Dice lo que piensa, sin filtros, y se lo toma con humor. Cuenta que a Marco Enríquez-Ominami no le entiende "mucho cuando habla" y que es "un chiquillo muy idealista". En casos específicos, se define a favor del aborto terapéutico. También de las uniones civiles entre personas de un mismo sexo. Y tiene la certeza de que volverá a La Moneda.
Son las diez de la mañana del jueves 14 de mayo y Martita Larraechea recorre el Museo Interactivo Mirador (MIM), en La Granja. Con blue jeans, suéter y chaqueta verde cata, muy peinada y muy maquillada, juega como una niña más, se sorprende, se saca fotos con los niños, le sacan fotos con celulares, la abrazan. Ella cuenta que sus nietos se fascinan con el piano por el que se camina encima y que en Epcot Center hay una película estupenda que enseña a los niños "cómo se hacen las guaguas", que sería muy bueno tenerla aquí. La tenemos –le dice la directora del museo– pero le explica que la tuvieron que sacar para instalar la exposición dedicada al cerebro humano.
- ¡Monseñor Medina la sacó! - bromea Martita, y el grupo que la rodea estalla en carcajadas.
Más tarde, y antes de partir a una actividad en la comuna de El Bosque, donde se va a juntar con su marido, Eduardo Frei, lanza a quienes la rodean: ¡Cuidado con lo que digan, que lo pueden subir a Youtube! Más carcajadas.
24 horas atrás, Martita Larraechea estaba en su casa en Las Condes. Ese día, sentada en el living, la idea de hablar sobre el video de Youtube no le causó gracia.
–Después del video, donde habló de Soledad Alvear, ¿ha sido una semana muy difícil para usted?
–No especialmente –dice sonriendo. Y a eso no me voy a referir. Caso cerrado.
–¿Se siente incomprendida a veces, sola?
–Fíjate que me gustaría a veces sentirme un poquito sola porque estoy siempre rodeada de gente. Pero no, afortunadamente no. Nunca me he sentido sola. Además, sé el apoyo que tengo en Eduardo, que es muy fuerte. Él y yo nunca nos sentimos solos. Siempre nos apoyamos.
–¿Y qué sintió cuando su marido salió a desmentirla?
–Te dije que no voy a hablar de eso. Caso cerrado. Soy muy positiva, tira para arriba. Siempre busco la salida.
–Usted es muy espontánea. ¿Cree que en política es un defecto suyo?
–No. A la gente le encanta llevarme a programas de radio y soltarme la lengua - dice riendo a carcajadas. Pero no, no tengo problemas con eso. Nadie me ha dicho que sea menos espontánea. Tampoco sabría cómo hacerlo: es parte de mi personalidad no más. Cuando estaba en la Presidencia comentaban que yo me salía del protocolo, pero el protocolo, en general, es mucho más libre de lo que la gente cree. Soy una persona súper frontal, nunca me guardo nada, y creo que eso me hace ser sana por dentro. Por ejemplo, cuando las niñitas eran más lolas y tenía un problema con una de ellas, aunque sabía que iba a ser larga la conversación y que iba a ser dura, yo iba y paf: tenemos un problema. Nunca he escondido la cabeza , nunca, nunca, nunca. No tengo deudas por saldar. Lo que he tenido que hacer o decir está dicho y hecho.
–Dicen que usted no olvida cuando alguien habla mal de su familia. Que pasa a las personas a una lista negra.
–Es al revés. Mi suegro me enseñó una cosa muy cierta. Me dijo: Nunca te pelees con nadie por política, porque después ellos se ponen en la buena y tú te quedas enojada. Es lo mejor que me pueden haber dicho. Tendría que sentarme a pensar si alguna vez un señor me hizo algo porque no sé, no me acuerdo.
–¿Y qué cosas la desarman, le dan rabia, entonces?
–La muerte. Me da rabia, me da pena, porque me ha quitado a las personas que más quiero. Y es algo contra lo que no puedes luchar ni hacerte la lesa, ni ser positiva, ni nada. Además, la pena profunda dura eternamente, por lo menos en mi caso. Por ejemplo, hasta el día de hoy pienso "voy a preguntarle a mi mamá". ¿Y cómo voy a preguntarle a mi mamá si murió hace 20 años? Mi papá falleció cuando yo tenía 19 años: todavía lo resiento. Cuando mi marido estuvo gravemente enfermo fue terrible para mí, porque pensé que se iba a morir. Ahí me desarmé, quedé totalmente paralizada: sentí como que se abría un hoyo y yo me iba a caer adentro.
Martita se emociona y añade: "Toda la vida, cuando él me preguntaba algo, yo le contestaba: ¿Qué sería de tu vida sin mí? Pero cuando Eduardo estuvo enfermo me di cuenta de que eso no era así. Cuando cumplimos cuarenta años de matrimonio (el próximo septiembre cumplimos 42) hicimos una misa súper linda con nuestra familia y nuestros amigos. Ahí hablé y le dije en frente de todos: Toda mi vida te he dicho: ¿Qué sería de tu vida sin mi? Pero la verdad es: ¿Qué sería de MI vida sin ti? Así es".
"Marco Enríquez es un chiquillo muy simpático"
Martita reconoce que esta campaña es diferente a la que vivió en 1994: más dura, con ataques personales.
"Controlan a mis hijas, han ido a la Fundación. Varias veces han pillado a gente sacándoles fotos a las patentes de los autos, seguramente para ver si pillan un auto fiscal o algo así. Encuentro muy agresivo el tono: ellos tienen personeros fundamentalmente para estar tatatatatata (con nosotros). En cambio yo no toco ni sé lo que hace la familia, los hijos (de Piñera). Me imagino que son todos brillantes, estupendos, pero no me voy a meter en la vida de ellos. Menos con la Cecilia Morel, que era compañera mía. Nosotros nos conocemos de toda la vida".
–Y la Concertación, ¿por qué cree que está tan desordenada?
–No es desorden, yo creo que se magnifica... Evidente que se tiene que producir desorden, si somos humanos, tienen que haber diferencias de opiniones, obvio.
–¿Qué opina de Marco Enríquez-Ominami como candidato?
–Lo encuentro un chiquillo muy simpático, lo he visto, he estado con él, con su señora, conozco mucho a su madre, la Manuela, y creo que él representa una opción distinta, una opción idealista. ¿Y qué? ¿Acaso le vas a tapar la boca, lo vas a descalificar? ¿Por qué? Todo el mundo cabe en este país. El tema es tener conciencia de que nuestra meta es ganarle a la derecha.
–¿Cree que él no tiene conciencia de eso?
–No sé si la tiene porque no estoy en su cabeza (...) Pero si me preguntas a mí, más que tremendos proyectos, en el momento de votar voy a pensar a quién le voy a entregar el país por cuatro años. Ése es el meollo.
–¿Marco Enríquez-Ominami ofrece confianza y credibilidad a la gente?
–Como te digo, no sé lo que piensa. Lo escuché por la radio, me costó un poquito entenderle, pero lo siento como un muchacho muy idealista: está bien, los jóvenes son así. Pero no sé, no me gusta opinar de los demás tampoco. Uno debe opinar de su candidato y de lo que esperamos de él en esta elección para que gane y haga un buen gobierno después.
–¿Lo ve como Presidente de la República?
–¿A mi marido? Por supuesto.
–No, a Marco Enríquez-Ominami.
–¿Cómo te voy a decir si no tengo una bola de cristal? No sé, fíjate, nunca me lo he preguntado.
–¿Y se imagina como Primera Dama a una mujer del mundo del espectáculo?
–Nadie te puede vetar por eso.
–Se sabe que don Eduardo está preocupado, por los díscolos, por el desorden, ¿Cómo lo ve usted?
–Yo lo veo regio. Pero si quieres saber lo que pasa por su cabeza entrevístalo a él, no tengo idea. Pero yo lo veo como una persona que está con una pasión enorme. Lo que pasa es que no se ve contento porque no tiene cara de risa, pero está haciendo lo que él quiere y lo que siente que tiene que hacer.
–¿Qué opina de que Fernando Flores vote por Piñera?
–Paso. Además, ¿qué tiene que ver Flores con él? Eduardo no tiene ni un milímetro de su sueño perdido por el señor Flores. Nada está más lejos de su mente. Él tiene sus objetivos por delante. ¿Cómo va a estar triste con todas las cosas buenas que nos están pasando? La gente está llegando a borbotones a trabajar por él. Y no es una persona depresiva, para nada. Evidente que tendrá preocupaciones, como tenemos todos en la vida, pero nada tan importante ni grave que le haga perder el sueño... Tiene una capacidad para dormir increíble.
–¿Cree que en algún momento se ha arrepentido de haberse lanzado en esta carrera por segunda vez?
–¿Él? ¿Pero cómo se te puede ocurrir? ¡Por ningún motivo! El día que lo entrevistes pregúntale, pero yo te puedo decir desde acá que yo no lo veo que esté arrepentido de nada, ¡pero por favor!
–¿Se ve en La Moneda de nuevo?
–Sí, fíjate –dice riendo. No te voy a decir que despierto todos los días pensando en las ganas que tengo de estar en La Moneda. Más que eso, es un proyecto político y social lo que nos interesa. Más que estar sentada en La Moneda.
Al día siguiente de esta conversación y horas después de su visita al MIM, Martita va al encuentro con el candidato de la Concertación en la piscina municipal de la comuna de El Bosque. Adentro del agua está lleno de mujeres. Cuando la ven, todas gritan y se quieren sacar fotos con ella.
- ¡Si hubiera sabido habría traído mi bikini!, es su grito de saludo.
Las mujeres la rodean. Unas le piden que traiga a Marcelo Salas al estadio comunal, porque los niños de la zona no tienen plata para comprar una entrada para la despedida del crack de la U. A otras, Martita les explica que a los niños y a las niñas hay que criarlos como iguales desde chiquititos. "Si a las niñitas les enseñan a planchar y a los niños a ver televisión, las van a seguir cacheteando para el resto de la vida", les advierte.
–¡Frei, sí, otro no! ¡Frei sí, otro no!, gritan todas cuando se van el candidato y su mujer.
"Este grito me gusta a mí –dice Martita de regreso a su casa. "Es un grito más personalizado. No se puede decir con un apellido más largo".
–Martita, ¿qué piensa de los conflictos de su marido con Marco Enríquez y el apoyo de su padre Carlos Ominami?
–No me meto en eso, son cosas suyas. Le podrías haber preguntado a él.
Se queda en silencio unos segundos y luego cuenta: "Para la campaña al Senado, cuando Eduardo y Sebastián Piñera estaban compitiendo, la Picha - mamá de Sebastián, a quien conocimos de toda una vida- me dijo: "Martita, perdona, pero tengo que votar por mi hijo. Y yo le contesté: Pero Picha, cómo se le ocurre, obvio que tiene que votar por su hijo, cómo voy a pensar mal de usted. ¡Cómo se va a sentir mal, si es su hijo!".
Agenda valórica: "¿Quién soy yo para juzgar?"
–¿Está de acuerdo con el aborto terapéutico?
–Conozco niñitas que han sabido que su guagua no va a vivir, que está absolutamente comprobado por los médicos y la tecnología, y las hacen esperar los nueve meses. ¿Es lógico, es humano hacer eso? Entonces, ¿qué es lo que yo digo? Para mí lo mejor sería que en casos específicos, como cuando la vida de la madre está en peligro, hubiera una junta médica con todas las calificaciones del caso, éticas, morales y terapéuticas, para poder dirimir si va o no va (determinado embarazo). Lo que no me gustaría es que hubiera una ley que permita actuar con libertad si una persona no quiere tener a su guagua: yo soy religiosa, creo absolutamente en el derecho a la vida. Lo que tampoco me gustaría, en lo personal, es una ley que se preste para eliminar niños que van a vivir, pero que vienen con problemas.
–¿Qué piensa de una unión civil entre personas de un mismo sexo?
–Pienso que la gente puede vivir su vida como quiera, quiénes somos nosotros para juzgarlos, para rechazarlos. Estoy de acuerdo, sobre todo por el tema patrimonial, porque muchas veces son personas que llevan años de relación y, ¿por qué no se van a poder heredar uno al otro?
–¿Y la adopción de niños entre personas del mismo sexo?
–Eso lo veo más complicado, y tendría que haber alguien que sepa más que yo para juzgar eso.
–¿Usted piensa que la píldora del día después debería estar en todos los consultorios?
–Yo parto de la base de que no es abortiva y que hay que distribuirla en todas partes. Mi hija que trabaja en el Ministerio Público ve todos los días a madres que no tomaron la píldora del día después. Son niños no deseados, las madres les pegan, son violados por los padres, maltratados. ¿Por qué? Porque a la madre nadie le dio la píldora del día después. Y luego están repletando el Sename y la sociedad se tiene que hacer cargo de ellos. Uno no puede, desde la comodidad de su casa, estar opinando y apuntando con el dedo a la gente.
Por Ximena Urrejola B. Fotografías: ULISES NILO. Producción: GERMÁN ROMERO.
Fuente: Revista YA.
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