Discriminación, machismo y una cultura conservadora:
En Chile hay un 13% de mujeres parlamentarias comparado con el 40% de Argentina o el 37% de Costa Rica.
La diputada independiente Alejandra Sepúlveda, ex DC, recuerda que le dieron la oportunidad de candidatearse como diputada, "pero siempre pensaron que yo iba a perder. Nunca recibí una llamada de apoyo de parte de la directiva del partido. Como esperaban que perdiera, tampoco hubo mucha inversión (en mi campaña). Ya elegida, aunque con una alta votación, los primeros meses yo era la Alejandra Sepúlveda y no la "diputada Alejandra Sepúlveda". Entre uno y dos años me costó que comenzaran a considerar mi opinión. La discriminación se siente sobre todo en las comisiones más importantes de la Cámara: te relegan y te relegan, a pesar de que tengas condiciones profesionales más potentes que un hombre. Yo le dije textual al jefe de bancada de esa época, Zarko Luksic: "Si no me dan la Comisión de Agricultura me encandeno, porque yo vine a esto al Congreso".
"Tú notas que se te escucha menos", dice la diputada UDI Marisol Turres. Y añade: "He tenido que decir en las comisiones: presidente, podría pedir ser escuchada, porque si no, no tiene sentido estar acá. Me ha tocado decirlo muchas veces. Hay una predisposición de mirarte más como a un figurín que como a una parlamentaria, una igual".
A Ximena Vidal (PPD), por su parte, le dijeron muchas veces que pesaba 'menos que un paquete de cabritas' por el hecho de ser mujer. Y le costó años que la trataran como una par.
¿Machismo, discriminación, cultura política, dificultad para acceder a los cupos, para compatibilizar sus roles como profesionales y madres, la dureza del trabajo parlamentario, de lenguaje y costumbres masculinas? Todo esto y mucho más: las mujeres tienen que saltar escabrosas vallas antes de llegar al Congreso. Y cuando logran llegar a él, deben continuar luchando para ser consideradas iguales e intentar abrir el camino a otras mujeres.
Las cifras son decidoras: las dos senadoras (de 38 escaños) y 17 diputadas (de un total de 120) no alcanzan a ser el 13% de los miembros del Congreso, el promedio más bajo de toda América del Sur, que ronda en 20%. Es más, este porcentaje nos acerca más a los países árabes (con un promedio de 9%) que a nuestros vecinos más cercanos. Para hacerlo aún más dramático: la primera senadora chilena fue electa en 1953 y hoy, más de medio siglo después, apenas hay dos: Soledad Alvear y Evelyn Matthei. La Presidenta Bachelet lo comentó el 8 de marzo pasado, cuando se conmemoró el Día Internacional de la Mujer: "A este ritmo, necesitamos 40 o 50 años más para lograr niveles aceptables de representación".
Aunque a nivel mundial el panorama de la mujer no es el mejor, en comparación el chileno es aún menos alentador. Según el Informe de Competitividad Mundial 2006–2007 del Foro Económico Mundial, Chile ocupa el lugar 110 (de 125 países) en cuanto al acceso de la mujer a cargos importantes, y el lugar 68 con respecto a su participación parlamentaria. Sin embargo, en nuestros países vecinos se cuenta otra historia. Argentina, por ejemplo, en sus comicios del año pasado eligió un 40% de diputadas mujeres. Costa Rica cuenta con el 37%. En Perú y Ecuador la cifra también es importante, con un 25%. Para qué hablar de países desarrollados, como los nórdicos, con un promedio de 41%. Incluso Holanda tiene más mujeres que hombres como representantes en el Parlamento Europeo.
¿Hay alguna posibilidad de que la realidad chilena cambie? ¿Cuántas mujeres están incluidas en las listas que se están elaborando en los partidos en estos días? ¿Qué pasa con la ley de cuotas (o de acción positiva), para incentivar el ingreso de la mujer a los puestos políticos?
Al cierre de esta edición, los partidos políticos no entregaron información exacta sobre el número de candidatas para las próximas elecciones parlamentarias. El PS entregó una lista con precandidatos: de un total de 115 nombres, hay 17 mujeres. Como precandidata a senadora figura la actual diputada Isabel Allende. En RN, de todos los nombres ya ratificados, hay dos mujeres nuevas: Carmen Ibáñez y Jessica Mualim; como precandidata está Catalina Parot. En el PRSD "hasta el momento se está viendo el tema parlamentario". La UDI, la DC y el PPD no entregaron información.
Sin mujeres: leyes cojas
Anna Fernández, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, México, en su estudio "Las mujeres en la política latinoamericana" afirma que "la creciente proporción de parlamentarias ha hecho que se revisen aspectos tales como los programas del Congreso, el lenguaje, los lugares de reunión, las disposiciones para el cuidado de los hijos, los horarios de trabajo y la disponibilidad para los viajes. Por otra parte, la intervención activa de las mujeres políticas fue importante en la introducción de algunas demandas: en muchos casos, los partidos comenzaron a contemplar los temas de las mujeres en sus plataformas y programas, se aplicaron medidas de acción afirmativa o discriminación positiva en la selección de las candidaturas, se fundaron ministerios e institutos específicos, así como organismos que buscan garantizar la igualdad de oportunidades".
Por su parte, Mala Htun, doctora en ciencias políticas de la Universidad de Harvard, en su investigación "Mujeres y poder político en Latinoamérica", señala que "la mayor presencia de las mujeres en el ámbito legislativo coincidió con una atención sin precedentes a temas relacionados con los derechos de las mujeres, como la violencia doméstica, la reproducción y el derecho de familia". Para ella esto fue resultado del hecho de que "mujeres de diferentes partidos se aliaron para colocar en la agenda política los temas relativos a la mujer, y luego para presionar a sus colegas varones para que apoyaran la introducción de cambios en la legislación".
¿Ocurre esto en Chile? La cientista política María de los Ángeles Fernández, directora ejecutiva de la Fundación Chile 21, y quien está realizando su tesis de doctorado en el tema de la "selección de candidatos y género", concuerda plenamente con esta idea, pero, además, añade: "Nuestro Congreso está bastante mal evaluado; la imagen que proyecta hacia afuera es la de un Congreso cavernario. Hay naciones africanas que tienen muchas más mujeres que nosotros en sus parlamentos (Ruanda, por ejemplo). Éste es un problema ético y estético. Estético porque si quieres dar una apariencia de modernidad no puedes farrearte la mitad de los talentos de la sociedad. Y ético porque es ahí donde se dictan las normas y las leyes que son vinculantes para todos, y si no hay mujeres, las leyes salen truncas, cojas, miopes, porque no contemplan la vida femenina. No es que las mujeres sean mejores o peores: si no están, una parte de la sociedad simplemente no está contemplada por las normas".
No todas tienen la misma opinión. Ena von Baer, del Instituto Libertad y Desarrollo, señala que "no necesariamente más mujeres en el Congreso promueven una agenda de mujer. Creo que al final los representantes promueven las agendas de sus representados de su distrito, porque son esas las personas que el día de mañana las van a reelegir. Se alinean más con su propio partido que con el resto de las mujeres, a menos que haya una parlamentaria a la que le interesen específicamente los temas de género". La senadora UDI Evelyn Matthei tiene una visión parecida y cuenta su experiencia: "Fui la mejor egresada de mi generación de Economía de la Católica, y aún así diría que me costó 12 años que la gente se diera cuenta de que yo sabía por mí misma y no porque me soplaba mi marido (Jorge Desormeaux, consejero del Banco Central). Tenemos que ser tres veces más capaces que un hombre para que te reconozcan. Es un tema cultural, pero que ha ido cambiando. Ésta es una de las razones por las cuales nunca permití que me encasillaran en los temas de mujeres. Cuando un hombre me pedía que me hiciera cargo de un tema de género, contestaba: ¿por qué no lo ves tú? Soy economista: ése es mi tema. Ahí me di cuenta de que era importante que las mujeres demostraran que podían aportar desde sus especialidades, que ésa era la forma de ir abriendo las puertas a las demás mujeres". Y añade: "Es importante que haya más mujeres, porque aportan mucho. Pero si hubiesen más, no cambiarían las reglas del juego, por la naturaleza misma del trabajo".
El rol de la ley de cuotas
Según la Unión Interparlamentaria (UIP), los partidos políticos son considerados cada vez más como los poseedores de la llave de la participación política de las mujeres: juegan un papel fundamental los procesos de reclutamiento y sus prácticas de nominación. También señala la UIP que el incremento de la presencia de mujeres en los poderes legislativos se relaciona directamente con las denominadas "cuotas de género", que establecen la conveniencia - obligatoria o voluntaria- de asegurar la participación femenina en las listas y candidaturas de los partidos políticos. "No se trata de que te aseguren una diputación. Sólo que aseguren a las mujeres un porcentaje de los cupos para poder competir en las elecciones populares. Además, no es que los chilenos no voten por nosotras; al contrario, cuando logramos pasar la barrera de la nominación tenemos muy buena elegibilidad", dice la diputada Alejandra Sepúlveda.
En aquellos países que utilizaron algún tipo de cuota electoral, la representación promedio de mujeres fue de 19,3%, en contraposición al 14,7% de aquellos países sin cuotas (UIP). Por otra parte, según datos del International Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA), actualmente existen 97 países que utilizan algún tipo de cuota y 168 partidos políticos distribuidos en 69 naciones que aplican las cuotas de manera voluntaria. En América Latina es una realidad: 11 de 19 países cuentan con leyes de este tipo. El primero que las instauró fue Argentina, cuando su ley de cupos fue incluida en la Constitución de 1994, llegando hoy al 40% de mujeres del total de parlamentarios.
¿Qué pasa con Chile, donde el 90,4% de los candidatos a diputados y senadores en los últimos comicios fueron hombres? A pesar de que en 1994 se presentó una moción parlamentaria con el objeto de promover el derecho de las mujeres a participar en la vida pública nacional ("Ley de acción positiva") y que, más adelante, formó parte importante de la campaña de la Presidenta Bachelet (y que en 2007 la Presidenta mandó un mensaje al Congreso para insistir con el proyecto), hasta el momento no tiene respaldo político. El PPD y el PS son los únicos partidos que tienen acuerdo de legislar. Ni siquiera en la Concertación existe un respaldo cerrado. Tampoco en la Alianza. Según Evelyn Matthei, una ley de cuotas en su partido sería "una tontera del porte de un buque, porque ¿de dónde vamos a sacar tantas mujeres? (Por la dureza de este trabajo), es muy difícil que te digan que sí, que acepten ser candidatas. Pero la UDI tiene muchas mujeres en sus filas y cada vez que una quiere participar se le abren todas las puertas. No tendríamos cómo llenar los cupos". Marisol Turres (UDI) da otra visión: "(Debemos llegar hasta acá) Por mérito y no por ley. Ahí sí que nos ningunearían".
En RN se están viendo cambios. Por lo menos, así lo piensa la diputada Lily Perez, quien postula al Senado en las próximas elecciones parlamentarias. Pérez dice que estando dentro del Congreso cambió su postura respecto de este proyecto de ley de "acción positiva": "Con franqueza, siempre he sido contraria, pero después de todo lo que he visto estoy dispuesta a rediscutir el tema (...). Siempre me la he jugado para promover a otras mujeres, pero tampoco es fácil. Entonces, creo que de pronto hay que hacer algunas normas de excepción, para que se genere un hábito. Porque el ciento por ciento de las mujeres estamos aquí por mérito, pero no todos los hombres que están aquí lo están por mérito. Es un poco injusto".
Entre las parlamentarias de izquierda es otro el debate. Una ex diputada del PPD señala, por ejemplo, que "se ha planteado que las mujeres deben tener méritos... Hablar en esos términos es negar que además de méritos las mujeres tenemos una serie de obstáculos adicionales. Y la verdad es que en política, la meritocracia es una parte bien limitada. Cuentan mucho más los contactos, la capacidad de juntar recursos y en eso, las mujeres, por razones históricas es evidente que partimos con una desventaja".
Otro argumento de las parlamentarias es que si a lo largo de la historia se ha apoyado a los marginados, a los pobres, a las minorías, para lograr la igualdad de oportunidades: ¿por qué no se ha hecho en el caso de la mujer y la política? ¿Por qué a la mujer no se le puede dar un empujón en este ámbito en que ha estado históricamente marginada?
"Yo puedo hablar por mi partido - dice Lily Pérez- . En RN sí dan oportunidades, pero para llegar a tenerlas hay que sortear muchas vallas. El punto es que siempre va a haber un hombre disponible para el mismo cargo. Hay que esforzarse mucho más para demostrar lo inteligente que eres, lo preparada que estás. La vara con la que te miden siempre es más exigente".
"El problema - señala Ximena Rincón (DC), quien está trabajando por una senaduría- es que si esto se aprobara significaría que por cada mujer que entra hay un hombre que sale; por lo tanto no hay respaldo".
Para Ximena Vidal (PPD) -quien está luchando porque dentro de su partido le respeten el cupo que se ganó hace ocho años- "mientras haya desigualdad debemos tener este tipo de leyes. Cuando haya igualdad de condiciones entre hombres y mujeres podemos decir no a esas leyes, pero como son las cosas en este momento, soy una fiel defensora de este proyecto".
Viejos obstáculos
Lily Pérez (RN) tiene tres hernias en la cervical producto de que durante sus primeros ocho años como diputada volvía desde Valparaíso todos los días con tal de dormir en su casa. Marisol Turres (UDI), quien va a la reelección, deja a su marido y sus cuatro hijos en Puerto Montt de lunes a jueves en la noche. Tiene dos hijos asmáticos y ha recibido llamados de su marido a las tres de la mañana, cuando uno de ellos está sufriendo una crisis: "Es muy complicado y muy doloroso a veces". La senadora Evelyn Matthei trabaja todos los días, incluyendo los sábados, desde las ocho y media de la mañana hasta las diez y media de la noche, porque además de asistir al Congreso debe viajar constantemente a su región, la IV.
Para ellas, la gran barrera para el ingreso de las mujeres al Congreso no está en sus partidos, sino en la dureza del trabajo, en el hecho de que no hay maridos ni hijos que aguanten, lo que vendría a ser su "techo de cristal": las limitaciones que se autoimponen por privilegiar a sus familias. También, en general las diputadas nombran los mandatos sociales, el peso de la tradición y la fuerza de la costumbre de que las mujeres no son aptas para la política o que la política no es cosa de mujeres (lo que, dicen, sería usual entre los parlamentarios más viejos); la falta de recursos por su doble trabajo en la casa y fuera de ella; la manera en que muchas veces son expuestas por los medios de comunicación; las malas prácticas y la forma de hacer política; el no respetar las normas establecidas; el casi nulo sentido de cooperación.
'Eso es lo que a las mujeres les quita las ganas. No es porque no estemos capacitadas o porque no nos guste la política. Las mujeres tenemos que romper con esto", dice una de ellas.
La cientista política María de los Ángeles Fernández añade otra dificultad para el acceso de las mujeres: el sistema binominal. "Tenemos dos candidatos por distrito, pero no hay límites en los mandatos. Y eso significa que siempre los que vienen de antes ("el que tiene, mantiene", dice el dicho) tienen mejor derecho. O sea, las mujeres chilenas que quieren ser candidatas al Congreso viven en el peor de los mundos. Es titánico. En este sentido, va a ser muy interesante qué van a hacer los partidos en las próximas elecciones. Hay una frase en la literatura que dice: Cuando una mujer quiere ser candidata su camino es tan arduo y difícil como atravesar el Rubicom, y el Rubicom es el río que marcaba la frontera entre el Imperio Romano y los bárbaros".
POR XIMENA URREJOLA Y CARLA GARDELLA. ILUSTRACIÓN: FRANCISCO JAVIER OLEA – REVISTA YA.
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