viernes, 4 de enero de 2008

Ser o no ser DC

Víctor Maldonado

La Nación. 4 de enero de 2008

Restañar heridas, recuperar la normalidad, volver a atender las tareas de mayor proyección, dar motivos para converger hacia dentro. Tanto en la forma como en el fondo, no hay que dar motivo a una crítica que fue injusta y que debe seguir siéndolo.

Militar siempre ha sido una decisión difícil. Requiere combinar, a cada paso, la libertad personal con la responsabilidad colectiva, un intento al que no todo el mundo está dispuesto. Las dificultades parecen haber aumentado ahora, cuando los partidos y las coaliciones sufren desprendimientos y rupturas.

Sin embargo, nadie niega la importancia de conformar aglutinamientos políticos estables, reconocibles, dirigidos por principios e ideas (no sólo por personas) y capaces de elaborar propuestas de interés nacional. Los mismos disidentes, una vez que salen de sus partidos, se apresuran a anunciar que se están "constituyendo" en algo aún impreciso -y no se sabe si perdurable-, pero algo reconocible. Como resultado, se está conformando un cuadro político bastante más ordenado e inteligible del que teníamos la víspera.

En realidad, es mejor tener partidos con una menor heterogeneidad, pero con mayor integración interna y con capacidad de emprender acciones colectivas. Al menos esto le permite a los ciudadanos optar entre alternativas identificables, en vez de expandir el desconcierto y la confusión, tal como tendía a ocurrir hasta hace poco. La decisión de mantener o no la militancia se vive ahora con particular intensidad en la Democracia Cristiana. Antes le tocó al PPD y, casi con seguridad, ocurrirá otro tanto con los socialistas.

Por parte de quienes tienen la duda, su resolución no tiene nada de obvio y es que, en realidad, tienen las posibles alternativas igualmente abiertas. Por cierto, que alguien coincida con las opiniones políticas del senador Adolfo Zaldívar no quiere decir que quiera abandonar la falange. Además, inevitablemente se pasará por una etapa en la que no es claro quién está fuera, dentro... o en ambos lados a la vez, mientras eso sea posible.

El destino individual de Zaldívar no es el mismo que el de quienes comparten sus puntos de vista. Porque una cosa es coincidir en planteamientos y otra, bien distinta, seguirle los pasos a alguien, no importando para dónde se dirija. No hay que olvidar que el expulsado de hoy se presentó siempre como un DC a ultranza al que tanto le importaba proteger los intereses de su partido que estaba dispuesto a enfrentar a sus socios de coalición con tal de que su tienda pudiera mantener su identidad propia. Todo por la supervivencia falangista, sin claudicaciones, contemplaciones o dudas.

A los mismos a quienes esta idea les atraía no les resulta nada sencillo coincidir ahora con alguien para quien sus seguidores "no tienen nada que hacer en la DC, porque está muerta". Algo básico no está funcionando aquí y por eso cada cual debe tomar sus propias decisiones.

Está claro que para Zaldívar el amor y el odio no son sentimientos opuestos, sino contiguos. Pero puede que los demás no vean y sientan las cosas del mismo modo. Así que las opciones están abiertas: quedarse o salir. Lo que no está permitido es una salida falsa que resulta reñida con la ética; es decir, quedarse para salir luego, según sea la conveniencia. Con lealtad y con las reglas internas, se puede construir un sector. Pero no puede uno quedarse sólo para la eventualidad de ganar en elecciones del partido.

La honestidad política es un capital muy preciado. Para continuar en una colectividad hay que estar de acuerdo en su orientación general. No es un mero asunto de conveniencia o cálculo. En poco tiempo, se pasan demasiadas pruebas para mantenerse en la organización sobre bases febles. No es sólo un asunto de respeto con los demás. Es básicamente un asunto de autorrespeto. Al mismo tiempo, para alentar que todos puedan quedarse, un partido debe dejar espacio para que se pueda tener, legítimamente, distintas posiciones políticas internas. Pese a que las rupturas son difíciles y dolorosas, y son ocasiones en las que las argumentaciones se extreman, no hay que olvidar que lo que provoca el quiebre no es la diferencia de opiniones (algo completamente normal), sino la negativa a compartir criterios básicos de convivencia, buen trato y disciplina elemental. Comportarse de acuerdo con esta diferenciación resulta decisivo en este momento.

Cuando se rompen las normas de convivencia de modo unilateral, la directiva que enfrenta la situación no puede ser tratada como un bando en contraposición a otro al que quiere perjudicar. Ambas posiciones no son equivalentes. Por mucho que las diferencias existan, no es sobre eso sobre lo que se está hablando. En este caso, unos representan la institucionalidad partidaria y los otros, la ruptura de la misma. Pero eso ya se ha resuelto. Ahora, la tarea del momento es la preservación orgánica. Restañar heridas, recuperar la normalidad, volver a atender las tareas de mayor proyección, dar motivos para converger hacia dentro. Tanto en la forma como en el fondo, no hay que dar motivo a una crítica que fue injusta y que debe seguir siéndolo.

Se ha empezado a discutir mucho sobre si la próxima ha de ser una mesa directiva homogénea o integrada (es decir, con la presencia de todos los sectores). Ambas cosas son posibles y quien encabeza es quien decide cuál alternativa se ajusta más a su programa. Lo que sí se presenta como una condición necesaria de éxito es que la nueva dirección debe garantizar en sus miembros la visible preservación de los intereses partidarios más permanentes. Pero, tal vez, la más relevante es que debe garantizar la presentación de los mejores candidatos a las elecciones municipales, sin más consideraciones que la excelencia y la capacidad de conseguir adhesión ciudadana.

Esto en cuanto a los que se quedan. En cuanto a los que se van, hay que decir algo ahora, antes de que los acontecimientos se sucedan con la velocidad que siempre sorprende. Y es que, más allá de sus intenciones, es evidente que en la actualidad, la posición política que ocupa el líder "colorín" es la de ser plenamente funcional a los intereses de la derecha.

Por ahora, y aún hoy, ocupa el espacio de quien puede desgastar a su partido y a su coalición, precisamente por provenir de dentro. Por cierto, Zaldívar no ahorrará epítetos hacia quienes quieren descalificar. Lo típico de un personaje que llega a ser funcional a la estrategia de otro es que, en todos los problemas que existen, ve y destaca la peor posibilidad que se presenta para el futuro.

En este, su comportamiento, es sistemático. Siempre pondrá el acento en lo que no se hace, nunca en lo que sí se ha logrado. En cada ocasión, declarará que se ha perdido el sentido de lo que se hace, en ningún caso percibirá como propia la tarea de explicar las motivaciones de las políticas que se implementan. Desde luego, se dedica a restar apoyo a las iniciativas clave, la idea de apoyar las propuestas de Gobierno es la última y no la primera de las opciones a su disposición. El vaso está permanentemente medio vacío. Las promesas no están en un determinado estado de avance, sino que no se ha cumplido con lo prometido y punto.
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En otras palabras, el personaje funcional a la oposición no trabaja para constituir y mantener una mayoría detrás de un programa de acción; por el contrario, trabaja para que una minoría pese, se imponga y fije las reglas. En el momento de la crisis, todo el mundo tiene derecho a dudar y a ponderar de distinta manera la posturas de cada cual. Lo que a estas alturas cada uno debe tener claro es que, aunque el punto de partida es el mismo para todos, los caminos divergirán de modo creciente entre los hasta ayer camaradas.
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Gentileza: PDC Ñuñoa/Providencia.
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