viernes, 1 de febrero de 2008

Concertación: Debilitamientos Conceptuales. A.Cortez T.

Sin duda que existe un amplio consenso en cuanto a que el 2007 fue un pésimo año para la Concertación. Probablemente, el peor que ha vivido en sus dos décadas de existencia. Si se entiende que la Concertación está compuesta por universos diferentes (partidos, gobierno, parlamentarios, militancia, electorado, etc.), resulta adecuado precisar que el universo más negativamente afectado fue el integrado por los partidos y, por extensión, por la coalición de partidos gobernantes.

La evidente constatación de un muy mal año para la Concertación y sus partidos, por supuesto que estimula o empuja a discusiones que buscan explicar tal situación. Cuestión que es, a todas luces, una demanda más que razonable. Pero en estos legítimos debates hay que cuidarse de dos tendencias analíticas que, conciente o inconcientemente, ya se han hecho presentes en algunos discursos críticos. Responsabilizar y hasta culpabilizar al gobierno por lo que ocurre de negativo dentro de los partidos y dentro de la coalición de partidos concertacionistas, es una tentación que se reitera con frecuencia. Y ha sido igualmente tentador convertir la frustración del Transantiago en un factotum explicativo de las dolencias del gobierno y de sus partidos. Ambas tentaciones y facilismos resultan de sesgamientos analíticos que, aparte de injustos, equívocos o insuficientes, desvían la atención de lo medular y que dice relación con el proceso de agotamiento y descomposición que aqueja a la Concertación, en tanto alianza de partidos de centro e izquierda con pretensiones de “bloque histórico”.


Este soslayamiento del abordaje de la cuestión de fondo puede verse más estimulado habida cuenta de las purgas y escisiones que vivieron el año pasado dos de los partidos de la Concertación, pues tales sucesos se prestan para ser interpretados como “soluciones” a los problemas más graves y como el anuncio del retorno a una convivencia interna menos conflictuada y, por lo mismo, revitalizadora de la Concertación.


Este Informe se inspira en una primera premisa: los trastornos al seno de la Concertación se deben, en gran medida y como ya se dijo, a procesos de desgaste y disgregación. En consecuencia, no son superables con operaciones políticas menores o medidas disciplinarias. Pero también está inmerso en otra premisa que se puede dislocar en dos preguntas: 1) ¿Los partidos de la Concertación están en posesión de cuerpos de pensamientos actualizados y afiatados y cuya convergencia da lugar a una consolidada cultura política de centro-izquierda moderna? 2) ¿Es hoy la Concertación, tal cual está integrada, la nomenclatura política ad hoc a una renovada cultura de centro-izquierda? El análisis que aquí se desarrolla parte de estas premisas y preguntas.


Y es, a su vez, confesamente “arbitrario” y “parcial”. El énfasis está puesto en los fenómenos y conflictos de orden político-cultural que subyacerían como fuente de dificultades para la Concertación e, incluso, como fuente de interrogantes para su supervivencia. Caracterización crítica de la Concertación Vista en su dimensión genérica de fuerza político-cultural, la Concertación está cruzada por fenómenos y procesos críticos que, abreviadamente, se pueden ordenar en tres puntos, por ahora, puramente descriptivos.1. Tales fenómenos y procesos no resultan sólo del natural desgaste que produce el gobernar sin interrupciones por cuatro períodos. En otras palabras, la Concertación no sufre sólo de lo que podría llamarse una “crisis de desgaste” o de “agotamiento” en su calidad gubernamental.


Está afectada también por dinámicas de descomposición o de desintegración, tanto en los planos conceptuales y discursivos como en los políticos y orgánicos. Ciertamente que el desgaste originado en la larga permanencia como gobierno influye en esas dinámicas desintegradoras, pero en sí y de por sí el desgaste mismo no es la causa fundamental que explica las tendencias hacia su descomposición como entidad y cultura política. Por otra parte, los efectos de la descomposición se hacen sentir en todas las instancias o momentos concertacionistas, aunque con intensidades distintas: en el gobierno, en el Parlamento, en los partidos, en los agrupamientos de militantes y adherentes, etc. Y, evidentemente, no son efectos que se restrinjan a las áreas políticas y orgánicas. Cubren también las esferas ideológicas, discursivas, técnico-políticas, ético-políticas, etc.2. Son múltiples los síntomas y manifestaciones de la situación crítica de la Concertación, sin embargo, la imagen más expresiva es la percepción de que se encuentra en una suerte de estado de crisis permanente, con oscilaciones, pero en ascenso.3. Por último, y ligado a lo anterior, el proceso crítico incluye la imagen de falta de alternativas y reacciones que reviertan el problema.


En lo grueso, no se visualizan ni liderazgos, ni cuerpos orgánicos, ni discursividades, ni proyectos políticos que estén ofreciendo y actuando en pos de una salida fiable y que concite expectativas. Casi, por el contrario, la oferta de alternativas es tan amplia y dispersa, y tan feble en contenidos, que no hace más sumar centrifugacidades y amplificar la imagen de descomposición. En la situación descrita convergen muchas causas, pero en la lógica de este análisis importa destacar las que dicen relación, precisamente, con la esfera político-cultural y que, además, revisten un carácter más político-histórico y, por ende, más totalizador en el nivel explicativo. http://www.asuntospublicos.cl/

Gentileza: C. Espinoza J.
.

No hay comentarios.: