miércoles, 3 de septiembre de 2008

El mejor presidente de Chile.


En el siguiente artículo, el cientista político y columnista de PODER - Patricio Navia analiza los gobiernos de los últimos diez mandatarios. Sopesando sus aciertos y errores y evaluando las transformaciones que provocaron, elige al mejor ocupante de La Moneda de los últimos 60 años.

Desde que Gabriel González Videla fuera electo en 1948, La Moneda ha tenido diez ocupantes. Si bien sus legados son una compleja mezcla de aciertos y errores, la historia inevitablemente reduce sus periodos a un par de puntos destacados y a un puñado de datos que capturan sólo parcialmente la realidad social, económica y política de la época. Precisamente porque, por definición, cualquier ranking es injusto e incompleto, me atrevo a evaluar las fortalezas y debilidades de cada presidente, sopesar sus aciertos y errores, y considerar sus contribuciones. Con indicadores objetivos y una inevitable lectura subjetiva, en esta comparación de nuestros últimos diez presidentes, escojo al mejor.

Hay distintas formas de construir un ranking. Si midiéramos sólo el nivel de conocimiento que de ellos tiene el mundo, Salvador Allende y Augusto Pinochet disputan con Michelle Bachelet el primer lugar. Una búsqueda en Google produce 2,3 millones de resultados para Allende, 1,6 millones para Pinochet, 1,5 millones para Bachelet, 927.000 para Ricardo Lagos (¡algunos son por el hijo!), 557.000 para los dos Eduardo Frei, 127.000 para Patricio Aylwin y 108.000 para Jorge Alessandri.

Si evaluáramos sólo las transformaciones sociales, económicas y políticas que provocó cada Presidente, Pinochet es el líder incuestionable. Aunque las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante su mandato también ocuparían el primer lugar entre los momentos más oscuros de Chile en estas seis décadas.

No por nada Pinochet disputa con Allende –otro presidente que, de haber sido exitoso, hubiera provocado profundas transformaciones – el legado más controversial de los últimos diez mandatarios. Si fuera por momentos históricos, Allende disputaría el cetro con Bachelet. El primer presidente socialista pronunció el mensaje más memorable desde La Moneda. Mientras que la primera mujer, también socialista, estará para siempre en los libros de historia.

Si se tratara de apoyo popular, Frei Ruiz-Tagle se quedaría con los honores, después de conseguir el 58% de los votos (más de 4 millones), cifra récord en porcentajes y número de votos desde que hay sufragio universal.

Y si sólo consideráramos el crecimiento económico, Aylwin se llevaría el cetro. En su periodo, la economía creció a un promedio de 7,8% anual.

Estos nueve hombres y una mujer han gobernado 6,25 años en promedio. Seis lo hicieron en sexenios, dos en cuatrienios y dos gobernaron en irregulares periodos.

Los tres años de Allende fue el periodo más corto y el único mandato que no se completó. Pinochet, en cambio, que nunca fue electo para el cargo, lo ocupó por más tiempo (16 años y medio).Los presidentes pre-1973. El desempeño de los presidentes antes de 1973 refleja que ese Chile, mitificado como un país de clase media, era más bien una nación mediocre incapaz de satisfacer la demanda por inclusión social y económica exacerbada por la rápida urbanización experimentada en la segunda mitad del siglo XX. González Videla reflejó el agotamiento del modelo del Frente Popular más que una respuesta a los crecientes problemas de inflación y estancamiento económico. El Chile de clase media, simbolizado por Ñuñoa, el Instituto Nacional y la Universidad de Chile, no alcanzaba para dar cabida a todos.

Por cada estudiante que recibía una educación de calidad, diez quedaban fuera. Por cada hijo de la clase obrera que entraba a la universidad, más de 30 entraban al grupo que, años después, Los Prisioneros calificaría como “el baile de los que sobran”.Su decisión de impulsar una ley que proscribiera al Partido Comunista reflejó que González Videla (1946-1952) se movía mucho más por el miedo que por la inclusión. La Ley de Defensa de la Democracia –bautizada como Ley Maldita – fue un tácito reconocimiento de la incapacidad de González Videla. En vez de hacerse cargo del problema de exclusión, el último presidente radical optó por dispararle al mensajero que trae las malas noticias. El Partido Comunista no era el problema, su poder electoral era el resultado de las demandas por inclusión de una creciente masa urbana marginada. La torpeza de González Videla le ganó un dudoso lugar en la historia literaria de Chile. Neruda lo llamó ‘traidor’. Por su incapacidad para enfrentar problemas, nadie hoy menciona a González Videla como un presidente ejemplar. El segundo gobierno de Ibáñez tuvo logros importantes. Pero el octogenario presidente gobernó mirando más al pasado y tratando de limpiar su nombre, que buscando fundar un nuevo país. Inspirado en lo que hacía Perón en Argentina, Ibáñez se rebeló contra los partidos para terminar luego gobernando con ellos.

Carente de visión de país, el suyo fue un gobierno discreto (1952-1958). Nunca pudo controlar la inflación y las políticas públicas nunca lograron definir un modelo atractivo de desarrollo. Fallecido dos años después de dejar el poder, su legado tuvo destellos positivos, pero los historiadores más benévolos sólo pueden calificar el suyo como un gobierno mediocre. Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964) personificó la duda existencial de la derecha. Después de entrar prometiendo un gobierno cosista (de los gerentes), Alessandri terminó negociando con el Partido Radical para dar gobernabilidad al país. Aunque pudo controlar la inflación desatada bajo Ibáñez, Alessandri nunca logró ser un ente renovador de la derecha. Al final, la Revolución Cubana de 1959 lo forzó a realizar reformas mucho más progresistas de las que él tenía en mente. El viejo Chile estaba moribundo, pero Alessandri sólo intentó mantenerlo respirando. Lamentablemente para la derecha de hoy, su gobierno fue tan discreto que ningún presidenciable de la Alianza puede nombrarlo como un modelo a seguir.

Eduardo Frei Montalva probablemente es el presidente más ambicioso e intelectualmente más dotado que ha tenido Chile en estos 60 años. Su apoteósica llegada al poder reflejaba tanto su capacidad para entender los desafíos como la claridad de su mensaje de cambio.

Pero Frei fue incapaz de alcanzar sus objetivos. Además de enfrentar obstáculos formidables, Frei también fue víctima de su época. Aunque entendió que nacía una patria joven, y su deseo de revolución en libertad refleja mejor que cualquier otro eslogan el deseo de la mayoría, Frei fue incapaz de convencer a dos sectores clave. La oligarquía se resistía a aceptar mayor inclusión social, mientras que la izquierda y muchos en la juventud DC no comprendieron que había que avanzar con firmeza pero sin desesperación. Cuando Frei le entregó la banda presidencial a Allende, el fracaso de su proyecto era indiscutido. El de Allende fue un gobierno a todas luces desastroso. Es verdad que su deseo de inclusión social respondía a una necesidad del país. Pero el propio Allende reconoció su fracaso. Ese “mucho más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, refleja tanto su fe y su optimismo en el futuro como su frustración y su derrota.

El Chile que murió con el bombardeo a La Moneda fue un país incapaz de solucionar exitosamente el desafío de la inclusión social. Los ambiciosos proyectos de Frei Montalva y Allende explican la actual popularidad de ambos líderes históricos, pero el golpe de 1973 brutalmente atestigua sobre sus fracasos. Por la Constitución de 1980, el modelo económico y porque el Chile de hoy se parece mucho a lo que él intentó construir que a la visión de cualquier otro presidente, Pinochet ha sido el presidente más influyente en estos sesenta años. Pero un presidente cuya memoria está irremediable e incuestionablemente manchada por el legado de violaciones a los derechos humanos no puede ser considerado exitoso. Su legado siempre estará asociado a la desaparición de miles de chilenos, la tortura y el exilio. El padre del Chile actual entró también en la historia como un dictador. Parafraseando a Gonzalo Vial, las negras oscuridades de su legado no opacan las brillantes luces. Las reformas económicas impulsadas en dictadura constituyen las bases del crecimiento experimentado en los 90. Una analogía útil, aunque fuerte, es entender a Pinochet como un padre que entregó una buena educación a sus hijos, pero mató a algunos.

Los hijos sobrevivientes se benefician de su buena educación, pero también precisan tratamiento sicológico por el resto de sus vidas. Peor aún, el modelo económico, pese a constituir la base sobre la que se ha producido la inclusión social y económica, siempre estará asociado a las violaciones a los derechos humanos. No tenía por qué ser así. Precisamente aquellos que más se identifican con el libre mercado serán los que más resientan que Pinochet haya manchado ese legado con las violaciones a los derechos humanos y con su obsesión por mantenerse indefinidamente en el poder.

El Chile post-Pinochet ..... sigue aquì...
http://www.poder360.com/article_detail.php?id_article=695

Por Patricio Navia.
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Gentileza: CEspinozaj.
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