miércoles, 14 de mayo de 2008

Jorge Navarrete - Entrevista: DC, rotundo y atípico.


Liberal y agnóstico, muy autónomo en sus opiniones y poco amigo de las medias tintas, el joven panelista del programa Estado nacional se siente en deuda con el país y su partido por el tipo de experiencias que ha podido vivir. Le preocupa que la política esté dejando de ser el espacio de controversia y solución de conflictos que están saliéndose de control, como ocurre con las demandas de los mapuches, los estudiantiles y muchos trabajadores.

Por Héctor Soto.
Fotos, Gabriel Pérez


La DC y los jóvenes.
No cabe duda que hoy se hace cada vez más difícil convencer a jóvenes de 15ó 18 años para que entren a la DC. Y esto, claro, es grave porque podría ser el principio del fin.

Cuba.
Hay en parte de la izquierda un doble estándar inaceptable, en cuanto a que la violación de los derechos humanos pueda justificarse en algunos contextos y no en otros.

Sentido de equipo.
Las individualidades en los gabinetes, como en los equipos de fútbol –dice él– son importantes. Pero lo más importante es que haya colaboración, que se juegue armónicamente. Yo creo que Pérez Yoma contribuye mucho a eso.


Entrevista:

Es difícil encontrar una mente tan asertiva como la suya y, más todavía en la DC. Panelista del programa de TVN Estado nacional, ex alumno del San Ignacio y abogado de profesión, Jorge Navarrete pertenece a los mejores cuadros de su partido.

Trabajó en el gobierno por espacio de unos diez años (fue asesor ministerial de la Secretaría General de la Presidencia, jefe del comité asesor del ministerio de Defensa y subsecretario general de gobierno en tiempos de Lagos) y posiblemente todavía estaría ahí si es que la presidenta no hubiera designado a su mamá, Patricia Poblete, ministra de Vivienda. Para él, hubiera sido impropio continuar.

Instalado a gusto en el sector privado y con un creciente desafecto a la política, cosa que le preocupa, hoy se desempeña en el estudio jurídico Del Río & Morgan y disfruta como simple ciudadano, panelista de televisión y columnista de prensa de una libertad que en el Estado nunca tuvo.

Navarrete estudió en la UDP e hizo un master en Derechos Fundamentales y un diplomado en Filosofía Política en la Universidad Carlos III de Madrid.

Seguramente no es un DC muy típico. Incisivo y agnóstico, no obstante provenir de una familia muy católica, a diferencia de muchos correligionarios suyos no está hecho para irse por las ramas. Además hace poca vida partidaria y es liberal, con lo cual no le cuesta mucho ponerse en el lugar de otros y ser, en lo profundo, bastante más tolerante que la media de su partido.

Como analista político y observador del acontecer, la suya es una pluma polémica y jugada. Hace algún tiempo, escribió un artículo criticando la posible visita de la presidenta a Cuba. Su planteamiento mereció cualquier cantidad de descalifi caciones de parte del senador Alejandro Navarro, porque según él el gran responsable de la actual situación cubana es Estados Unidos.

-Cuando una autoridad de un Estado liberal y democrático como es el nuestro, habiendo pasando por una experiencia como la que tuvimos en Chile, es capaz de sostener eso, yo creo que se hacen perceptibles las distancias con que la izquierda aprecia y valora distintos procesos políticos en el mundo contemporáneo. Hay en parte de la izquierda un doble estándar inaceptable, en cuanto a que la violación de los derechos humanos pueda justificarse en algunos contextos y no en otros.

Corto, claro y sin lugar a dudas. Otro ejemplo: el caso del general Santelices.
Navarrete escribió en La Tercera una columna que, habiéndole significado costos que prefiere no detallar, volvería a escribir sin cambiarle una coma, porque cree que en ese episodio el gobierno se fue por un camino fácil pero erróneo, contraproducente y peligroso.

-Los hechos en los cuales se investiga la presunta participación del general son abominables. Creo, además, que él cometió un error de distinta naturaleza al que se le imputa, y es haber omitido el conocimiento de hechos que le constaban, pudiendo haberlos aportado a instancias como la Mesa de Diálogo. Si esta es la razón por la cual el general salió, bienvenida sea; pero hay que decirlo así. Lo contrario es lo que ha hecho este gobierno, que primero alteró la doctrina sana y correcta de los gobiernos de la Concertación, que era no tomar decisiones ni emitir opinión sin existir base judicial para sustentarlas. Esta es la doctrina que el gobierno ha defendido respecto de todos los funcionarios públicos. Por lo mismo, es poco decoroso y poco elegante alterar ahora la regla y olvidarnos del debido proceso, de la presunción de inocencia y de las reglas mínimas de la justicia.

Para despejar suspicacias, dice que no conoce a Santelices. Pero que, como abogado, no puede aceptar que se juegue con la honra de las personas. Y que en su postura no incide en absoluto que él provenga de una familia con antiguos nexos con el mundo militar. Su abuelo fue general de Ejército y su bisabuelo, comandante en jefe de la institución, en los tiempos en que el cargo era el de inspector general del Ejército. Incluso su padre, antes de estudiar Economía, fue el brigadier mayor de la Escuela Militar.

El gobierno ordenado
Jorge Navarrete cree que como jefe del gabinete, Edmundo Pérez Yoma ha cubierto ampliamente, e incluso superado, las expectativas con que la clase política observó a su nombramiento después de haberse jugado a fondo por él. Cree que hasta antes de su llegada, la descoordinación al interior del gabinete tenía contornos dramáticos y que era fundamental que alguien asumiera la gestión política del gobierno para dejar a la presidenta los asuntos que tienen mas bien que ver con la jefatura del Estado. “Pérez Yoma, sin ser una figura del círculo inmediato de la presidenta, es probablemente el ministro más empoderado que han tenido los gobiernos de la Concertación desde hace mucho tiempo. Quizás, desde los días en que, hacia fines del gobierno de Frei, fue ministro Secretario General de la Presidencia”.

Según él, la ventaja de tener ahora un gabinete alineado y trabajando en una sola dirección no sólo evitará bochornos como el ocurrido a raíz del desencuentro entre el Ministerio del Trabajo y la principal empresa pública del país, Codelco, por el asunto de la subcontratación. También permitiría soslayar defi ciencias puntuales en algunos ministros. “Las individualidades en los gabinetes, como en los equipos de fútbol –dice él– son importantes. Pero lo más importante es que haya colaboración, que se juegue armónicamente. Yo creo que Pérez Yoma contribuye mucho a eso”.

Fumador empedernido y de una raza que ya está extinguiéndose –esos que fuman sin el menor sentimiento de culpa–, Jorge Navarrete cree que la elección municipal será un reto importante para la Concertación, pero con riesgos muy acotados.

-Si fuera por estos dos años de gobierno, los candidatos de la Concertación podrían estar en relativa desventaja. Sin embargo, los resultados de esta elección estarán en cierta medida, determinados por lo que fueron los resultados de la elección pasada. Así las cosas, la Concertación ganará las municipales, cualquiera sea la forma de contabilizar los resultados: por cantidad de votos, de alcaldes o de concejales. Las cifras, seguramente, van a ser más bajas, pero la Concertación seguirá siendo mayoría. Y la coalición, desde luego, presentará estos números no sólo como un triunfo sino también como una primaria de la presidencial. Si a mí me preguntaran, yo diría que lo que tiene que hacer la Concertación es politizar al máximo la próxima municipal, porque va a ser mayoría de todas maneras.

-¿Y las parlamentarias de 2010? -Serán más complejas, en particular en la DC, por cuanto no todos los diputados disidentes van a ser reelegidos. A mi juicio, casi ninguno. Pero un par de ellos va a impedir doblajes de la Concertación. Estoy hablando de Mulet y de Alejandra Sepúlveda. Lo cual me lleva a pensar que la representación parlamentaria del bloque independiente está hoy muy sobredimensionada, por razones puramente circunstanciales. Es posible que en el próximo parlamento no haya ningún representante de Chile Primero ni de la disidencia DC.

Si así fuera, todo esto, que ayer tuvo gran impacto, pasará a ser anécdota. Es una alternativa.
La DC después de la escisión ¿Puede un analista político ser objetivo no obstante no ser neutral y militar incluso en un partido? Navarrete cree que sí; y cuando se refiere a su partido, la DC, no tiene pelos en la lengua.
-Si la pérdida para mi partido después de la renuncia de los disidentes fue menor o mayor a lo previsto, es todavía temprano para evaluarlo. En mi opinión, el proceso fue menos dramático de lo que temí. Y básicamente, por la decisión de Adolfo Zaldívar de no judicializar el conflicto.

Ese escenario, desde el punto de vista de sus derechos constitucionales y de la Ley de Partidos Políticos, era muy complejo. La sola posibilidad de que un tribunal de la república reintegrara a Zaldívar al partido hubiera puesto a la actual directiva en una disyuntiva imposible.

-¿Qué posibilidades tiene un nuevo referente como el anunciado por Adolfo Zaldívar?
-Aquí hay un trade-off entre el éxito o fracaso de ese referente y el éxito o fracaso de la DC en recomponerse. Yo soy escéptico, tanto del referente de Zaldívar como de Chile Primero. Es muy difícil que se pueda tener representación parlamentaria sin pertenecer a alguno de los dos grandes bloques. Y dudo que Zaldívar quiera ser parte de la Alianza.

-¿No hay espacio para nuevos actores por la rigidez del sistema, entonces?
-Claro que no. Con el actual sistema electoral, esa rigidez llega al extremo de que el verdadero competidor no es tu adversario político sino tu compañero de lista. En realidad, el gran obstáculo para salir elegido no son los votos; lo crucial es la nominación del partido. Por lo mismo, quienes menos interesados están en modificar el sistema electoral son los propios parlamentarios. En ninguna parte del mundo los incumbentes pueden ser capaces de liderar una reforma que afecta sus intereses. Por lo mismo, creo que el proyecto de Burgos y otros parlamentarios de limitar las reelecciones está condenado al fracaso. Nadie querrá ponerse fecha de vencimiento. No sé si esto además solucionaría el problema de fondo. Creo más bien en un mercado político competitivo, con primarias legales, con más candidatos que cargos a llenar, con mayor transparencia en el financiamiento y el gasto. Si no, siempre tendremos un cuerpo corporativo que se reproduce indefinidamente.

-¿Qué tan preparada está la DC para enfrentar la modernidad?
-Ahí está su gran desafío. La DC, partido que me conquistó por su confianza en la posibilidad de conciliar la libertad con la igualdad y por no haber tenido jamás complicidades con ninguna dictadura, más allá de la interpretación que se pueda tener sobre la conducta de sectores del partido en 1973, es una colectividad algo mesiánica, más bien conservadora, de mucha carga ideológica y que tiene una estructura territorial completa, tanto o mayor que la del PS. Eso le da indudable fortaleza para superar las crisis como la actual. A la inversa de partidos que son más de opinión pública, como el PPD o RN, y que pueden moverse con mayor agilidad, en la DC todo es más lento. Pero también es más inmune a los vientos en contra.

-Ahora bien, en esos términos, la renovación puede ser muy lenta.
-Lo es. Es un partido poco renovado, un tanto parroquial, poco conectado con el mundo, poco tecnologizado y al que posiblemente la crisis de la política le ha hecho más daño que a otras colectividades, dado que su inspiración ideológica y cuasi religiosa no cuadra bien con los tiempos.

No cabe duda que hoy se hace cada vez más difícil convencer a jóvenes de 15 ó 18 años para que entren a la DC. Y esto, claro, es grave, porque podría ser el principio del fi n. El Congreso Ideológico del año pasado constituyó una esperanza si no de zanjar los grandes dilemas del partido, por lo menos de haberlos reencaminado. Pero pese el éxito procedimental del congreso.

–No es poca cosa reunir a unos 2 mil congresales provenientes de todo el país- las luces han sido erráticas. Nos hemos quedado en la cáscara: cuestionamiento general del modelo, no al lucro en la educación y tres o cuatro eslóganes más…Después del Transantiago y los escándalos -Hablemos de modernización del Estado. Hablemos de las aprensiones que el desafío genera en la Concertación y hablemos de este Estado superado día a día por las circunstancias.

-Un tema muy importante. Primero, creo que más de algo se ha hecho, y es bien impresionante. Todavía nos falta mucho, pero no podemos desmerecer lo realizado (SII, Registro Civil, nuevas tecnologías). Segundo, creo que hay retraso importante en el sistema de reclutamiento de funcionarios públicos. Aquí los concursos y la carrera funcionaria son más la excepción que la regla. Tercero, pienso que tenemos un sistema de inamovilidad que impide la competencia y que se ha vuelto contraproducente.

También tenemos un problema de calificación de los funcionarios. Hoy, en los ámbitos municipal y gubernamental, más de la mitad no tiene título profesional o técnico. El promedio de edad es sobre los 50 años y, aunque no tengo nada contra los viejos, eso da cuenta de falta de renovación. Y para ser justos, no es menor que algunos colegios profesionales vinculados al aparato público –médicos y profesores– actúen como verdaderos sindicatos. Para ellos, primero están las aspiraciones gremiales, en tanto la calidad del servicio es la cuarta o quinta derivada.

Por último, hay pocos incentivos para que los jóvenes entren a la administración. No hay carrera funcionaria, los cargos son mal pagados y el riesgo de aparecer como ladrón envuelto en una escándalo es alto.

-Difícil trazar un cuadro más desalentador. -Pero el problema no termina ahí. Porque hay dos hechos que magnifican la percepción de anquilosamiento del Estado. Están asociados a la caída de dos grandes mitos: el que la Concertación hacía las cosas bien, que fue pulverizado con el Transantiago, y el de la superioridad moral de la Concertación, templada en los años de la dictadura, que ahora está siendo ensombrecida por los casos de corrupción. Creo que estos dos factores hacen que nuestra sensación de inoperancia del aparato público sea mayor a lo que es en realidad. Navarrete cree que, más allá de la discusión sobre el tamaño del Estado, es imprescindible para el país un aparato público más eficiente y profesional que el actual, Desgraciadamente, señala, esta es una discusión que se no se ha abordado con profundidad. La verdad es que ni siquiera ha comenzado. Esto, entre otras cosas, porque se quiere presentar como incompatible la política con la técnica. “Como si la técnica –dice– fuera una cosa distinta de la política en el sector público. Lo que aquí está en cuestión no es que las personas vayan a desempeñar sus cargos sin tener ideas políticas. Lo que está en cuestión es que personas que teniendo esa convicción, tengan a su turno destrezas técnicas adecuadas para el buen desempeño de los cargos”. A su juicio, esa no es la única discusión que falta.

El país, dice, tampoco ha adoptado una definición política de cuáles son los bienes –en qué calidad y en qué cantidad– que la sociedad chilena está dispuesta a garantizarle a los ciudadanos. Y señala que como además cometimos la torpeza de acordar el periodo presidencial a cuatro años, “tenemos que aceptar que seremos cada vez más reacios a alcanzar acuerdos que involucren varios períodos, independientemente de quien gobierne, por la ventaja que le daría al gobierno que haga esa definición”. Así como le preocupa la dilación de desafíos que son fundamentales, a Navarrete también le perturba la crisis de la política. “Quizás esté bien –dice– que la política tenga menos centralidad. Los jóvenes, por ejemplo, en cierto sentido son más apolíticos que antes. Pero al mismo tiempo están más radicalizados. Ojo, esto no significa que la sociedad se haya despolitizado. Lo que ocurre es que la politización es distinta. Todo el movimiento de blogs, fotologs, y foros tiene un potencial movilizador muy superior a los antiguos mítines y manifiestos. El Wena Natty dice de la juventud chilena mucho más que varios de los estudios de Mideplan”. Dice que entender estos fenómenos es difícil. Dice que la Concertación vive una crisis de representación y es víctima de su propio éxito. Dice que no entiende los profundos cambios de una sociedad que ella misma contribuyó a transformar. Dice que las tradicionales respuestas de la política se vuelven insuficientes, porque no son tan concretas ni tan precisas como los ciudadanos quisieran. Yendo más lejos, dice que el desafecto es peligroso, porque se puede traducir en cuadros de violencia e ingobernabilidad difíciles de manejar.

Y ve atisbos concretos en este sentido en el movimiento mapuche, en la movilización estudiantil y en la dinámica laboral.
“Cuando la política –expresa- deja de ser el espacio para tener y zanjar estas conversaciones, los problemas no se terminan sino que revientan, incontrolados en otra parte. Y algo de eso puede estar empezándonos a ocurrir”.

Por Héctor Soto.
Fotos, Gabriel Pérez


Extractos:

La G-80

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Es interesante la lectura que tiene Jorge Navarrete de la G-80, la generación dorada de la DC o la generación de los superintendentes, que por formación y experiencia en la gestión pública dio a este partido en el frente económico-social un plus que no ha tenido en el frente estrictamente político.

-La G-80 –dice Jorge Navarrete, un poco menor que ellos– tuvo una participación muy activa en el proceso de recuperación democrática por su experiencia en la universidad. Es probablemente la generación más brillante de todos los partidos políticos, con nombres como Ferreiro, Quintana, Undurraga, Orrego, Micco, Jélvez, Abedrapo, Frábrega, Inostroza, Saldoval… Habiéndose formado en el extranjero, en buenas universidades, entraron al aparato público desde la política pero aprovechando el espacio de las políticas o de las gerencias públicas. Y alcanzaron destrezas profesionales muy fuertes. El hecho de ocupar una gran cantidad de tiempo en el aparato público, sin embargo, no les permitió mantener o generar redes políticas para potenciarse y asumir otro tipo de responsabilidades en los partidos, en el parlamento, en el gobierno. Es una generación solitaria, sumamente individualista, hija de su tiempo… Su gran pecado es no haber entendido que la suma de las individualidades era superior a las partes y creer que podían hacer una carrera en el aparato público sin mucha conexión con los partidos. Pero la G-80, al final, carece un gran capital político para asumir liderazgos más desafiantes. Las salidas de dos brillantes ministros –Orrego durante Lagos y Ferreiro, ahora– no tuvo costos sino para ellos y para quienes somos sus amigos, pero nada más. Por lo mismo no me compro muchas veces el lamento de mis amigos. Más que incomprendidos, es que cometieron yerros que son de responsabilidad propia.


El o la que habrá de venir

Para Jorge Navarrete, la Concertación no tiene más que estas tres opciones. Y duda que en la Alianza la UDI pueda levantar un candidato propio. Soledad Alvear. Ha demostrado gran capacidad técnica y política como ministra del Sernam, Justicia y canciller durante casi 16 años. Tiene mirada de país y podría representar un proyecto. Pero la crisis que atraviesa la DC y lo que pudiera ser un enfrentamiento electoral muy álgido y duro tanto en los dichos como en las conductas podría jugarle en contra. No creo que el ser mujer también le sea adverso.

José Miguel Insulza. Representa bien el ethos concertacionista y tiene destrezas absolutamente probadas. Pero la distancia le ha traído algunas dificultades. Siendo un maestro –como dicen los futbolistas– en el manejo del tiempo y la distancia, se le ha visto poco fi no en los últimos meses, y eso también puede tener que ver con la ansiedad y con las ventajas de tener un cargo cómodo y grandes posibilidades de ser reelegido. Acá, ni siquiera cuenta con la nominación de su propio partido. Dijo además, que no sería candidato si esto significaba tener que competir hasta el día de la elección en primera vuelta, cosa a la que Alvear sí estaría dispuesta.

Ricardo Lagos. Era la persona mejor calificada para ser el candidato. Pero, habiéndose instalado un fuerte cuestionamiento al legado de su gobierno, es prematuro hacer una evaluación de los daños políticos que esto le ha significado. Sin embargo, por su condición de ex presidente, por su carácter y por cuestiones que tienen que ver con la naturaleza humana, yo no lo veo compitiendo en una elección interna. La posibilidad de que sea el nominado está asociada a que la Concertación se lo vaya a pedir en bloque… en procesión y posiblemente a Caleu.

Por el lado de la Alianza, Jorge Navarrete cree que la UDI cometió un error al dejar caer a Pablo Longueira, a juicio suyo el dirigente que mejor podía interpretar el ethos de su partido. Hoy, si es que Lavín, tal como lo ha venido diciendo, no compite, la UDI terminará desdibujándose en la próxima elección presidencial, porque no tiene a nadie –ni de lejos– capaz de hacerle sombra a Sebastián Piñera.

Según Navarrete el llevar candidato le sirve a los partidos no sólo para proyectar a uno de los suyos a la jefatura del Estado sino también para optimizar su representación parlamentaria y fortalecer su imagen o marca en el mercado de la política, por así decirlo.
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