hizo José Miguel Insulza quien de improviso aterrizó en Santiago haciendo declaraciones sobre un tema en el cual es opinión generalizada debiera guardar razonable silencio. Tanto por su cargo actual como porque parte importante de los problemas de su partido se deben a su pública ambigüedad de competir por la candidatura del PS.

El tono de las declaraciones del Secretario General de la OEA representa exactamente lo que Enríquez-Ominami ha criticado, es decir la actitud propietaria con la cual muchos dirigentes de la Concertación enfrentan la política diaria, y que constituyen un acicate para que se la ataque aún más. Y dejan en evidencia que ellos, en este caso el ex canciller, no han captado uno de los significados más profundos del fenómeno que encarna el diputado, esto es el rechazo a las viejas prácticas de la política nacional.

Por el contrario, la actitud cautelosa del propio Eduardo Frei y de algunos de sus hombres más cercanos como Belisario Velasco, han puesto una nota de razonabilidad política incluyente, para acercar antes que alejar a Enríquez -Ominami. Hay en ello una nota de respeto político frente a éste, que resulta valiosa para todo lo positivo que su candidatura representa, y que contrasta con lo declarado por Insulza o la actitud sostenida por el jefe de contenidos del comando, Eugenio Tironi.

La elección se muestra estrecha y Frei necesita tranquilidad en su retaguardia para abocarse a su trabajo de ganar, tal como lo ha hecho hasta ahora, cada voto ciudadano en un cara a cara en la calle. Sabe que debe obtener, además, que el caudal de popularidad que tiene el gobierno se vincule directamente a su candidatura, y que cada tropiezo al interior del gobierno o de su coalición le repercutirá negativamente. Por ello, que el equilibrio político le resulta tan esencial y un endurecimiento con Enríquez-Ominami le restaría más que le sumaría al interior de la Concertación, especialmente si ello provoca la generación de una lista parlamentaria competitiva por parte de este último.

En la Coalición por el Cambio que lidera Sebastián Piñera las cosas tampoco están fáciles. Si bien los resultados de la encuesta CEP lo dan primero en la primera vuelta electoral, ellos entregan un empate técnico en la segunda, señal que la elección no está comprada.

Por sobre las interpretaciones acerca del tipo de escenario captado por la encuesta en mayo-junio vis a vis el de noviembre del año pasado, y que explicarían la baja o el estancamiento de Sebastián Piñera por la existencia de competidores efectivos hoy día, es un hecho que el candidato perdió confianza entre sus sostenedores políticos, especialmente la UDI.

Y ello, más allá de la especulación de que podría dar origen a una candidatura presidencial alternativa, lo cual no puede descartarse totalmente, sí deja en claro que la competencia parlamentaria se va a endurecer entre Renovación Nacional y la UDI. Ello complicará el despliegue en terreno que ha anunciado Piñera para retomar su opción de triunfo y superar los elementos negativos de la encuesta.

Lo que más le ayudaría en este escenario es una controversia dura entre Enríquez-Ominami y Frei, porque no solo tendría una mayor holgura política y social para desenvolver su campaña, sino un elemento diferenciador que hasta ahora siempre ha favorecido a la Concertación: el de la gobernabilidad.

Un campo muy vacío de atribución es el de la popularidad que muestra la Presidenta. Si bien es natural que ello favorezca mucho más a la candidatura de la Concertación, el apoyo de género que exhibe Eduardo Frei es magro en relación a esa popularidad. Ello implica que en términos estrictos, la Presidenta -al menos por ahora- no tiene heredero (a) político, lo que en un escenario tan estrecho debiera ser considerado por todas las candidaturas, incluida la derecha donde el bacheletismo aliancista ha hecho doctrina.

La tendencia más nítida es la que se presenta para Enríquez- Ominami, porque su derrota política pero con un 13% de adhesiones deja en claro que puede ser un factor influyente, y ello depende sólo de su capacidad para efectivamente domiciliarse. Primero transformando sus adhesiones ciudadanas en fuerza política con sentido de permanencia y trascendencia a las elecciones y, en segundo lugar, negociando y obteniendo un reconocimiento de status para su fuerza dentro del sistema.

Ello, si bien es muy difícil está plenamente abierto, y no implica abdicar ni de la competencia ni de los planteamientos de renovación política, sino delinear su visión acerca de la responsabilidad que hoy tiene. Cualquiera sea la manera que la entienda y desee transmitirla a la ciudadanía. Naturalmente acompañada de una clarificación acerca de cuáles son sus planteamientos intransables para un diálogo político intrasistema con otras fuerzas.

Mientras no lo haga continuará siendo una incógnita, y previsiblemente seguirá en el juego del crecimiento electoral aluvional sin compromisos, que no tiene otro precedente que el populismo en la historia nacional, pero baja calidad política para un cambio real. Esta es la postura que más les gusta a los operadores políticos que desean intermediarlo dentro del sistema, y esperan siga díscolo pero sin organización, para así controlarlo y negociarlo.

Por Santiago Escobar es abogado y cientista político - El Mostrador.
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