lunes, 11 de mayo de 2009

Opus y Mapus.

Leí el libro MAPU o la seducción del poder y la juventud, de Cristina Moyano (ediciones Universidad Alberto Hurtado), que será lanzado el próximo 19 de mayo. El texto me trae a la memoria una época intensa. Y una teoría muy personal: así como el Opus Dei les ofreció a los empresarios y católicos conservadores la posibilidad de ser ricos sin sentir culpa y los acogió espiritualmente, el MAPU funcionó como un continente para los jóvenes que podían ser, sin contradicciones, de izquierda, clase alta y cristianos.

MAPU o la seducción del poder y la juventud -de Cristina Moyano, ediciones Universidad Alberto Hurtado-, nos trae a la memoria cómo se formó, destruyó y luego resurgió de las cenizas dicho partido para modernizar a la izquierda chilena.
El capítulo clave es el tercero. Aconsejo leerlo primero y después seguir con los otros. Es interesante recordar a través de la lectura del libro aquellos detalles que a uno se le han ido esfumando de esa época tan intensa: entre fines de los años 60 y comienzos de los 80.

Yo los viví como estudiante de la UC, y desde la acera del frente de la del MAPU, desde el entonces recién nacido Movimiento Gremial.

Lo primero que se me viene a la cabeza con el MAPU es el discurso de Jacques Chonchol, al emigrar de la DC, culpando al entonces gobierno de Frei Montalva de "inventar una sequía para detener la reforma agraria…". Efectivamente, en 1968 se produjo en la zona central de Chile la sequía más grave de la historia reciente del país (en Santiago llovieron no más de 5 mm en el año). Y Frei, que atisbaba cómo la sociedad se crispaba por la reforma agraria, parecía tener pocas ganas de seguirla profundizando, se acercaban las elecciones del 70 y tanto Allende como Tomic se disputaban quién era el más izquierdista.

Entre los "emigrados" de la vieja DC, aparte de los fundadores -Chonchol, Jerez, Gumucio y otros- estaban nuestros viejos conocidos de la "toma" de la Católica el año anterior: Miguel Ángel Solar, Juan Gabriel Valdés, Marcela Serrano, Rodrigo Egaña y tantos otros. Eran la mejor cepa de la JDC de la época. Se anticiparon con la toma incluso a Daniel Cohn-Bendit en París. La impresión general era que los que se habían quedado en la DC eran mamones. Se rumoreaba incluso que la admisión al MAPU era by appointment only. Todo muy selectivo.

La FEUC pasó de inmediato a manos del MAPU y con ello la DC perdió su ascendiente. En la elección siguiente, la Federación quedó -por fin- en manos del Movimiento Gremial encabezado por Ernesto Illanes. Fue una pugna dura, pero no violenta. Tanto así que, por ejemplo, Hernán Larraín -sucesor de Illanes en la FEUC- pololeaba con Marcela Serrano, presidenta -MAPU- del centro de alumnos de Arte. Mientras, la DC-UC era liderada por ahora viejos conocidos de la Alianza: Pedro Pablo Díaz, su presidente; José Piñera, candidato DC a la FEUC 70; Sebastián Piñera -menos activo-; y Pablo Piñera, fiel a sus raíces hasta hoy.

Al principio de los tiempos, los mapucistas eran civilizados: no buenos para los combos y lanzar sillas como los del MIR. Tampoco eran lanas: más bien eran caballeritos. Mal que mal venían -a lo menos los de la Católica- de los mejores colegios y de las mejores familias de Chile. Había algunos inteligentísimos como Luis Badilla (¿qué será de él?), capaz de encachársele al propio Jaime Guzmán en los memorables foros de la casa central de la UC. A Jaime sólo lo vi aflojar en foros con Badilla y con Luciano Cruz del MIR.

Adiós a las culpas

Pero vamos a lo más central. Les explico mi teoría de opus y mapus.

El Opus Dei abrió una posibilidad para que los empresarios pudieran serlo sin sentir culpa por ser ricos y pasaran raudos las puertas del cielo (antes, se decía que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja… La Obra achicó el camello o agrandó la aguja, no sé cuál, pero a fin de cuentas se lograba el objetivo). Seguro que las intenciones de Monseñor Escrivá de Balaguer no fueron precisamente ésas, pero parte influyente de la sociedad encontró en ellos las respuestas que necesitaban: no a la teología de la liberación, no a la píldora, no a la culpabilidad por la riqueza: si hacemos las cosas bien hechas, nos esforzamos lo suficiente y seguimos ciertos cursos de acción, podemos dejar atrás las molestas encíclicas sociales, a los curas socialistas y a los jesuitas del Padre Hurtado.

En el otro extremo está el MAPU -el fundacional, cristiano- como nueva y válida expresión para católicos "modernos" que sin renunciar al catolicismo, ni a los sacramentos, pudieron ser parte de la izquierda militante. Porque la izquierda pre-MAPU iba desde los miristas -que por violentos eran condenables en esa era temprana por los cristianos de izquierda-, los socialistas -ateos e irreligiosos, aparte de moralmente "desordenados"- hasta los comunistas -que hasta ese entonces eran "intrínsecamente perversos".

Socialmente para los jóvenes de clase acomodada los miristas eran pares sociales pero inaceptables por sus actos (asaltaban bancos y todo), los socialistas y comunistas, de raigambre proletaria, no tenían profundidad filosófica y contaban con una historia poco amable para con las clases acomodadas. Por eso, el MAPU daba todas las facilidades del caso: un ambiente de pares, de origen común por su educación escolar y universitaria. Familias DC y de ex conservadores. Católicos militantes que tenían hasta su propia y respetable teología: la de la liberación. Análisis social de un marxismo moderno a la Gramsci, Althusser o Marcuse. El paradigma de París en vez del cubano o del ya desprestigiado comunismo moscovita (ese mismo año, las tropas rusas invadieron Praga y arruinaron el experimento social checo).

En resumidas cuentas, en los inicios fundacionales del MAPU se podía ser caballero, profesional y además de izquierda, igual que en Francia y en Alemania (España vivía aún el oscurantismo franquista y EE.UU. y los ingleses nunca han sido izquierdistas en el verdadero sentido de la palabra). Ya los comunistas no los tildarían de beatos en la FECh y los lazos con los ex conservadores de la DC (apoyada por el imperialismo yanqui de la época) se cortaban drásticamente.

Seguro que, al igual que San Josemaría en su caso, los fundadores no quisieron eso: tenían pensamientos mucho más revolucionarios de redención del pueblo, cambio social impaciente y socialismo radicalizado. Pero de verdad, al final de los días resultó ser -y ahora lo palpamos cuando les ha tocado actuar de veras en el poder- un espacio para que profesionales de elite se hicieran parte del gran movimiento socialista chileno que en ese entonces ganaba adeptos a saltos cuánticos y derrotaba a la derecha en Vietnam, Europa y América Latina.

Capital humano para la UP

En los años 60 sólo el 5% de los jóvenes chilenos llegaba a la universidad. Así, la entrada del MAPU a la UP significó una inyección a la vena en términos de capital humano para radicales en proceso de senilidad y para partidos obreros como el PS y el PC que no contaban con profesionales universitarios en sus filas.

Salvador Allende no tuvo más opción que reclutarlos en masa en los ministerios, subsecretarías y, luego, en las empresas expropiadas, lo cual les sirvió para aprender las cosas que no se debían hacer desde un gobierno. Lamentablemente, la polarización y locura de aquellos años los llevó "hacia la extrema izquierda", dejando de lado su modernismo y su espacio natural en la política. Eso condujo a su división y luego -en la práctica- a la desaparición como partido político. Vale la pena recorrer en el libro esta época, la más amarga de su historia.

Sus relaciones sociales los libraron -salvo casos excepcionales- del destino fatal que tuvieron los cuadros del MIR, el PC y el PS. Como no apoyaron la vía armada durante la dictadura (mal que mal, seguían siendo católicos que aborrecían la violencia), pudieron construir -en alianza con la DC- una cara amable y creíble para una oposición que alcanzó un final pacífico y exitoso, imposible de imaginar si hubiese sido comandada por la dupla PS- PC.

Menos mal que estuvieron.

Por su educación e inteligencia, le dieron a la Concertación naciente los mejores ministros, también los mejores y más preparados de sus parlamentarios. Es una verdadera pena que José Miguel Insulza no haya estado en la carrera presidencial: era la "coronación" de la generación MAPU.

Desde la derecha vemos con desesperanza la "toma" de la Concertación por parte del PS, ex miristas y viejos funcionarios de la DC. Porque después de los desencuentros evidentes de los 60 hay que reconocer que en términos de políticas públicas son los ex MAPU nuestros contendores más cercanos. Y los viejos tercios de la DC y del PS, los más lejanos.

El MAPU, por todas las razones equivocadas de aquellos años locos de fines de los 60, le hizo un favor a Chile al salirse de la vieja DC. Eso los validó ante una izquierda cavernaria. Y en el retorno a la democracia, ante una derecha incrédula y un empresariado escéptico.

Y a ellos les debemos una transición que -a pesar de las críticas de la ultraizquierda- es ejemplar y exitosa. Sin el MAPU -o más bien sin mapucistas- habríamos tenido un país muy diferente: más violento, menos pacífico y más retrasado.

Por César Barros – Revista Que Pasa?.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Por justicia y objetividad sugiero publicar la respuesta a esta columna publicada el viernes 15 de mayo en Revista Qué Pasa por Alfredo Zelaya, titulada "Opus Dei y Cuestión Social".