A partir del año 1990 cuando volvimos a la democracia recibimos el ambiente cálido y muy pesado del nuevo modelo económico que imperaba en Chile, un modelo que impregnaba toda la sociedad con sus valores y antivalores y del que no escapó ni la Concertación ni la Democracia Cristiana, específicamente. Era el modelo capitalista, pragmático donde cada escribidor amenazaba con penas del infierno a quienes no creíamos en él. En aquellos años por la necesidad de sostener la democracia, permanentemente amenazada por la presencia de Pinochet en la política, no había mucho espacio para preocuparse de otros temas que no fuera dicha estabilidad.
Primero vivir y después filosofar. Hablar de un cambio de fondo en la sociedad chilena hacia el humanismo cristiano, solidario, gregario, con responsabilidad para con la sociedad, con una razonable intervención del Estado para evitar los excesos del capitalismo salvaje, era una tarea imposible, más aún era una tarea ridícula a ojos de los escribidores de siempre.
Esta idea de que el capitalismo había llegado a Chile para instalarse en forma definitiva, parecía absolutamente imposible de contestar con planteamientos mínimos de intervencionismo del Estado, del personalismo y no del individualismo y de la fuerza del Bien Común como elemento importante en el debate nacional.
Fue por años una sensación de incapacidad de cambio.
Fue por años una sensación de haber vuelto a una tierra despegada de todos los valores en que creíamos.
Fue por años una sensación de haber vuelto a la tierra como la película del Planeta de los Simios.
Fue por años el sentir el desprecio por obsoleto o fijado en el pasado y sin destino.
En esto cayó una parte de la Concertación y también algunos camaradas de la Democracia Cristiana : El mercado era el dios y nosotros sus acólitos.
Como todas las cosas en la política y en la Economía, se produjo una disposición a entender que el modelo no era el adecuado, sobre todo cuando las diferencias fueron bestiales, cuando la sensación de crisis arreciaba con fuerza en la desafección de trabajadores y de los más pobres, cuando algunos de los alabadores de este sistema empezaron a convencerse de que estaban equivocados.
Como sucedió con la crisis del comunismo, vino también la crisis producida por los excesos de los teóricos y financistas de siempre. La crisis que se gestó en Estados Unidos y que abarcó al mundo occidental no fue producida desde afuera sino del mismo capitalismo, es decir cayó por su propio peso demostrando su fragilidad ya demasiado tarde para tantos conocedores que desconocieron que ello iba a llegar en algún momento.
En nuestro Partido se mantuvo, felizmente, siempre el planteamiento progresista que denunciaba la incompatibilidad de nuestro pensamiento con el modelo mercantilista. Primero fueron los escritos de numerosos camaradas que han representado por años esta permanente reivindicación, luego vino el Congreso Nacional de la Democracia Cristiana en diciembre del 2008 que acogió este pensamiento progresista en buena parte de sus informes. Después fue la presencia permanente, hasta ahora , de lo que se llamó el V Congreso, que segregado en lo político, puede mostrar su consecuencia en los nuevos tiempos que se avecinan.
Finalmente, ha sido la última cumbre progresista, que en visión distinta y más amplia demuestra que, el orden mundial y en cada país y también en el nuestro, requiere una visión que reemplace al capitalismo ya caído, ya herido de muerte para dar paz , progreso y equidad a las sociedades como Chile. Por eso digo: Nadie tiene clavada la flecha de la fortuna, que la soberbia siempre es motivo de caída y derrota y que como siempre los demócratas cristianos estamos contra el modelo capitalista y ahora ¡ Los muertos que vos matasteis gozan de buena salud!
Por Mariano Ruiz-Esquide Jara
.
Gentileza: Ricardo Rabanal B.
.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario