viernes, 18 de enero de 2008

Discurso de la Patria Joven - nos hemos olvidado de la etica partidaria y nos hemos vuelto individualistas.


Camaradas:
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Antes los acontecimientos, bueno es recordar nuestras bases doctrinarias. Mas aun, cuando nuestros intereses superan a nuestros valores. La politica, es lo mas hermoso que existe en la historia moderna del mundo, no permitamos que los personalismos e individualismos sobrepasen nuestro valor como persona humana, creyentes en un dios que esta con nosotros y que nos dara el disernimiento necesario para distinguir lo bueno de lo malo.
Volvamos a leer una y otra vez los mensajes que nos hicieron grande en otras epocas, y me entenderan.
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Haganlo en la privacidad de su casa o trabajo, sientan lo que siente uno y sentimos todos.


Pueblo de Chile:

Como en las antiguas gestas del descubrimiento de Chile, hemos tomado posesión de nuestra Patria, en este gran abrazo del Norte y del Sur.

Ustedes, jóvenes que han marchado, son mucho más que un Partido, son mucho más que un hecho electoral. Son verdaderamente la Patria Joven que se ha puesto en marcha.

En una hora en que muchos chilenos dudaban en el destino de su propia Patria, en una hora en que muchos creían que nuestra nación había perdido la vitalidad, y que no tenía mensaje que enseñar, en una hora en que muchos temblaban y comenzaban a preparar su fuga de Chile, en una hora en que parecía para muchos que este país se desintegraba y en el corazón de tantos y tantos pobres había como una especie de amargura y escepticismo sobre las instituciones, las leyes y los hombre que dirigían su Patria, Uds. han traído una respuesta, respuesta que es una afirmación de fe frente a la duda, que es una afirmación de valor frente a la cobardía.

Y esta respuesta no podía darla un hombre. La tenía que dar Chile. Y como todas las cosas grandes, que dejan una honda huella en la historia y que traducen realmente el alma de una Nación, comenzó esta marcha tan sencillamente. Me pregunto: ¿eran doce? ¿eran veinte los que partieron, cuando surgió esta idea, cuando Germán Becker la echó a andar? Eran tan pocos, que algunos pensaron que este sería un simple caminar de juventud; apenas tal vez un acto de propaganda, acaso un signo de entusiasmo juvenil. Pero bruscamente, como la luz que atraviesa las tinieblas, el pueblo se comenzó a encontrar en Uds. y empezaron a salir las gentes a los caminos, a las plazas y a las calles. ¡Allá vienen!, decían y salían con banderas, pero sobre todo, con el corazón, a recibirlos a Uds., muchachos de Chile, que en esta hora respondieron por Chile y transformaron a Chile. ¡Gracias! ¡Gracias! Uds. han hecho más, yo diría que han integrado a la Patria. Han integrado su geografía. Ustedes muchachos del Norte traen la lección del heroísmo. En sus pies hay sal de la pampa y polvo del desierto y en vuestra piel, impregnados, el cobre y el hierro, el salitre y la plata. Es el Norte que llega.

Ustedes muchachos del Sur, con sus canciones, han conmovido a las viejas araucarias y a los milenarios alerces, cuyos troncos calcinados parecen al viajero cementerios de héroes antiguos. Traen ustedes en su mirada los lagos, los ríos y los bosques, y en sus manos, los frutos de nuestra tierra.

Ustedes han venido flanqueados por dos compañeros: la cordillera y el mar, que nunca abandonan al chileno. Y ustedes nos traen una lección. La lección de esta tierra, de este territorio chileno que nos ama, que busca y espera nuestro amor como un gran amor, como un gran amigo.

¿Qué nos dice la tierra chilena? ¡Cuídenme, para que yo no me vaya hasta el mar y se queden ustedes sin territorio que cultivar! ¿Qué nos dicen los ríos? ¡Sujétenme, porque cada litro de mi agua es para fecundar su tierra! ¿Qué nos grita el árbol? ¡No me quemen! No me destrocen inútilmente, porque hay muchos anos en mi corazón para servirte, para traerte lluvia, para sujetar desiertos, para regular tus ríos.
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Ustedes traen esta lección a Chile, que muchas veces empequeñecido no se da cuenta que tiene un territorio que amar, como un amigo querido. Ustedes nos traen un mensaje. Vamos a construir una nueva Patria. Ahí está la tierra y el artesano. Ahí está nuestro Chile, en una nueva expresión de solidaridad humana y de justicia social. Ese es el mensaje de ustedes, mensaje que no nace de ningún mandato de afuera, sino que resuena en los pasos de nuestros propios pies, sobre nuestro propio suelo chileno. Por eso ustedes están aquí y han traído no sólo el mensaje de la tierra, la montaña y el mar. Han traído también el clamor de la gente de Chile.

¿Por qué esta multitud nunca igualada en la historia de Chile? ¡Cuántos hay aquí? ¿trescientos, cuatrocientos, mil? ¿Quién puede contarlos? ¿Quién puede desafiar la realidad con la propaganda? ¿Por qué están? ¿Por qué ustedes son la respuesta, son el mensaje, son el clamor de Chile?.

Este movimiento y este hombre que está aquí para hablarles, representa la realización de grandes tareas en el porvenir de la Patria. Tareas que significan una revolución en libertad. Una transformación profunda de Chile. Respaldada por la presencia de ustedes nunca como ahora mi voz ha tenido tanta autoridad, porque es la voz del pueblo de Chile.

Con ustedes vamos a construir el desarrollo económico de Chile.

Vamos a levantar la condición de la agricultura chilena, para que la tierra alimente al pueblo de Chile. Esta será una tarea de la más alta prioridad en mi Gobierno.

Vamos a desarrollar la industria. Chile tiene un definido destine industrial por la calidad de sus trabajadores, sus materias primas y por su tradición de nación laboriosa. La Patria les debe dar a ustedes trabajo. A vosotros, miles de jóvenes; trabajo en nuevas industrias modernas, en ampliaciones de las que existen, en usinas que elaboren, transformen y exploten nuestra riqueza. Realizaremos este esfuerzo industrial para elaborar los productos alimenticios y darle valor al trabajo del campo.

Vamos a hacer una audaz política minera. Para que refinemos, fundamos, industrialicemos el cobre y el hierro chileno y para que el interés de Chile, representado por el Estado chileno, sea el que diga siempre la palabra directora respecto al comercio y al destino y a las condiciones en que se van a trabajar los productos chilenos en nuestro país.

Vamos a conquistar los mercados del mundo, para que no solo salga de nuestro país el fruto y la tierra bruta, sino que los productos elaborados por el trabajo chileno convertidos en algo noble y de valor. No nos vamos a encerrar. Vamos a salir a luchar con brazos chilenos, con productos chilenos, con imaginación a los mercados del mundo”.

(...) Yo creo que para realizar esta tarea ustedes tienen que ser como los grandes guardianes. La juventud no sólo es entusiasmo. Para que la juventud pueda significar algo para el país, que poner el corazón limpio y puro. Una alta moral está pidiendo Chile. Está cansado de ver como algunos lucran y se aprovechan. La gente quiere honestidad en la dirección. Por eso mismo, ustedes, jóvenes, mantengan el corazón limpio. Así servirán a su partido. Así servirán a su patria Tengan ustedes no sólo gritos. Sean portadores de un mensaje. Tengan ideas en la cabeza y no sólo entusiasmo, porque así marcarán siempre el rumbo. Tengan alegría, porque ustedes tienen una gran Patria y van a vivir grandes días en los años que se avecinan; una juventud con la moral alta, con ideas claras aplastará al caudillo, al cacique, al aprovechador, al eterno barro humano que se quiere pegar al carro del triunfo. Vigilen ustedes para que este movimiento siempre quede limpio. Este país sobre todo necesita un mensaje moral. No quiere partidos que sean oficinas de empleos.

Ustedes ven que esta campaña responde a la marcha. Ustedes no traían un sólo slogan que contuviera un insulto. Traían cantos, alegrías, juventud. Yo he visto ahora marchar inmensas columnas, y no he visto un solo afiche contra nadie. Ustedes solo traían cantos de amistad, de patriotismo, de energía viril. Esa es la lección que le estamos dando a Chile.

Por eso, en esta hora en que nos atacan, en que a veces la piedra aleve o el insulto mentiroso o la calumnia infame pretende morderlos o morderme, ustedes han visto que ni siquiera me he agachado para recoger lo que lanzan. No podría hacerlo, porque sería como contaminar esta inmensa marcha del pueblo de Chile. ¡Para que detenerse! Ustedes comprenderán. ¿Por qué nos atacan? ¿Será porque vamos a perder? Nos atacan porque nos temen, porque saben que vamos a ganar, y porque somos fuertes, podemos permitirnos el supremo lujo de los fuertes: permanecer serenos frente al ataque vil.

Yo quiero expresar hoy lo que ayer ya sabia, pero que ahora se convierte en certeza: estamos haciendo una campana sin causar heridas, porque mañana seré Presidente de todos los chilenos, de los que me apoyan y también de los que me atacan.

Y vamos hacer un Gobierno que no sólo va a garantizar el progreso económico, la justicia y la incorporación del pueblo en forma responsable a la tarea y al beneficio, sino que vamos a hacer esta tarea en libertad y en respeto a los derechos de la persona humana. En libertad religiosa, sindical, política y de expresión. Porque nosotros, durante toda nuestra vida, hemos sido garantía de respeto al derecho y a la libertad. Nadie tiene que temer de nosotros, si quiere incorporarse a esta tarea de libertad y de justicia.

En esta hora en que tantos me apoyan por distintos motivos, hay una sola razón común para apoyarme: realizar la Democracia, de veras y no formal; realizar la justicia de veras y no en palabras; realizar el desarrollo económico de veras y no en las estadísticas. Para eso estoy llamando a todos los chilenos, y la respuesta desde la Izquierda y la Derecha es generosa, porque es sin condiciones a un programa de Gobierno del cual sólo es dueño el pueblo de Chile.

Amigos del Norte y del Sur, ¿cómo pudiera decirles mi emoción? La emoción de los hombres junto a los cuales yo comencé mi vida y que están aquí en esta tribuna y que ustedes ven jCómo decirles lo que ustedes son para mi! Yo me figuraba anoche o creí oírlo, ¡cómo podría saberlo! Yo veía que un niño venía corriendo y le decía a su padre: -¡Ahí vienen! ¡Ahí vienen! ¡Vienen desde Arica! ¡Cruzan Tarapacá! ¡Van por Concón, por Placilla! ¡Miren como montan sobre la Cuesta de Chacabuco! ¡Miren los otros, como pasan por Cancha Rayada, por Rancagua y llegan a Maipú! Padre, ¿quiénes son? ¿Son los democratacristianos?
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-No, son más que eso...
-¿Son los Freístas?
-No, hijo, mucho más que eso...
-¿Qué son, padre?
-Hijo, ¿No ves las banderas? Son los mismos, los del año 1810, los de 1879, los de 1891. ¡Son la Patria!
Si, amigos míos, ustedes son eso. Son la Patria. ¡Son la Patria, gracias a Dios!

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Discurso a los Jóvenes en el Estadio Nacional de Santiago

Queridos jóvenes de Chile:

1. He deseado vivamente este encuentro que me ofrece la oportunidad de comprobar en directo vuestra alegría, vuestro cariño, vuestro anhelo de una sociedad más conforme a la dignidad propia del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén. 1, 26). Sé que son éstas las aspiraciones de los jóvenes chilenos y por ello doy gracias a Dios.
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He leído vuestras cartas y escuchado con gran atención y conmoción vuestros testimonios, en los que ponéis de manifiesto no sólo las inquietudes, problemas y esperanzas de la juventud chilena en las diversas regiones, ambientes y condiciones sociales.
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Habéis querido exponer lo que pensáis sobre nuestra sociedad y nuestro mundo, indicando los síntomas de debilidad, de enfermedad y hasta de muerte espiritual. Es cierto: nuestro mundo necesita una profunda mejoría, una honda resurrección espiritual. Aunque el Señor lo sabe todo, quiere que, con la misma confianza de aquel jefe de la sinagoga, Jairo -que cuenta la gravedad del estado de su hija:
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"Mi niña está en las últimas" (Mc. 5, 23)-, le digamos cuáles son nuestros problemas, todo lo que nos preocupa o entristece. Y el Señor espera que le dirijamos la misma súplica de Jairo, cuando le pedía la salud de su hija: "Ven, pon las manos sobre ella, para que sane" (Ibid.). Os invito pues a que os unáis a mi oración por la salvación del mundo entero, para que todos los hombres resuciten a una vida nueva en Cristo Jesús.

No sólo Chile tiene problemas. Hay Chile, pero también existen otros países, otros pueblos, otras naciones que luchan contra la muerte. Se debe rezar para lograr en ellas una vida nueva en Cristo Jesús. El es la Vida. El es el Camino. Él es la Verdad.

2. Deseo recordaros que Dios cuenta con los jóvenes, y las jóvenes de Chile para cambiar este mundo. El futuro de vuestra patria depende de vosotros. Vosotros mismos sois un futuro, el cual se configurará como presente según se configuren ahora vuestras vidas. En la carta que dirigí a los jóvenes y a las jóvenes de todo el mundo con ocasión del Año Internacional de la Juventud, os decía: "de vosotros depende el futuro, de vosotros depende el final de este Milenio y el comienzo del nuevo. No permanezcáis pues pasivos; asumid vuestras responsabilidades en todos los campos abiertos a vosotros en nuestro mundo" (n. 16). Ahora, en este estadio, lugar de competiciones, pero también de dolor y sufrimiento en épocas pasadas, quiero volver a repetir a los jóvenes chilenos: ¡asumid vuestras responsabilidades! Estad dispuestos, animados por la fe en el Señor, a dar razón de vuestra esperanza (cf. 1 Pe. 3, 15).

Vuestra mirada atenta al mundo y a las realidades sociales, así como vuestro genuino sentido crítico que os ha de llevar a analizar y valorar juiciosamente las condiciones actuales de vuestro país, no pueden agotarse en la simple denuncia de los males existentes. En vuestra mente joven han de nacer, y también ir tomando forma, propuestas de soluciones, incluso audaces, no sólo compatibles con vuestra fe, sino también exigidas por ella. Un sano optimismo cristiano robará de este modo el terreno al pesimismo estéril y os dará confianza en el Señor.
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3. ¿Cuál es el motivo de vuestra confianza? Vuestra fe. El reconocimiento y aceptación del inmenso amor que Dios continuamente manifiesta a los hombres: Dios, un Padre, que nos ama a cada uno desde toda la eternidad, que nos ha creado por amor y que tanto nos ha amado, a los pecadores, hasta entregar a su Hijo Unigénito para perdonar nuestros pecados, para reconciliarnos con Él, para vivir con El una comunión de amor que no terminara jamás. (Mensaje a los jóvenes, 30 noviembre, 1986, n. 2). Sí, Jesucristo muerto, Jesucristo resucitado es para nosotros la prueba definitiva del amor de Dios por todos los hombres. Jesucristo, "el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb. 13, 8). Jesucristo continúa mostrando por los jóvenes el mismo amor que describe el Evangelio cuando se encuentra con un joven o una joven.

Así podemos contemplarlo en la lectura bíblica que hemos escuchado: la resurrección de la hija de Jairo, la cual -puntualiza San Marcos- "tenía doce años" (Mc. 5, 42). Vale la pena detenernos a contemplar toda la escena. Jesús, como en tantas otras ocasiones, está junto al lago, rodeado de gente. De entre la muchedumbre sale Jairo, quien con franqueza expone al Maestro su pena, la enfermedad de su hija, y con insistencia le suplica su curación: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva" (Me. 5, 23). "Jesús se fue con él" (Mc. 5, 24). El corazón de Cristo, que se conmueve ante el dolor humano de ese hombre y de su joven hija, no permanece indiferente ante nuestros sufrimientos. Cristo nos escucha siempre, pero nos pide que acudamos a Él con fe.
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Poco más tarde llegan a decir a Jairo que su hija ha muerto. Humanamente ya no había remedio. "Tu hija se ha muerto; ¿Para que molestar más al Maestro? (Mc. 5, 36).

El amor que Jesús siente por los hombres, por nosotros, le impulsa a ir a la casa de aquel jefe de la sinagoga. Todos los gestos y las palabras del Señor expresan amor. Quisiera detenerme particularmente en esas palabras textuales recogidas de los labios de Jesús: "La niña no está muerta, está dormida". Estas palabras, profundamente reveladoras me llevan a pensar en la misteriosa presencia del Señor de la Vida en un mundo que parece como si sucumbiera bajo el impulso desgarrador del odio, la violencia, de la injusticia; pero, no. Este mundo, que es el vuestro, no está muerto, sino adormecido. En vuestro corazón, queridos jóvenes, se advierte el latido fuerte de la vida, del amor de Dios. La juventud no está muerta cuando está cercana al Maestro, cuando está cercana a Jesús todos vosotros estáis cercanos a Jesús. He escuchado vuestras palabras, vuestras reacciones, todos queréis a Jesús, buscáis a Jesús, queréis encontrar a Jesús.

Seguidamente Cristo entra en la habitación donde está ella, la toma de la mano y le dice: "Contigo hablo, niña, levántate" (Mc. 5, 41). Todo el amor y todo el poder de Cristo -el poder de su amor- se nos revelan en esa delicadeza y en esa autoridad con que Jesús devuelve la vida a esa niña y le manda que se levante. Nos emocionamos al comprobar la eficacia de la palabra de Cristo: "La niña se puso en pie inmediatamente, y echó a andar" (Mc. 5, 42). Y en esa última disposición de Jesús antes de irse -"que dieran de comer a la niña" (Mc. 5, 43)- descubrimos hasta qué punto Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, conoce y se preocupa de todo lo nuestro, de todas nuestras necesidades, materiales y espirituales.

De la fe en el amor de Cristo por los jóvenes nace el optimismo cristiano que manifestáis en este Encuentro, también en situaciones difíciles.

¡Sólo Cristo puede dar la verdadera respuesta a todas vuestras dificultades! El verdadero mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las palabras de vida del Maestro: "Contigo hablo, levántate".
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Estamos viendo cómo Jesús sale al paso de la humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas. El milagro realizado en la casa de Jairo nos muestra su misericordia, su poder sobre el mal; es el Señor de la vida, el vencedor de la muerte.
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Comparábamos antes el caso de la hija de Jairo con la situación de la sociedad actual. Sin embargo, no podemos olvidar que, según nos enseña la fe, la causa primera del mal, de la enfermedad, de la misma muerte, es el pecado en sus diferentes formas.
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En el corazón de cada uno y de cada una anida esta enfermedad que a todos nos afecta: el pecado personal, que arraiga más y más en las conciencias, a medida que se pierde el sentido de Dios. Sí, amados jóvenes, estad atentos a no permitir que se debilite en vosotros el sentido de Dios. No se puede vencer el mal con el bien si no se tiene el sentido de Dios. De su acción, de su presencia, que nos invita a apostar siempre por la gracia, por la vida, contra el pecado, contra la muerte. Está en juego la suerte de la humanidad: "El hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre. ¡Contra el hombre!" (Reconciliatio et paenitentia, n. 18).

De ahí que tengamos que ver las aplicaciones sociales del pecado para edificar un mundo digno del hombre. Hay males sociales que dan pie a una verdadera "comunión del pecado" porque, junto con el alma, rebajan consigo a la Iglesia y en cierto modo al mundo entero (cf. Ibíd. n. 16). Es justa la reacción de la juventud contra esa funesta comunión en el pecado que envenena al mundo.

Amados jóvenes. Luchad con denuedo contra las fuerzas del mal en todas sus formas, ¡luchad contra el pecado! Combatid el buen combate de la fe por la dignidad del hombre, por la dignidad del amor, por una vida noble, de hijos de Dios. Vencer el pecado mediante el perdón de Dios es una curación, es una resurrección. Hacedlo con plena conciencia de vuestra responsabilidad irrenunciable.
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5. Si penetráis en vuestro interior descubriréis sin duda defectos, anhelos de bien no satisfechos, pecados, pero igualmente veréis que duermen en vuestra intimidad fuerzas no actuadas, virtudes no suficientemente ejercitadas, capacidades de reacción no agotadas.
¡Cuántas energías hay como escondidas en el alma de un joven o de una joven! ¡Cuántas aspiraciones justas y profundos anhelos que es necesario despertar, sacar a la luz! Energías y valores que muchas veces los comportamientos y presiones que vienen de la secularización asfixian y que sólo pueden despertar en la experiencia de fe, experiencia de Cristo vivo. Sí, de Cristo muerto, Cristo crucificado, Cristo resucitado.
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¡Jóvenes chilenos: no tengáis miedo de mirarlo a Él! Mirad al Señor: ¿qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡mucho más, mucho más! Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. Jesús es la palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra existencia, cada una de ellas.
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Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de El sólo hay oscuridad y muerte. Vosotros tenéis sed de vida. ¿De qué vida? ¡De vida eterna! Buscadla y halladla en quien no sólo da la vida sino en quien es la Vida misma. ¡Él!
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6. Este es, amigos míos, el mensaje de vida que el Papa quiere transmitir a los jóvenes chilenos: ¡buscad a Cristo! ¡mirad a Cristo! ¡vivid en Cristo! Este es mi mensaje: "que Jesús sea la 'piedra angular' (cf. Ef. 2, 20) de vuestras vidas y de la nueva civilización que en solidaridad generosa y compartida tenéis que construir. No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora" (Mensaje a los jóvenes, 30 noviembre 1986, n. 3). ¿Qué significa construir vuestra vida en Cristo? Significa dejaros comprometer por su amor. Un amor que pide coherencia en el propio comportamiento, que exige acomodar la propia conducta a la doctrina y a los mandamientos de Jesucristo y de su Iglesia; un amor que llena nuestras vidas de una felicidad y de una paz que el mundo no puede dar (cf. Jn. 14, 27), a pesar de que tanto la necesita. No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo. Temed, por el contrario, la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada una, a cada uno, repite: "Contigo hablo, levántate" (Mc. 5, 41).

Mirad a Cristo con valentía, contemplando su vida a través de la lectura sosegada del Evangelio; tratándole con confianza en la intimidad de vuestra oración, en los sacramentos, especialmente en la Sagrada Eucaristía, donde él mismo se ofrece por nosotros y permanece realmente presente. No dejéis de formar vuestra conciencia con profundidad, seriamente, sobre la base de las enseñanzas que Cristo nos ha dejado y que su Iglesia conserva e interpreta con la autoridad que de El ha recibido.

Si tratáis a Cristo, oiréis también vosotros en lo más íntimo del alma los requerimientos del Señor, sus insinuaciones continuas. Jesús continúa dirigiéndose a vosotros y repitiéndoos: "Contigo hablo, levántate (Mc. 5, 41), especialmente cada vez que no seáis fieles con las obras a quien profesáis con los labios. Procurad, pues, no separamos de Cristo, conservando en vuestra alma la gracia divina que recibisteis en el bautismo, acudiendo siempre que sea necesario al sacramento de la reconciliación y del perdón.

7. Si lucháis por llevar a la práctica este programa de vida enraizado en la fe y en el amor a Jesucristo, seréis capaces de transformar la sociedad, de construir un Chile más humano, más fraterno, más cristiano. Todo ello parece quedar resumido en la escueta frase del relato evangélico: "se puso en pie inmediatamente y echó a andar" (Mc. 5, 42). Con Cristo también vosotros caminaréis seguros y llevaréis su presencia a todos los caminos, a todas las actividades de este mundo, a todas las injusticias de este mundo. Con Cristo lograréis que vuestra sociedad se ponga a andar recorriendo nuevas vías, hasta hacer de ella la nueva civilización de la verdad y del amor, anclada en los valores propios del Evangelio y principalmente en el precepto de la caridad, el más divino y más humano de los preceptos.
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Cristo nos está pidiendo que no permanezcamos indiferentes ante la injusticia, que nos comprometamos responsablemente en la construcción de una sociedad más cristiana, una sociedad mejor. Para esto es preciso que alejemos de nuestra vida el odio; que reconozcamos como engañosa, falsa, incompatible con su seguimiento, toda la ideología que proclame la violencia y el odio como remedios para conseguir la justicia. El amor vence siempre, como cristo ha vencido, el amor ha vencido. El amor vence siempre aunque, en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas pueda parecernos impotente; Cristo también parece impotente en la cruz, pero Dios siempre puede más.
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En la experiencia de fe con el Señor, descubrid el rostro de quien por ser nuestro Maestro es el único que puede exigir totalmente, sin límites. Optad por Jesús y rechazad las idolatrías del mundo, los ídolos que buscan seducir a la juventud. Sólo Dios es adorable. Sólo él merece vuestra entrega plena.

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo de la riqueza, la codicia de tener, el consumismo, el dinero fácil?

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del poder, como dominio sobre los demás, en vez de la actitud de servicio fraterno, de la cual Jesús dio ejemplo? ¿ Verdad?

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del sexo, del placer, que frena vuestros anhelos de seguimiento de Cristo por el camino de la cruz que lleva a la vida? El ídolo que puede destruir el amor.
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Con Cristo, con su gracia, sabréis ser generosos para que todos vuestros hermanos los hombres, y especialmente los más necesitados, participen de los bienes materiales y de una formación y de una cultura adecuada a nuestro tiempo, que les permita desarrollar los talentos naturales que Dios les ha concedido. De ese modo será más fácil conseguir los objetivos de desarrollo y bienestar imprescindibles para que todos puedan llevar una vida digna y propia de los hijos de Dios.

8. Joven, levántate y participa, junto con muchos miles de hombres y mujeres en la Iglesia, en la incansable tarea de anunciar el Evangelio, de cuidar con ternura a los que sufren en esta tierra y buscar maneras de construir un país justo, un país en paz. La fe en Cristo nos enseña que vale la pena trabajar por una sociedad más justa, que vale la pena defender al inocente, al oprimido y al pobre, que vale la pena sufrir para atenuar el sufrimiento de los demás.

¡Joven, levántate! Estás llamado a ser un buscador apasionado de la verdad, un cultivador incansable de la bondad, un hombre o una mujer con vocación de santidad. Que las dificultades que te toca vivir no sean obstáculo a tu amor, a tu generosidad, sino un fuerte desafío. No te canses de servir, no calles la verdad, supera tus temores, sé consciente de tus propios límites personales. Tienes que ser fuerte y valiente, lúcido y perseverante en este largo camino. No te dejes seducir por la violencia y las mil razones que aparentan justificarla. Se equivoca el que dice que pasando por ella se logrará la justicia y la paz.
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Joven, levántate, ten fe en la paz, tarea ardua, tarea de todos. No caigas en la apatía frente a lo que parece imposible. En ti se agitan las semillas de la vida para el Chile del mañana. El futuro, de justicia, el futuro de la paz, pasa por tus manos y surge desde lo profundo de tu corazón. Sé protagonista en la construcción de una nueva convivencia, de una sociedad más justa, sana y fraterna.

9. Concluyo invocando a nuestra Madre, Santa María bajo la advocación de Virgen del Carmen, Patrona de vuestra patria. Tradicionalmente a esta advocación han acudido siempre los hombres del mar, pidiendo a la Madre de Dios amparo y protección para sus largas y, en muchas ocasiones, difíciles travesías. Poned también vosotros bajo su protección la navegación, de vuestra vida joven no exenta de dificultades y Ella os llevará al puerto de la vida verdadera.
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Con cariño y fortaleza, a todos los camaradas que representamos el ideario Democrata Cristiano, nunca perdamos el horizonte de nuestro valores y principios.
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Su camarada y amigo, Carlos Saavedra Martinez
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