jueves, 8 de enero de 2009

Eduardo Frei y la fuerza de la voluntad.

La Concertación despejó su opción presidencial. Lejos de los pronósticos que auguraban un desenlace sangriento, el tema se resolvió sin traumas dramáticos. Hace diez semanas, Soledad Alvear renunció a la presidencia de la Democracia Cristiana y a su participación en la disputa presidencial. El 4 de diciembre el ex Presidente Ricardo Lagos declinó definitivamente su postulación. Y este pasado lunes, inaugurando el año político, José Miguel Insulza no sólo concluyó su participación en la definición, sino que también llamó a apoyar la candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Es la quinta resolución presidencial de la Concertación en veinte años, nuevamente unitaria y resultante de un proceso original, tal como ocurrió en las cuatro oportunidades anteriores.

La decisión en favor de Frei es a pesar de las encuestas. Hasta seis meses atrás, los sondeos no daban un peso por él. Estaba cuarto en el ranking de opciones de la Concertación. Hoy es el candidato.

Frei obtuvo un histórico 57,9 % de la votación en la elección presidencial de 1993. Ya antes había sido electo senador por la Región Metropolitana con primera mayoría. Pero se decía que esto era el resultado del patrimonio del padre. Hoy sólo cabe decir que el hombre se las trae. Si uno sigue su trayectoria, tomando incluso su prematuro surgimiento como candidato presidencial en la coyuntura en torno al plebiscito de 1988 —cuando, entre otros, gozaba de las simpatías de un entusiasta Sebastián Piñera—, ya se observa su obstinación, lucidez y perseverancia para sacar adelante sus proyectos.

Contra las encuestas, la mayoría de su partido, las preferencias de los líderes de las otras colectividades de la Concertación, Frei se instaló nuevamente a la cabeza de la coalición, en un desenlace en buena medida impredecible, pero categóricamente dominado por la racionalidad. La presidencial de diciembre de 2009 dejo de ser carrera corrida para la oposición y su resultado está abierto.

Queda así entonces constituido el cuadro presidencial entre las grandes coaliciones. Pero en esta elección hay otros dos grandes invitados: la crisis económica y el sistema electoral de inscripción automática y voto voluntario.

El Gobierno será inevitable protagonista de esta elección. Si mantiene su buen desempeño enfrentando estas dificultades, puede consolidar su popularidad y prestigio y contribuir a fortalecer la opción de la Concertación. Si, al revés, se observa lentitud e incompetencia en adelantar acciones y diseñar políticas con oportunidad y eficiencia, el impacto lo vivirá la candidatura de Frei. Más que una evaluación del manejo de la economía hace diez años, será el actual trabajo gubernamental el que definirá en buena medida la elección presidencial de fin de año.

A su vez, las modificaciones del sistema electoral, si ocurren, cambiarán el padrón de modo relevante. Se apuntan cuatro millones de potenciales electores nuevos, que tomarán la decisión de concurrir a las urnas sólo en el último momento y si los candidatos, sus campañas, su carácter y sus propuestas los convencen.

Por el lado de la Alianza y de su candidato Piñera, se observa una conducta conservadora. Tradicionalista en la conformación de los equipos. Son los mismos que han perdido las últimas cuatro elecciones presidenciales (o cinco, si sumamos el plebiscito de 1988). Se escuchan también de ese lado muy pocas nuevas ideas. Entiendo que asumen que un esquema de bajo riesgo los conducirá esta vez a La Moneda. Pero Frei demuestra que la política es por sobre todo voluntad humana en acción y que la voluntad puede cambiar radical y afortunadamente los escenarios, a veces en tiempos breves. Esa es la lección de esta definición presidencial.

Por Ricardo Solari. – La Segunda.
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