La llegada de Sebastián Bowen como coordinador general de la campaña en el Comando de Eduardo Frei es uno de los hechos políticos más fuertes del último tiempo. Tanto por el golpe de imagen que supone para una política aún dominada por la gerontocracia autocomplaciente de la transición democrática, como por tratarse de un joven cuya notoriedad proviene de un trabajo social nacionalmente apreciado pero fuera de los cauces políticos tradicionales.
Para quienes retienen en su memoria la historia política del país, la acción y pensamiento de Bowen recuerda a los místicos sociales de los años sesenta, que imbuidos por la teología de la liberación y el compromiso social de la Iglesia, buscaban en la lucha contra la marginalidad social la redención de los sistemas políticos en toda la región.
Se trata, doctrinariamente hablando, de un concertacionista químicamente puro, si eso fuere posible y existiere. Su pensamiento parte de la base que la "solidaridad es hija de la justicia y hermana lejana de la caridad", razón por la cual no está con la beneficencia o la limosna. Y declara que "el mundo de lo católico se está secando como una pasa" y que Un Techo para Chile "es una trinchera para los rebeldes", donde se reconocen problemas y proponen soluciones. Y agrega que "el candidato concertacionista no los adula sino que los desafía".
Sebastián Bowen representa una parte importante del nuevo Chile, que emerge tras los éxitos y fracasos de 20 años de democracia. Y es mérito de Frei abrirle la puerta hacia la política nacional, teniendo claro que no se trata de una imagen manipulable y que detrás de él puede arribar un ventarrón que modifique el molde rígido de la política tradicional. No hay que olvidar que el año 2005 fue candidato independiente a la presidencia de la FEUC.
Más importante que especular acerca de cómo le irá con la vieja clase política o cuántos puntos adicionales le significará al candidato en las encuestas (que, por cierto, los obtendrá), es analizar los cauces profundos de su paso a la política activa.
Porque Sebastián Bowen expresa una potencia colectiva que acrisola un pensamiento de origen confesional junto a una vocación popular auténtica, que busca ser determinante en la recomposición doctrinaria de los valores que orientan la acción política de la sociedad. Y en tal sentido constituye también un corte transversal, poco analizado aún, que en mayor o menor medida se viene produciendo en todos los ámbitos sociales y políticos del país, y que afecta todo el espectro, en forma parecida.
Este clivaje confesional, más allá de los debates valóricos acerca de las libertades personales, no tiene una contrapartida en el mundo laico. Este se expresa más bien como un mundo anárquico y alternativo de libertades, todo lo contrario del mundo del que proviene Bowen, que tiene referentes orgánicos doctrinarios notorios, como lo es la Iglesia Católica (en su complejidad).
De ahí que, aunque todavía no se genere al respecto un debate visible y claro, será inevitable que a futuro se produzca, marcando de una manera también diferente al desarrollo político y valórico de la ciudadanía, y el funcionamiento institucional del país. En ello está el río profundo y más trascendente de la llegada de Sebastián Bowen a la política pública oficial, porque anticipa procesos en curso en nuestro país y libera viejos amarres para posibles cercanías políticas y sociales transversales aún no explícitas.
Por ahora, acierto y voluntad de Frei, su comando ha abierto la puerta en serio, dando un golpe a la cátedra. No para que un Techo para Chile y sus más de 10 mil voluntarios entren a la campaña, sino para que ingrese un concepto renovado de red con compromiso y movilización social, ajeno a la territorialidad clientelar de los partidos, como un aire fresco y moderno que envejece la visión de la Alianza, y descoloca a los díscolos de la Concertación.
Fuente: El Mostrador.
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