Los académicos de la Universidad de Chicago Richard Thaler y Cass Sunstein publicaron en 2008 un libro que ha tenido gran acogida en el mundo político debido a las potenciales y novedosas aplicaciones de políticas públicas que surgen a partir de sus análisis. Estos autores recogen en su obra una larga serie de trabajos académicos que se han dedicado a analizar lo que en la jerga económica se ha llamado “anomalías”. Estas anomalías corresponden a características del comportamiento humano que son muy difíciles de explicar con el modelo económico tradicional de agentes perfectamente racionales.
Los autores explican que los seres humanos, al hacer elecciones relativas al consumo, somos sensibles al ordenamiento en el que se nos presentan las opciones. El típico ejemplo que entregan es el de los comedores estilo buffet, en que los comensales elegirán comida más o menos sana según la posición en que se ponga, por ejemplo, la ensalada. Esto se contradice con un modelo en el que los individuos ven todas las posibilidades disponibles y eligen el conjunto de comida que más les satisface (ya que el costo de estirar un poco más la mano para alcanzar la ensalada no debiera ser demasiado alto).
Otro ejemplo que entregan es el de las alternativas por omisión o defaults. Diversos estudios han mostrado el enorme poder que éstas tienen en las decisiones de los individuos. Da la impresión que el comportamiento de las personas tuviera una cierta inercia, de manera que en muchos casos nos quedamos con la alternativa preestablecida aun cuando existan otras mejores que podemos elegir con relativa facilidad. Ejemplos de cómo cambia el comportamiento de las personas frente a diversas alternativas de omisión se encuentran en estudios sobre elección de seguros de salud o en estudios sobre donación de órganos: el número de donantes aumenta enormemente cuando las personas en vez de tener que marcar la opción “soy donante” se ven forzados a marcar la opción “yo no soy donante” (donde, en ambos casos, no marcar nada significa acogerse a la alternativa omitida).
Los académicos Sunstein y Thaler proponen, desde el punto de vista de políticas públicas, actuar como “paternalistas libertarios”, es decir, manipular el ordenamiento de las opciones (y las alternativas por omisión) de manera de optimizar el bienestar social, pero siempre dejando todas las opciones abiertas, es decir, sin coartar la libertad de los individuos.
Esta idea parece estar comenzando a influir en el debate en Chile. Un ejemplo de ello es la propuesta que se está haciendo de sindicalización automática. Ésta, en palabras simples, consiste en que todo nuevo trabajador en una empresa se considerará como miembro del sindicato a no ser que éste exprese explícitamente su interés por desafiliarse. Este tipo de proposiciones demuestra la peligrosidad del paternalismo libertario mal entendido y, sobre todo, de la idea de que es posible en todos los casos determinar cuál es la alternativa que maximiza el interés del país (y no el de un grupo de interés o la reputación del gobernante). La verdad es que en muchos casos no podemos determinar la alternativa óptima y, por tanto, la que debemos utilizar como alternativa por omisión o default. Así parece ocurrir en materia de sindicalización.
En las últimas décadas ha caído la tasa de sindicalización en las más diversas regiones del mundo y bajo distintos regímenes laborales. Ello no puede ser casualidad y lo más probable es que sea el resultado de una creciente competencia global que reduce las rentas que han sido tradicionalmente el objeto legítimo de negociación entre empleadores y sindicatos. Eso sugiere que la alternativa por omisión óptima depende de las circunstancias en las que se desenvuelven los distintos sectores productivos y las empresas específicas. La sindicalización automática no es, entonces, una alternativa por omisión que se pueda considerar a priori como óptima. Si se opta por este camino, se corre el riesgo de reducir de manera permanente la demanda por trabajo.
Hay, entonces, casos en que es incorrecto utilizar este enfoque. La insistencia en usarlo en estas circunstancias tendría orígenes ideológicos antes que técnicos. En otras palabras, en esos casos la elección de la alternativa por omisión no estaría iluminada por el conocimiento que se ha ido acumulando en el tiempo en investigaciones y análisis de políticas ocurridos en nuestro país y en el resto del mundo, sino por consideraciones a las preferencias de grupos particulares que no necesariamente representan lo que le conviene al país. Éstas son las que parecen estar detrás de quienes proponen la sindicalización automática.
Si nuestros gobernantes van a utilizar el conocimiento adquirido a través de años de estudio de “anomalías”, sólo deben hacerlo cuando es evidente la alternativa por omisión que eleva el bienestar social. Utilizarlo de manera comprehensiva para defender diversas políticas es un error que puede tener consecuencias insospechadas para el propósito que se aspira a alcanzar o para alguna otra dimensión que es de interés para los gobiernos.
Por Francisca Dussaillant L. - Centro de Estudios Públicos - Blogs Emol.
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