Aunque se haya gestado por intereses meramente internos o por el intento de cortar un circuito centroamericano donde Estados Unidos no tiene la influencia de antaño, el golpe de Estado contra el presidente José Manuel Zelaya está poniendo a prueba un sistema multilateral que, representado por organismos como la OEA y el ALBA, podría salir fortalecido en el caso que el depuesto mandatario vuelva al poder.
El martes 30 de junio, por la unanimidad de la sala, el Consejo General de las Naciones Unidas demandó "la inmediata e incondicional restauración del gobierno legítimo y constitucional del Presidente de la República Don José Manuel Zelaya Rosales".
La resolución decidió hacer un llamado a los estados a no reconocer ningún otro gobierno que no sea el del presidente constitucional Zelaya.
El ejército de Honduras llevó a cabo un golpe de Estado clásico, al más puro estilo de los años 60 y 70, para enfrentar el tradicional conflicto de poderes donde confluye la ausencia de contención de la tradicional oligarquía hondureña, que en este caso fue incapaz de aceptar la inserción de los pobres en su espacio de poder absoluto.
El "golpeado" Zelaya, un derechista en la raíz, como la mayor parte de la elite del poder hondureña, había concebido una forma de descongestionar la concentración del poder económico y político en Honduras. Se había transformado en el izquierdista inesperado. Un verdadero serendipiti hasta que sus opositores le declararon la guerra.
El mandatario había perdido el apoyo del Poder Judicial y del Parlamento para organizar una votación que le permitiera una convocatoria de prolongación en el cargo que replicaba los ejemplos de los presidentes de Ecuador, Rafael Correa; de Bolivia, Evo Morales; y de Venezuela, Hugo Chávez.
Este golpe ha revelado una mecánica no nueva pero descontinuada: Se están usando poderes del Estado para destituir a un presidente con el apoyo operativo de las FF.AA. Zelaya había solicitado la renuncia del general en jefe de las FF.AA. la pasada semana, demostrando que su derrocamiento estaba fraguado. Funcionarios hondureños entrevistados no se imaginaban lo que estaba en desarrollo, y ni siquiera se filtró la noticia de una operación casi perfecta para hacerla aparecer como constitucional, algo que no parece creíble.
El circuito centroamericano
Un golpe de Estado de estas características en Centroamérica se produce varias décadas después de la época oscura de la política intervencionista de EE.UU. en la región, que tuvo su apogeo en los 60' y 70'.
Y aunque podría definirse como el resultado de un proceso interno que se llevó a cabo utilizando prácticas de antaño, tampoco se puede descartar de plano una posible influencia externa, como por ejemplo de la alianza transatlántica (EEUU y Europa/Otan), con el fin de cortar un circuito en una zona que no puede por ningún motivo caer en el área de influencia de otros poderes como China, Rusia e Irán.
Mauricio Funes en El Salvador, Daniel Ortega en Nicaragua, y Manuel Zelaya en Honduras, eran un circuito que no podía ser aceptado hasta para el más equilibrado analista del Pentágono que monitorea la seguridad estratégica de EE.UU., aún con los ímpetus de concordia de Barack Obama. Basta mirar el mapa y constatar que Venezuela, Ecuador y Bolivia han dejado ser zonas de influencia de EE.UU. en América del Sur.
Ahora, tres países en una continuidad geográfica en Centroamérica no podían ser considerados bajo una zona de influencia de EEUU.
La compulsión por el poder es probable y también es probable que a los militares hondureños se les soltó una tuerca en el armado. Lo que no es concebible es que este golpe haya ocurrido para contener el proyecto ALBA en la zona. Si es así, entonces es un residuo de la administración Bush.
Resolución histórica
La resolución de la ONU fue apoyada el gobierno de EEUU y es histórica en el sentido de que pocas veces se había visto una cohesión tan vigorosa en los que participaban. Es histórica también en el sentido de que sea tal vez la primera vez que EEUU, en forma tan rotunda se suma a un voto en primer lugar para condenar un golpe de estado de derecha, y para estar en la trinchera única con naciones que han mantenido una constante actitud anti EEUU últimamente como son Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.
El ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) asociación formada por Antigua y Barbuda, Bolivia, Domínica, Ecuador, Honduras, Nicaragua, San Vicente y Venezuela, se atribuye de alguna forma el triunfo de obtener una resolución de la ONU con decidida condena al golpe y respaldo al presidente depuesto, pero sin atribuciones.
La conferencia de prensa que el Presidente hondureño José Manuel Zelaya ofreció el mismo día en la ONU en Nueva York estuvo muy concurrida. Zelaya fue simple y directo. Sólo aspiraba a que se le restituya un derecho constitucional: volver a su cargo y terminar su mandato. Viajaba de Nueva York a Washington para reunirse con el Secretario General de la OEA. José Miguel Insulza.
Al preguntársele a un diplomático hondureño si Zelaya hablaría con Barack Obama o con algún funcionario de la Casa Blanca, la respuesta quedó en el aire.
Un diplomático ecuatoriano explicaba en el lobby de la sala de la Asamblea General, que la resolución de la ONU del día martes había surgido por la presión de los países que forman el ALBA. Al comienzo se dudaba que EEUU se sumaría al tono fuerte de la condena al golpe. Lo que no se sabrá por el momento es si se inclinó por el avasallamiento de la asamblea, o por doctrina.
La demanda de la resolución es simbólica al no existir un poder coercitivo que obligue a las autoridades hondureñas a restituir a Zelaya en la presidencia, considerando que no hay amenaza a la paz de la región, por lo tanto cualquier tipo de intervencionismo mayor se descarta.
Muchos piensan que va a ser muy difícil sino imposible hacer regresar a Zelaya a su cargo de Presidente. Si así fuera, estaría renaciendo tanto la OEA como el sistema multilateral.
Por Juan Francisco Coloane - EL Mostrador.
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