viernes, 26 de septiembre de 2008

Para el 14 de diciembre la Democracia Cristiana fijó la nominación de su candidato presidencial.

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Conforme a lo acordado por la Junta Nacional del pasado mes de julio, ese día todos los militantes y adherentes de la colectividad deberán concurrir a las urnas. Antes, y a raíz de la denuncia en ese mismo cónclave acerca de unas 18 mil inscripciones eventualmente erróneas, el Tribunal Supremo debía por mandato político normalizar el registro de electores. La semana pasada Belisario Velasco advirtió que el senador Eduardo Frei no participaría en la primaria interna si no se revisaba la totalidad del padrón. Y explicó su reclamo.

¿Es legítima la petición de Belisario Velasco?

Lo que pide Velasco son las garantías propias de un proceso ajustado a reglamento. Son los mismos resguardos que aseguran la igualdad de todos ante la institucionalidad partidaria. Las mismas salvaguardias que se hicieron valer para defender al partido, y a sus miembros, contra el daño irreparable que le estaba infligiendo Adolfo Zaldívar y quienes lo siguieron. En pocas palabras, lo que aquí se pide es que imperen los procedimientos concordados; que elijan quienes tienen derecho a elegir. Por consiguiente, la petición de Velasco no sólo es legítima sino que recuerda a cada uno de los democratacristianos estar siempre atentos y vigilantes al bien común partidario.

¿Es procedente la manera en que Velasco hace esta petición? ¿Es correcto que llame la atención sobre las consecuencias que podrían derivarse si los órganos competentes no satisfacen sus demandas?

Velasco afirma que si no se ofrecen las garantías solicitadas Frei se restará del proceso. Pero ésta es una de las alternativas que la democracia granjea a sus prosélitos: inhibirse de participar. No participar es negarse a involucrarse en algo. No participar es desistirse de concurrir. No participar, en último término, es hacer abandono de una iniciativa ya emprendida. ¿Cuántos en distintas circunstancias han resuelto no entrar en carrera? ¿Cuántos han preferido retirarse antes de librar una lucha electoral? ¿Y cuántos, sabiendo que resultarán derrotados, se han mantenido hasta el final? Nos sorprenderíamos al comprobar con qué frecuencia la gente toma estos caminos sin mayores dramas.

Pero si el problema del reclamo de Velasco no está en el fondo ni en la forma de su planteamiento, ¿dónde está entonces? ¿Dónde, para haber generado tanto revuelo? ¿Dónde para haber despertado tanta crispación? Está pues en su fuerte poder disuasivo. Está en el anuncio de algo probable, verosímil, creíble.

¿Qué es?

Es inimaginable la actual Democracia Cristiana con Frei fuera de liza, y cuestionando la pureza del proceso. Es inimaginable la actual Democracia Cristiana con la senadora Soledad Alvear corriendo sin contrapesos, y en unas elecciones impugnadas por un sector que posee autoridad y prestigio dentro del partido. Es inimaginable la actual Democracia Cristiana vulnerada pero disputando su mejor derecho a liderar la Concertación. Es inimagible la Concertación con el centro político y social del país partido en dos. Como es inimaginable vencer a la derecha sin el eje democratacristiano de la coalición.

Sólo huelga una pregunta: ¿queda algo de imaginación en los democratacristianos? ¿Queda algo para evocar su historia? ¿Queda algo para rememorar el testimonio de sus grandes militantes? ¿Algo para sentir la mística de sus buenos momentos? ¿Algo para aquilatar el gesto amable del voluntario aquel que aún cree ser el soldado de una causa exigente? ¿Algo para unir los sueños de las distintas épocas de su siglo?

¿Queda algo de imaginación que permita a los democratacristianos reconocerse como democratacristianos? ¿Algo que los arranque de su ensimismamiento? ¿Algo que los eleve sobre la fracción y el grupo? ¿Algo que los despierte de la pesadilla en que los dejaron atrapados sus adversarios, los peores relativistas, sincretistas y fundamentalistas que han pasado por ese partido de gente honesta, sacrificada y respetuosa? Porque si algo de esto queda, lo más fructífero parece ser que lo emplearan en dialogar y respetarse.

Rodolfo Fortunati
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