martes, 19 de mayo de 2009

El desafío de Frei.

Las últimas semanas, la política aparece conmovida por dos hechos que algún despistado podría confundir con preocupaciones de un diseñador de interiores: Marco y Flores.

Seguramente, más de un lector ya olvidó el lanzamiento de la Coalición por el Cambio. Pasada la pirotecnia de las primeras horas, todo volvió a su cauce previo. En el “acto fundacional” se pudo ver a los mismos pocos ex DC que ya habían apoyado a Piñera en la elección anterior y al senador Flores, que fue la estrella. No es como para hablar de un suceso político. Cuando una coalición tiene cara de alianza, cuerpos de alianza, candidato de alianza y voceros de alianza, no pretenderán que alguien crea que no es la mismísima Alianza.

Un concertacionista algo rencoroso y de entusiasmo incombustible me explicó con convicción que la táctica fue magistral. Le habían amargado la vida a Juntos Podemos endosándole a Navarro y se habían deshecho de Flores antes de que lo entrevistaran.

El caso del diputado Enríquez-Ominami es distinto. Ha conmocionado más el ambiente que el senador Flores. Ha acaparado la atención de los medios, ha posado para todos ellos, ha entusiasmado a muchos irritados con anquilosamientos de nuestra política, ha ocupado ese lugar que se abre en toda realidad política ordenada en dos coaliciones, sobre todo si dan muestras de desgaste.

¿Los efectos? Vació de contenidos el discurso sobre el cambio de Sebastian Piñera, recuperándolo para vertientes de impronta concertacionista, y bloqueó la sangría juvenil hacia la derecha, todo lo cual le pesará más en segunda vuelta. Alarmó con la amenaza de ampliar la diferencia de Frei con Piñera en primera vuelta, hasta el punto de hacerle más cuesta arriba un triunfo en la segunda. Asimismo, vació la candidatura presidencial de Juntos Podemos, aunque los guiños liberales de su programa (mezclados con otras medidas poco serias) le enajenan posibilidades de acercamiento a esa coalición. Su propio padre adoptivo, Carlos Ominami, ha quedado cautivo de una situación de difícil salida, por una candidatura que al parecer nunca alentó pero que lo pone en disyuntivas costosas como ser humano y como político, hasta el punto que habló de jubilación. Un “big bang”.

Sin embargo, no son esos los impactos que más me preocupan. Ellos son sólo los efectos, no el problema.

Siempre me provocan sospecha los políticos que construyen sus plataformas hablando contra la política. Son discursos que prenden cuando el sistema político entra en crisis y logran agravarla. Son discursos que niegan la esencia de lo que ellos son, pero es bueno escucharlos porque dan pistas de la crisis.

Más allá de aprensiones, para actuar en política o en otros ámbitos es mejor diagnosticar bien las realidades que negarlas.

Hemos tenido varias encuestas los últimos días, que van desde darle a Enríquez-Ominami un intrascendente 1% hasta hacerlo más competitivo que Frei en segunda vuelta. “Pronóstico reservado”, diría un galeno, en tanto yo no creo en esos dos extremos. Habrá que mirar más atentamente la “ficha médica” de cada encuesta y saber si han sido elaboradas en un buen hospital o en el de Talca. Por de pronto, advierto que siempre he tenido reservas de las encuestas telefónicas, porque excluyen a ese 35% de los hogares más pobres que no tienen telefonía fija y al uso de aquellas restringidas a Santiago para proyectar una elección nacional.

A estas alturas, un acuerdo entre Frei y Enríquez-Ominami parece improbable. Pero no se me escapan los signos de distensión que hace rato debían ocurrir. No pelear con él, tomar de las propuestas del diputado aquellas responsables y concertacionistas, explicitar las suyas en temas ciudadanos sensibles y movilizar sus huestes le viene bien a Frei. Su adversario real es Piñera. Ambos irán a segunda vuelta y, en ella, el descapitalizado por Enríquez-Ominami es Piñera. El problema mayor no es el diputado, sino que la urgencia de que la candidatura Frei galvanice a la Concertación y sea vista como la continuadora genuina de una Presidenta bien evaluada. Este es el desafío de Frei.

Por Oscar Guillermo Garretón
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