lunes, 12 de mayo de 2008

Carta de RICARDO HORMAZABAL a Ramón Briones y Hernán Bosselin

Santiago, Mayo de 2008.

Queridos amigos Hernán Bosselín y Ramón Briones:

He recibido copia de las cartas que ustedes han enviado a los miembros del Consejo y a Ricardo French-Davis.
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Con franqueza, lamento el tono de ellas porque, más allá de expresiones críticas que comparto en varios ámbitos, los documentos reflejan una decisión política: la de abandonar la DC. Lo lamento, porque los siento a ustedes como auténticos camaradas, de quienes he aprendido en la coincidencia y en la discrepancia. Además, porque me siento deudor personal por la generosidad demostrada para acompañarme en desafíos internos, tanto cuando gané como cuando perdí. Por cierto, era el análisis político de las opciones existentes y una dosis de amistad la que los hizo actuar de modo tan fraternal. Pero ahora creo que están equivocados. Me da pena, porque están cometiendo el mismo error de mis amigos del MAPU y de la Izquierda Cristiana. Sí, también ellos mencionaban fallas evidentes de la DC como excusa, pero olvidaban los grandes puntos positivos que tiene nuestro partido.

Sé que ustedes no son marxistas —como lo eran mis amigos del MAPU—, aunque me temo que tomen decisiones angustiados por las relaciones personales, como les ocurrió a muchos de la IC. Pero, fraternal y serenamente se los digo: se equivocan, igual que ellos. Ellos dijeron que la DC se terminaba; se equivocaron. Adolfo ha declarado que la DC está muerta. La arrogancia y la soberbia no son buenas consejeras y, al igual que otros en el pasado, Adolfo se equivoca.

¿Porque se van ustedes y adónde se irían?
¿Creen, como Bosco Parra, que hay más Cristianos de izquierda fuera de la DC y que su misión era cristianizar el proceso que dirigían fuerzas marxistas polarizadas, sin plenas convicciones democráticas como las de entonces? No cristianizaron a nadie, aún más, colaboraron a polarizar el país y se sumaron al desplome democrático.

¿Creen que hay más DC fuera del partido para servir los principios del cristianismo de inspiración popular? ¿Piensan que es innecesario el gran aporte de la DC de distinguir los ámbitos de la religión y la política? Las fundadas críticas al modelo económico que emitimos, ¿serán compartidas por los aliados tácticos que está sumando Adolfo y que, más pronto que tarde, se convertirán en estratégicos? ¿Están dispuestos a convertirse, antes de dos años, en compañeros de ruta de los puntales de la dictadura más atroz, de los que sólo sirven los intereses de la ínfima minoría? ¿Están dispuestos a retirarse de la política cuando vuestra conciencia los haga discrepar de Adolfo y no acepten de nuevo sus imposiciones? ¿Quieren repetir los malos e injustificados momentos que vivieron cuando Adolfo sintió que vuestro accionar profesional lesionaba sus ambiciones políticas?

Queridos amigos: están abandonando inmerecidamente a los que seguiremos luchando aquí, donde siempre, donde corresponde, por el mensaje DC, renovado y fortalecido en el Congreso de octubre del año pasado. No olviden que junto con ustedes, aportamos para derribar las barreras fraccionales y producir un debate hermoso, sustantivo, que llevó a acuerdos que fueron celebrados por la casi totalidad de los DC, y, hasta dónde yo sé, sólo lamentados por nuestra pequeña ala liberal. Ala formada por personas decentes y honorables, pero que, en mi modesta opinión, no deben seguir disfrutando de la gran influencia que aún ejercen en el Gobierno y en el Parlamento.

Si vuestra partida se concreta, los liberales se sentirán fortalecidos por un abandono que, más allá de lo cuantitativo, me importa por la calidad de ustedes y que, una vez más, sobrecargará el trabajo de los que nos quedamos el ‘69, el ‘71, y ahora. Si se van, todo apunta que se sumarán al proyecto personal de Adolfo. Que mantengan la amistad y la rieguen todos los días me parece formidable. Pero la distinción entre amistad y coincidencias políticas es esencial. Me he sentido amigo de Adolfo y, desde mi perspectiva, mantengo el afecto que construimos en más de 40 años, marcados más por la discrepancia interna que en la coincidencia. Pero Adolfo no quiere amigos de clases distintas a la de él. Él quiere seguidores incondicionales.

Entiendo la presión personal. Eran amigos míos muchos de los que se fueron al MAPU y a la IC. Lo siguieron siendo después y lo son hasta ahora. Pero siempre nos dijimos, con respeto, pasión y resultados distintos en lo político, que estábamos mutuamente equivocados Para ustedes, yo soy el equivocado. Respeto esa posible conclusión. Puedo equivocarme, pero sin soberbia, no creo estarlo en esta materia.
Ustedes saben que, en mi opinión, Adolfo tenía el legítimo derecho de aspirar a la Presidencia de la República dentro del partido de toda su vida, que sirvió, como todos, con sus virtudes y defectos. Por méritos y perseverancia, él ocupó los cargos más importantes y destacados que un militante puede aspirar. Pero no tuvo en su momento, y no la tiene ahora, la mayoría necesaria para alcanzar esa meta.

Entonces afloró su excesiva ambición. Dejó de tener en cuenta el Bien Común y ahora sólo persigue su bien personal. Ustedes mejor que yo saben que él buscó que lo expulsaran, rechazando los caminos que ustedes mismos le ofrecieron para tratar de revertir su expulsión.

Pero él necesitaba salir como mártir, y lo consiguió, entre otras razones, por nuestra incapacidad de encontrar una respuesta distinta. Pero Adolfo escribió, sin ustedes, el guión de una Crónica de una Expulsión Deseada, porque la necesitaba para sus planes personales. Si ustedes se van, se integrarán al proyecto individualista y autocrático de Adolfo. Lo conocen como yo y saben que su tendencia a escucharse a sí mismo y a nadie más ha crecido con el tiempo. Si es por amistad, los entiendo, aunque me duela.

Si es por corregir las fallas y omisiones de la DC, se equivocan tajantemente.

Me encuentro entre los que creen que Adolfo no venderá sus ambiciones por un cargo en el Senado. Él será candidato presidencial. Cuenta con los recursos económicos personales, los del grupo económico que siempre ha confiado en él y sumará ahora, un apoyo internacional de fuerzas conservadoras que quieren terminar con la Concertación chilena e integrar a la DC a las fuerzas conservadoras mundiales, en las que, junto a fuerzas muy respetables, se integran los cómplices de dictaduras tan feroces como la franquista y la de Pinochet. Les consta a ustedes cómo trabajamos con nuestro querido Narciso Irureta para enfrentar la estrategia de expulsar a nuestros amigos vascos. Perdimos entonces y perderemos en el futuro si logran debilitar a la DC.

Queridos amigos: no pueden irse; los necesitamos.

Pero si se van, con respeto y aprecio, debatiremos en público y privado, si insisten en afirmar que se van por que la DC está llena de corruptos o entregados al poder económico. No nos injurien a la mayoría de mujeres y hombres honestos que seguimos creyendo en la DC. Ni ustedes ni nosotros necesitamos recriminaciones morales indebidas. Por coherencia con los principios que en común sustentamos, respetémonos como personas y debatamos con fuerza sobre las diferencias reales.

Cuando se hagan discursos para cambiar el modelo, seguiremos preguntando, como lo hemos hecho en las Juntas Nacionales, dónde estuvieron los votos de Adolfo en las privatizaciones, en las pesqueras, en las AFP. Que dice el programa que, como presidente de la DC, presentó a la Concertación y a la candidata. También habrá que responder cómo se cambia el modelo aliándose con los que más profitan y disfrutan de él. Los de la IC al irse no dijeron —como sí lo hicieron los MAPU— que se integrarían a la UP. Pero Adolfo ya empezó a negociar: la Presidencia del Senado, los cupos para las municipales y parlamentarias. Esa conducta está en las antípodas de la Falange, que prefirió ser un ínfimo pero honorable 3% durante más de 20 años antes que pactar con quienes tenía discrepancias profundas. Eduardo Frei Montalva quería ser Presidente de Chile desde muy joven, —escribía el sacerdote Oscar Larson— pero no transó sus propuestas, ni sacrificó a la Falange por su legítima ambición.

El proyecto de Adolfo, principalmente personal, significará la concreción de la Derecha Cristiana, instrumento de una candidatura presidencial egocéntrica y condenada al fracaso. Servirá sólo para negociar cargos y poder de la peor forma, como ya lo hizo Adolfo con el actual Gobierno en sus inicios. Allí se acalló la crítica; se ocultó la convicción de que la Concertación no servía. Ministerios, intendencias y cargos menores, fueron los treinta denarios del momento. En el futuro, el precio dependerá del mercado. Cómo se den los votos en la elección presidencial, será la negociación de cargos para apoyar en la segunda vuelta a la derecha.

A Hernán personalmente y a Ramón —a través de Hernán— le pedí que no se fueran. Que los necesitábamos. Hoy se los ruego, una vez más. Es por respeto a vuestra calidad humana e intelectual. A lo que hemos hecho y, sobre todo, a lo que podríamos seguir haciendo en este partido.

Hernán, Ramón: no se vayan. Los acuerdos del Congreso son una guía para el presente y futuro próximo. Utilicemos las instancias internas pertinentes para todo lo que haya que debatir. Recurramos a ese maravilloso, generoso e indispensable árbitro que es el auténtico militante DC para resolver las controversias. Necesitamos aplicar los acuerdos del Congreso, elegir a la figura presidencial que nos represente, convencer a la Concertación que sólo una figura DC garantiza ganar el 2009, ó levantar nuestra propia propuesta para evitar un cambio del escenario político dañino para las clases medias y el pueblo, y que podría extenderse por 8 ó 12 años.

Amigos: no se vayan. Ayúdennos a superar las carencias y a potenciar las virtudes de la DC para servir mejor a Chile y al mundo.

Fraternalmente,
Ricardo Hormazábal Sánchez
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