martes, 23 de diciembre de 2008

Relevante aunque no definitivo.

Concluye el año y llega la hora de las evaluaciones más reposadas. Cuando miramos hacia atrás, es inevitable advertir que tuvimos un período revuelto y agitado. No pretendo listar exhaustivamente cada uno de los acontecimientos, aunque una mención general a una pequeña porción de ellos permite dibujar las tendencias más relevantes.

En primer lugar, durante el 2008 se afianzó la unidad al interior de la derecha. La reciente proclamación de Piñera como candidato único de la Alianza fue el corolario de un esfuerzo que, a resultas de la expectativa de poder ganar las próximas elecciones presidenciales, tenía por objeto disciplinar a la oposición. Ni siquiera las tempranas muestras de independencia efectuadas por Lavín; el desafortunado viaje a Perú y Colombia que materializó el empresario y sus principales vasallos; las muestras de disidencia al interior de la UDI y RN, protagonizadas por Kast y Lily Pérez respectivamente; o las denuncias de corrupción que afectaron a varios de sus municipios, mermaron dicho objetivo.

En evidente contraste, este también fue el año de la confusión y el desorden en la Concertación. La renuncia definitiva a las aspiraciones presidenciales de Ricardo Lagos, entre otras cosas motivada por el deterioro que experimenta la coalición oficialista, no ha podido todavía cerrar un capitulo plagado de desavenencias internas. La discusión en torno a las dos listas municipales; la tensión que hasta el día de hoy se mantiene entre el PPD y el PS; el insólito intercambio epistolar de los precandidatos; las dudas de Insulza; o las recriminaciones personales entre los presidentes de los partidos, son sólo algunos ejemplos de cómo parte del éxito de la derecha ha sido pavimentado por los errores y torpezas de la propia coalición gobernante.

Caso aparte el de la DC. En efecto, el 2008 debutó con la expulsión del Senador Adolfo Zaldívar, la que fue seguida de la renuncia de otros cinco parlamentarios de esa colectividad, lo que significó perder la mayoría oficialista tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados. De igual manera, la renuncia de Soledad Alvear después de una larga disputa con el senador Frei, dejó demasiadas heridas abiertas, las que no han cerrado del todo pese a la unánime y reciente proclamación de este último. Como si no bastara, la falange se receta una flamante directiva de “unidad”, dejando afuera a buena parte de la renovación de ese partido, en especial a aquellos alcaldes que había obtenido las más altas mayorías ciudadanas.

Pero también fue un año difícil para la administración de Bachelet. Más allá de los evidentes logros, como por ejemplo la puesta en marcha de la reforma previsional, la ausencia de una estrategia para enfrentar varias de las dificultades que se presentaron, desnudo la ausencia de una unidad de propósitos. Descontando la intransigencia e irracionalidad que mostró la derecha en reiteradas ocasiones, hubo errores inexplicables del propio gobierno en el desenlace de los dos hechos políticos más relevantes del año que termina: me refiero a la destitución de Yasna Provoste y los temas que atañen al financiamiento del Transantiago. Para que decir de la poca finesa que mostró el ejecutivo en la negociación con los contratistas de Codelco o el reajuste de los funcionarios públicos.

No es sorpresa, entonces, el resultado de la última elección municipal. El partido del 2008 lo ganó la oposición. Con todo, y pese a la irrupción de la crisis económica mundial –lo políticamente más relevante para el próximo año— el escenario electoral permanece aún abierto: ojo con Frei.

Por Jorge Navarrete.
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