Nacieron en democracia, vivieron la revolución pingüina y no se sienten identificados con los partidos políticos. Los jóvenes que votarán en diciembre suman poco más de medio millón de personas. Aquí cuentan qué los motiva y qué quieren cambiar.
Es miércoles, el sol no consigue entibiar las calles de Santiago y en el patio universitario se confunde el vapor de los vasos de café con el humo de los cigarros. Francisco Muñoz capea las bajas temperaturas con un polerón negro, un chaquetón grueso y jeans. Tiene 18 años, un bigote incipiente y una decisión tomada: se inscribirá para votar en las elecciones de diciembre. Camina y toma el metro en Los Héroes, de allí hasta Manuel Montt, luego dos cuadras más hasta la Junta Inscriptora. El reloj marca las 12.35 cuando llega a destino. En menos de 10 minutos se convertirá en elector.
El lunes pasado recorrió en vano el mismo trayecto. La oficina estaba cerrada pero no se desanimó. Apenas cumplió 18, decidió que iría contra la corriente de la mayoría de los jóvenes. "Me inscribo porque quiero votar. Quiero ejercer mi derecho de ser mayor de edad", dice. Francisco está en primer año de Periodismo en la UDP y, al igual que muchos, tiene dudas con su carrera. Egresó del colegio San Ignacio de El Bosque; hoy participa en una organización que apoya a niños de la comuna de La Pintana bajo la figura de adoptar a un hermano. Por eso, los reclamos que hace contra la política y sus representantes van hacia un solo sentido: aquellos que ejercen el poder, reclama, deben preocuparse más de los problemas sociales.
En Chile, el 68% de los jóvenes no está inscrito en los registros electorales. El padrón de votantes ha envejecido sin hacerse cargo del crecimiento de la población. La política no convoca como antes: en 1988, más de 2 millones 600 mil chilenos entre 18 y 29 años (91% de la población joven) eran parte de los votantes que irían a las urnas en el plebiscito. Hoy, según las cifras que el Servicio Electoral maneja, actualizadas a abril de este año, ese número apenas supera los 600 mil.
Lo que ocurre en Chile sucede también en el resto de Latinoamérica. "Es una consecuencia de la consolidación de la democracia", explica Luis Araya, académico de la Facultad de Economía y Empresa de la UDP y autor de un estudio sobre la personalidad de marca ?brand personality, en inglés? de los partidos políticos en Chile, actualmente en proceso. Según su análisis, los jóvenes de hoy son distintos a los que vivieron el cambio de 1988: "Son más individualistas, no se sienten representados por los partidos políticos y su desmotivación la llevan, incluso, a la vida diaria, porque tampoco participan de los centros de alumnos de sus universidades".
Los de hoy son la generación que nació en democracia, que no enjuicia la política con las brújulas izquierda-derecha de antaño, los mismos que vivieron en la sala de clases la revolución pingüina que reclamaba por una mejor educación. Están en la mira de los comandos presidenciales. Eduardo Frei designó como coordinador de su campaña a Sebastián Bowen, un joven con trayectoria en Un Techo para Chile. Sebastián Piñera ha convocado a una cruzada por la inscripción masiva a la que bautizó Mójate la camiseta. Sus organizadores ?entre ellos, sus hijos? recorren el país en un bus. Marco Enríquez-Ominami es el candidato joven por antonomasia ?tiene 35 años? y se pasea por las poblaciones con su esposa, la animadora Karen Doggenweiler, y el diputado (ex actor, ex rockero) Álvaro Escobar. Sin embargo, ninguno de ellos ni de los restantes candidatos presidenciales parece conquistar ?hasta ahora? el esquivo corazón de los jóvenes.
UN VOTO PARA EL CAMBIO
Si bien ningún político lo representa cabalmente, Francisco nada contra la corriente en la que se mueve su generación: él cree que participar es importante. "Los políticos deben acabar con las injusticias entre los que ganan más plata y los que no tienen nada, los que no tienen ni pueden aspirar a un trabajo ni a tener una familia", afirma. Todavía no descarta votar nulo, pero dice que está pensando en apoyar a Jorge Arrate en primera vuelta para que obtenga más sufragios. Lo que vendrá después ya lo tiene decidido: "Sé que Arrate no va a salir; en segunda vuelta votaré nulo o apoyaré a Frei, porque no quiero que salga Piñera".
Entre sus amigos no todos piensan igual, pero aquello no parece ser un problema a la hora de intercambiar ideas. Trinidad Romero es una de sus compañeras de carrera, tiene 18 años y se inscribió hace un mes. Estudió en La Maissonette, donde les inculcaron la idea de inscribirse para sufragar. "Para que después vayamos a votar todas juntas", explica, "era una tradición para todas las generaciones de Cuarto". No hay partido que la represente, pero la política le interesa. Agrega: "Siempre me cargó la Concertación, no han hecho nada hace mucho tiempo. Quizás si hartos jóvenes se inscriben podríamos cambiar algo".
Trinidad mantiene un aire escolar y ya lo decidió: votará por Sebastián Piñera. "En el colegio hablábamos harto de política, y decíamos que el gobierno actual, quizás suene feo, siempre ayudaba a los estratos más bajos. Pero el gobierno es pa todos, y nunca ayudan realmente a todos", critica. El trámite mismo de la inscripción fue, dice, poco solemne: "La casa estaba súper escondida. Ni siquiera había un cartel. Cero formal. Fue muy rápido, pero encontrar el lugar era súper difícil. Me lo imaginaba más importante".
Isidora Cousiño se inscribirá en las próximas semanas. Tiene 19 años, es colorina y habla con seguridad. Estudió en Las Ursulinas. Le gustaría que la inscripción fuera automática y el voto, voluntario. Vive en Vitacura y el plebiscito comunal realizado recientemente la hizo pensar en que debería haber votado. "No quiero que me pase de nuevo, no quiero que quede un gobierno que no me parece y saber que no hice nada por eso", dice, y añade, convencida: "A veces uno piensa que su voto es mínimo, pero uno más uno, suman. Siempre consideré que votar o no votar era el mismo derecho. Antes, ejercí mi derecho a no votar. Pero no quiero ser de esos jóvenes que se rascan la guata y alegan contra el mundo sin hacer nada".
Y sentencia: "Ya se acabó la generación que no está ni ahí".
CUESTIONANDO LA DEMOCRACIA
Las encuestas los estudian para descifrar las razones del dramático descenso de inscritos. Luis Araya sostiene que la masiva participación de los jóvenes en democracia se da en contextos específicos: la apatía electoral se revierte frente a escenarios políticos importantes, donde el voto joven es crucial. Así ocurrió en 1988. Es entonces cuando los jóvenes sienten que su voto ?su opinión? cuenta.
Después del plebiscito, el padrón electoral sufrió un progresivo éxodo de jóvenes. En la elección presidencial de 1989, en la que ganó Patricio Aylwin, fueron 2 millones y medio los jóvenes que sufragaron. En la votación de 1993, cuando triunfó Eduardo Frei, sumaban 2 millones 300 mil. La gran caída ocurrió en la presidencial de 1999, ganada en segunda vuelta por Ricardo Lagos: un millón 297 mil votantes entre 18 y 29 años participaron de esa elección, más de un millón menos que la presidencial anterior. Para la votación en la que ganó Michelle Bachelet, los electores de esa edad fueron poco menos de 800 mil.
Las encuestas confirman que este es un grupo que hoy está profundamente desencantado. En el Estudio Nacional sobre Partidos Políticos y Sistema Electoral, realizado por el PNUD, Cieplan, Libertad y Desarrollo y otros en 2008, el 68% de los jóvenes declaró que no está interesado en la política y el 53% dijo no identificarse con ningún partido. Ahí están las razones que explican por qué están ausentes del padrón electoral, pese a que la tasa natural de crecimiento de esa parte de la población ha ido en aumento.
Paradójicamente, la generación que ha nacido y crecido en democracia no tiene valoración unánime por ese sistema. La última Encuesta Nacional de Juventud, realizada por el Injuv, arroja que el 57,1% de los jóvenes considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Al 23,7%, sin embargo, le da lo mismo ésa o cualquier otra forma de organizar el país.
Gonzalo de la Parra (20) estudia tercer año de Ingeniería Comercial en la Universidad de Chile y se inscribió para votar en las próximas elecciones. Su madre le había aconsejado que no lo hiciera: ella ha sido vocal de mesa cuatro veces, cuestión que a él no le complica. "Para mí no sería nada, apenas un día cada cuatro años", dice. Gonzalo estudió en el Instituto Nacional, un colegio del que destaca la pluralidad y las constantes conversaciones políticas. "Tenía amigos de ultraizquierda y otros de ultraderecha, y conversábamos sin problemas", recuerda. Gonzalo nació con la nueva democracia y esta elección, dice, le parece la más importante de los últimos años. "Me gusta que haya tres candidatos fuertes. Leo los planes económicos de los candidatos y gracias a eso veo por quién voy a votar. No me identifico con ningún partido político".
El académico Luis Araya plantea que es justamente la valoración de los partidos políticos la que debe ser potenciada para reencantar a los jóvenes. Es ése el tema que Araya estudia en su investigación sobre la "personalidad de marca" de los partidos políticos, estudio que verá luz a fines de año y que permitirá conocer qué piensan los más jóvenes sobre RN, la DC, la UDI y el PS, entre otras colectividades. "La forma que tienen los partidos políticos de encantar a los jóvenes es entendiendo cuáles son sus necesidades. Eso les permitirá crear un mensaje motivador y creíble", analiza. Sigue: "Deberían estar consciente de que cuando los jóvenes piensan en ellos, lo hacen atribuyéndoles cualidades humanas, los evalúan de forma similar a como evalúan a las personas que conocen".
Tal idea le hace sentido a Gonzalo de la Parra. El joven estudiante de Ingeniería Comercial dice que, en principio, votará nulo "para demostrar el descontento que hay en los políticos actuales, que no se renuevan. Campaña tras campaña siguen dando los mismos discursos". Como muchos de su generación, está marcado por la revolución de los pingüinos. Ese movimiento, la pluralidad en la que se educó y su convicción personal han moldeado su opinión: "Mi voto irá dirigido a alguien que se preocupe de temas que sean de mi interés económico y en particular de la educación. Yo no viví la dictadura. Mi decisión no está marcada por eso, sino por lo que va a pasar".
"¿QUÉ HAREMOS CON KAREN?"
El trámite de inscripción es esgrimido como una de las razones por las cuales los jóvenes no se inscriben. A Francisco Muñoz, sin embargo, no le tomó más de diez minutos ingresar su firma e imprimir su huella en los libros de la Junta Inscriptora de Providencia, ubicada en avenida Manuel Montt. Votará en la mesa de hombres 196 de esa comuna, con el registro 230. La oficina inscriptora cuenta con tres funcionarias que trabajan de martes a domingo. Durante mayo, de las 1.140 personas que se inscribieron en Providencia, 618 correspondían a votantes que debutarán en estas elecciones. Desde que se abrieron los registros el pasado 2 de marzo, ellas aseguran que ha habido un aumento sostenido en la inscripción de los que votan por primera vez.
Paulina Moraga tiene 20 años y también está inscrita. Literatura en la Universidad Alberto Hurtado es su segunda carrera. No milita en ningún partido pero en su familia siempre han votado por la Concertación. "Se necesita que los jóvenes se inscriban en los registros electorales para que haya una renovación de verdad. Si no, todo va a seguir igual porque los adultos seguirán eligiendo a los mismos", plantea. Para las presidenciales se ha informado de las propuestas de cada candidato: "Estoy segura donde va mi voto. Y donde no va, también. Voto por el mal menor, porque no hay candidatos que representen medidas nuevas. En el caso de Marco Enríquez-Ominami tengo fe, pero igual siento que son medidas parche las que propone. Se necesitan reformas básicas en la educación".
María Belén Fonseca tiene 18 años, es compañera de Paulina, y no entiende mucho de política. Es la hija única de una familia que cree que sufragar es igual a expresar su opinión. Se inscribió en los registros electorales apenas cumplió la mayoría de edad. "Si quiero que se formulen nuevas propuestas, tengo que partir por mí antes de reclamar contra los políticos", afirma, "si uno quiere un cambio tiene que luchar por eso". Su amiga Constanza Gutiérrez tiene 19 años. Antes de llegar a Santiago vivió en Chiloé y Temuco. Se inscribirá en los próximos días, dice, con un solo propósito: "Para que no gane Piñera". Va a votar por Marco Enríquez-Ominami, pero aclara: "Tampoco me parece lo máximo. ¿Qué haremos con Karen Doggenweiler de Primera Dama? Todo Chile bailando en el hielo?".
Aunque las cifras oficiales no lo confirmen, hay evidencias de que los más jóvenes se están movilizando para votar en las próximas elecciones. El grupo de Facebook "Soy joven y voy a votar en las presidenciales", creado a fines del año pasado por Tania Gómez (20), ya tiene 7 mil suscritos. Estudiante de la carrera de crossmedia en la Universidad Gabriela Mistral, Tania se inscribió este año en los registros y también en un partido político: es militante de RN. Tania cree que los liderazgos se forman y ya tiene planes para entrar a los colegios con campañas de educación cívica. "¿Por qué la nueva generación no da un paso adelante?", cuestiona, y sintetiza así la idea que da vueltas en las cabezas de los nuevos votantes: "Los políticos se hacen conocidos por sus escándalos. ¿Por qué no comenzar una nueva generación que cambie las cosas?".
En diciembre, la suma de votos descifrará hacia dónde va ese cambio.
Por Marcela Escobar Q. – Revista El Sabado.
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