En el año de los grandes contrastes, poco debería sorprender a los inversionistas. Pero esto de tener a las potencias económicas con tasas de interés casi en cero, con riesgo de deflación y una banca que se resiste a retomar su actividad crediticia normal, parece demasiado. ¿Qué pasa si todas estas medidas no funcionan?
Es el fin de un instrumento”. Las palabras de Renzo Rossini, el gerente general del Banco Central de Perú, resonaron ante un repleto auditorio de Lima que analizaba los argumentos y alcances de la fuerte reducción en la tasa de interés decretada por la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). Y es que tras años de confianza en la política monetaria como mecanismo para regular la oferta de dinero en la economía, la sensación de escasez de herramientas convencionales comenzó a adquirir ribetes de orfandad.
En el último mes, la Fed fijó su tasa de instancia en un rango entre cero y 0,25%, el Banco de Japón bajó la suya a 0,1%, el Banco Central Europeo hizo el mayor recorte en su historia a 2,5%, mientras que el Banco de Inglaterra establecía un mínimo en 57 años, con una tasa de 2%. Y los expertos esperan nuevos recortes en Europa.
A medida que las tasas se acercan a cero, disminuye el espacio de maniobra para las autoridades. Aparecen, entonces, las medidas no convencionales y el temido fantasma nipón: el quantitative leasing o relajamiento cuantitativo, una estrategia usada por Japón para salir de su crisis en los 90. Y podría ser un arma clave en el arsenal de medidas que analizan las autoridades para lograr la recuperación económica.
En el relajamiento cuantitativo, un banco central abandona el foco usual en las tasas de interés o precio del dinero, para concentrarse en la cantidad de dinero que proporciona a la economía. Es una forma extremadamente relajada de política monetaria, que exige la máxima atención de las autoridades para sacar rápidamente liquidez del sistema una vez que la recuperación se inicia y no caer en hiperinflación. Los riesgos que conlleva hacen que sólo se considere cuando la economía está extraordinariamente débil y se han agotado las otras opciones.
Por cierto, no es necesario que las tasas estén en cero para aplicarla, ya que la idea es inyectar grandes cantidades de dinero a la economía, mucho más del que se necesitaría para alcanzar la tasa de instancia en el mercado. El éxito, en todo caso, no está garantizado, como bien lo saben los mismos japoneses que por años vivieron una compleja mezcla de tasas reales negativas y deflación.
Ben Bernanke es un reconocido experto en crisis. En 2002, siendo un gobernador de la FED, planteó que cuando las tasas bajan a cero y hay una amenaza real de deflación, la Reserva debe aumentar la liquidez “mediante compra de activos”. Mervyn King, el gobernador del Banco de Inglaterra, comentó ante los parlamentarios británicos que “no está claro que deba tener o tenga un contenido operacional significativo” la tasa de interés de referencia
Decepción
En períodos normales, los recortes de tasas de interés aumentan la demanda por tres vías: animan a la gente a gastar ahora y a ahorrar menos, hacen bajar la moneda y mejoran la actividad comercial y apoyan los ingresos de los deudores, que tienden a estar más limitados que los ahorristas. Pero los tiempos que vivimos están lejos de la normalidad y los mecanismos de transmisión no parecen estar funcionando. Tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, las tasas para consumidores y empresas siguen porfiadamente altas.
Los expertos explican que la tasa oficial es una tasa de corto plazo, libre de riesgo. Prácticamente nadie en la economía real está en condiciones de pagar esa tasa: hogares y empresas se endeudan a plazos más largos, lo que genera un riesgo y, además, pueden incumplir, lo que crea otro riesgo. En el caso británico, una extrema aversión al riesgo ha hecho que sólo las tasas de los papeles del gobierno sigan la trayectoria bajista de los tipos oficiales.
Aunque la Libor también ha bajado, Mervyn King, el gobernador del Banco de Inglaterra, comentó hace algunas semanas al Parlamento británico que ahora es “en muchos modos, la tasa a la que los bancos no se prestan entre sí, y no está claro que deba tener o tenga un contenido operacional significativo”.
En cambio, las tasas hipotecarias siguen altas y sólo quienes tienen créditos con tasa variable han visto algún beneficio de los recortes. Según Financial Times, son las empresas las que han visto menos beneficios: el costo de endeudamiento con los bancos ha permanecido en 7% por los dos últimos años y el temor ha disparado los costos en los mercados de bonos para las empresas de menor calificación.
Estos movimientos limitados en las tasas que pagan personas y empresas son el resultado de la crisis de crédito y explican por qué los bancos centrales están tomando otras medidas.
Inundación de dólares
La decisión de la Fed de recortar sus tasas de interés a un rango entre cero y 0,25% no causó gran impacto, considerando que en el mercado la tasa había estado prácticamente en cero por un mes. Lo que sacudió a los observadores fue la crudeza del comunicado, que desnudó la severa crisis que afronta Estados Unidos, y la decisión de inundar de dólares al sistema financiero para revivir a la economía. ¿Cómo? Con las compras de deuda y títulos del Tesoro.
Claro que la Fed y, en menor medida, el BCE ya habían comenzado con el relajamiento cuantitativo, lo que es evidente en el dramático aumento de sus balances. Desde agosto, las reservas totales de instituciones depositantes en la Fed se multiplicaron por catorce, pasando de unos 44 mil millones de dólares a 644 mil millones. Y los pasivos del BCE llegaron a 216 mil millones en octubre, una variación diez veces superior al mes previo.
Para los observadores, la apuesta de Ben Bernanke, presidente de la Fed, es fuerte. Hay quien comenta que este es el momento para el que Bernanke, reconocido estudioso de la Gran Depresión, se ha estado preparando toda la vida. Después de todo, es un principio establecido que las autoridades monetarias estadounidenses actuaron como observadores durante la crisis de 1929, lo que permitió que la crisis se arraigara y que la depresión durara tanto. Bernanke está decidido a evitar que pase lo mismo. Ya en 2002, cuando era uno de los muchos gobernadores de la Fed, planteó en un discurso que cuando las tasas bajan a cero y hay una amenaza real de deflación, la Reserva debe aumentar la cantidad de dólares en el sistema “mediante la compra de activos”. No puede parar la recesión, lo que busca es salir de ella lo antes posible.
Antecedente histórico
¿Funcionará? El que Japón sufriera una “década perdida” a pesar del relajamiento cuantitativo no es el mejor de los antecedentes respecto de la efectividad de la política. Nunca eliminó por completo la deflación (fantasma que algunos ya prevén para las potencias mundiales como consecuencia de la menor actividad económica y la brusca caída de los commodities), síntoma clave de los males nipones. Y la recuperación en el crecimiento del PIB japonés entre 2004 y 2007 podría deberse más a la fuerte demanda china por exportaciones.
Pero hay consenso en que sin esta medida, la situación habría sido mucho peor. Incluso, otros señalan que el relajamiento cuantitativo se introdujo tardíamente –varios años después del estallido de la burbuja–, lo que permitió un mayor deterioro de la situación.
Si la Fed inunda el mercado con dinero por suficiente tiempo, a la larga derrotará a la deflación. Los optimistas creen que la artillería monetaria del organismo, junto con las armas fiscales de la entrante Administración Obama, tienen la potencia suficiente como para generar una recuperación si se usan plenamente. Pero si ocurre, no será antes del segundo semestre de 2009.
El relajamiento cuantitativo no puede evitar que haya severas recesiones en Estados Unidos, la eurozona y el Reino Unido, considerando el rápido debilitamiento de la demanda. Una de las muchas señales de la menor demanda es la caída en el precio del petróleo: los conductores en Estados Unidos están manejando menos porque la crisis borró su patrimonio. Han caído los precios de las viviendas y acciones y el desempleo está aumentando.
Además, las autoridades tienen que resolver un problema que también complicó en su minuto al Banco de Japón: que el enorme incremento de la oferta de dinero sólo llega a los consumidores y reactiva la demanda si los bancos están dispuestos a prestarlo. Y en muchos casos, los mercados de crédito siguen congelados, ya que los bancos aún están preocupados por su supervivencia y siguen acaparando dinero. El banco central puede darles el dinero, pero no puede forzarlos a prestar.
Eso es lo que conduce a los otros planes en marcha en la Fed y el BCE en términos de compra de activos como los efectos de comercio, lo que en la práctica hace que los emisores sean bancos para la economía real.
El riesgo
Los reguladores han roto tantas normas convencionales en su respuesta a la crisis, que el potencial para errores es elevado. A medidas más extrañas, mayor incertidumbre. Por ejemplo, la compra de activos aumenta el riesgo de pérdidas.
Pero la principal preocupación es la inflación. ¿Se podrá revertir la inundación de liquidez con rapidez suficiente cuando el ciclo cambie? ¿Verán a tiempo las autoridades el cambio de ciclo? Porque una vez que permute, las autoridades querrán esperar a que la reactivación se afirme antes de cambiar su postura. No olvide que una de las razones por las que se creó la actual burbuja de activos es que en Estados Unidos las tasas de interés eran demasiado bajas en momentos de crecimiento económico.
Claro que lo de la inflación es en el mediano plazo. Ahora, hay muchas otras preocupaciones inmediatas en la cabeza de las autoridades.
Ben Bernanke; Es un reconocido experto en crisis. En 2002, siendo un gobernador de la FED, planteó que cuando las tasas bajan a cero y hay una amenaza real de deflación, la Reserva debe aumentar la liquidez “mediante compra de activos”.
Mervyn King,; El gobernador del Banco de Inglaterra, comentó ante los parlamentarios británicos que “no está claro que deba tener o tenga un contenido operacional significativo” la tasa de interés de referencia
Fuente: Revista Capital.
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