martes, 21 de abril de 2009

El futuro (pobre) de Chile o la desigualísima distribución de la criminalización.

Nuestro país está calificado como uno de los más desiguales del mundo, en cuanto a distribución del ingreso se refiere. Esta calificación es hecha por los mismos organismos internacionales que alaban nuestro desenvolvimiento económico. Desgraciadamente este indicador es sólo una cara del problema principal, del que arrancan o se fundan, en términos generales, las demás dificultades de nuestra sociedad.

En realidad esa es la mirada "economicista" sobre el problema, que en el fondo es la monumental desigualdad en la distribución del poder. No sólo en el poder económico, sino también político, cultural, social, comunicacional, y todas las demás dimensiones que puedan significar algún ámbito de poder. Otra forma de decirlo, es referirse a la concentración del poder, ya sea político, económico, etc., o sea podemos afirmar que nuestra sociedad es una de las que tiene más concentradas las diferentes expresiones del poder. Y mientras más concentrado, más se acerca al absoluto. Por otra parte, es conocida (y no negada), la afirmación de Lord Acton en el sentido de que "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". Basta recordar la concentración farmacéutica y la corrupción (colusión) generada. (Pero como son poderosos, ya habían conseguido la despenalización de esas conductas) Es la concentración del poder nuestro principal problema.

De igual manera, pero al revés, es la falta de poder (económico, político, comunicacional, etc.), la que aproblema a la gran mayoría de nuestros habitantes. Y sin duda, los más débiles, o sea los con menos poder, son los mas aproblemados. Que duda cabe que, en general, los niños, los ancianos, los jóvenes y las mujeres, son en ese orden y cada uno dentro de su espacio socioeconómico, los que más sufren los abusos del poder, o sea de los poderosos. Según UNICEF, el 75 % de los niños en Chile (SI, el 75 %, 3 de cada 4) son objeto de violencia física o sicológica, por parte de quiénes debieran protegerlos, o sea de quienes son poderosos respecto de ellos. (De igual manera como lo es el marido o pareja de clase alta, media o baja, respecto de su mujer.) Esto es principalmente dentro de sus respectivos mundos y hogares.

En la sociedad en general, son también los más débiles los que más lo sufren. Y en una sociedad mercantilizada, los más débiles son los más pobres, los que tienen menor poder adquisitivo, los que viven y sufren en lo peor de nuestra sociedad, la peor salud, la peor educación, la peor comida, los peores trabajos, la peor previsión, la peor contaminación, la peor droga y un largo etcétera hasta completar la sociedad. No es posible en una sociedad de competencia, de competidores, que los más desafortunados estén mejor. Por definición es así. Por eso es que, en la sociedad, los jóvenes pobres, los más débiles, reciben el peor trato. De hecho, si de trabajo se trata, tienen, entre 3 y 4 veces la tasa de cesantía general. Si la tasa es 8 % en general, para los jóvenes es 16 % y para los jóvenes pobres, entre el 24 y el 32 %. O sea no son ni siquiera explotados.

Son excluidos a la fuerza. Una de las principales formas de legitimar la exclusión es la estigmatización. El Mercurio, titulaba, ya en 1994: "Se busca hombre soltero, menos de 24 años,....para meterlo en la cárcel porque es delincuente". O sea, joven y pobre, seguro delincuente. Y el remedio, en una sociedad, que ha llegado "al final de la historia" o sea, que no se debe ni se puede pensar en cambiarla, es el castigo o la amenaza del castigo. Como se propalaba por un sin número de "líderes de opinión" que los adolescentes eran impunes por los "delitos" que cometían (cosa que no era cierto), había que buscar un sistema para castigarlos de manera eficiente. Así se dictó (literalmente) la ley 20.084. Muchos alzamos la voz para advertir acerca de su orientación. Incluso la Comisión de "Expertos", nombrada al efecto, advirtió entre otras cuestiones muy esenciales, que no estaban las condiciones materiales para su implementación. Se aseguró que estaban. Poco tiempo después, murieron en Puerto Montt 10 jóvenes, que se encontraban recluidos. La principal impunidad que hay en el ámbito de lo juvenil es la que gozamos como sociedad, sin responder por lo que hacemos con nuestros jóvenes. Los problemas que hoy aparecen, dentro del sistema recreado para castigarlos, son el resultado lógico de lo que hacemos. No es posible que tengan mejores condiciones de vida, los jóvenes (pobres) "delincuentes", que los que viven en libertad. Además, como en un negocio, lo peor tiene que ser para ellos. Nacieron para ser perdedores.

Por Mauricio Salinas - Abogado y Secretario Corporación Ciudadanía y Justicia.
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