miércoles, 15 de julio de 2009

El golpe de Estado en Honduras y democracia.

En nuestra América Latina, tenemos hoy como realidad inédita en su historia de repúblicas independientes que, prácticamente en toda la región, los gobiernos son elegidos mediante elecciones libres no cuestionadas en la sociedad y ejercen el poder de manera democrática, aceptada en mayor o menor medida, dependiendo del país o Estado al que nos estemos refiriendo.

Este fenómeno constituiría, llamémoslo así, una suerte de nueva y moderna identidad latinoamericana. Sin embargo, hay estudios que indican que, paradójicamente, en la región existiría gran descontento en algunos lugares, incluso en aquellos donde estas democracias han progresado más en materia económica.

En ese sentido, hoy adquiere un relieve especial el desafío de la consolidación y fortalecimiento de la democracia en la región. Tarea continua, permanente y difícil, a la luz de la paradoja mencionada, así como de otras dificultades y fenómenos que surgen y que, como cuestiones de hecho, tienden más bien a debilitar que a fortalecer las frágiles instituciones políticas existentes en los variados países latinoamericanos.

Pensando en la coyuntura que hoy vivimos, parece importante examinar lo ocurrido con Honduras, por cuanto, internacionalmente, se ha producido un fuerte y generalizado rechazo al reemplazo del Gobierno por la fuerza.

A pesar de que estamos frente a un fenómeno en pleno desarrollo y no resulta sencillo prever su futuro, han tenido lugar algunos acontecimientos dignos de importante consideración. Ha emergido un fenómeno que debe quedar registrado en la historia y que implica una conclusión provisoria, pero significativa. En el hemisferio existe una decisión unánime en el sentido de no tolerar golpes militares. Este hecho es de una impresionante envergadura política, por sus consecuencias inmediatas, pero también por la diversidad de los actores involucrados, la rapidez de las resoluciones y la disciplina ulterior de la acción en relación con lo decidido previamente.

Inevitablemente, corresponde señalar -como una conclusión adicional- que el golpe militar en Honduras ha despejado todo resabio de duda acerca de la legitimidad y eficacia de la Carta Democrática Interamericana de 2001 (CDI), soslayada o cuestionada hasta el 1 de julio de 2009 por diversos actores políticos, como pudo observarse nítidamente en San Pedro de Sula, durante la Asamblea General de la OEA, con ocasión de la suspensión de las sanciones contra el gobierno de Cuba acordadas en Montevideo en 1962.

En la resolución principal de condena al golpe en Honduras (AG/RES. 1 - XXXVII Asamblea General Extraordinaria de la OEA) se incluyen referencias explícitas al valor jurídico-político de la Carta y se mencionan expresamente los Arts. 20 (buenos oficios) y 21 (sanciones) del instrumento. Estamos frente a una consagración espectacular de la CDI, gracias al fuerte compromiso con la OEA de todos los Estados miembros de la organización, desde Alaska a Tierra del Fuego.

También se debe enfatizar que lo que ha ocurrido está por sobre las personas. Aquí no se trata de aprobar o aplaudir a un gobernante determinado, sino del hecho de que se debe respetar la voluntad popular y no puede haber golpes de fuerza. En otras palabras, hoy no es aceptable la legitimidad de un gobierno alcanzada por la vía de la coerción y la fuerza. Ella debe obtenerse mediante la decisión popular expresada en las urnas, ejerciendo los mandatarios las funciones legítimas de las mayorías, respetando los derechos de las minorías e impulsando el diálogo político, económico, social y cultural, para hacer avanzar, consolidar y fortalecer la democracia.

Una última conclusión al respecto es, también, el fortalecimiento institucional de la OEA, que se ha manifestado en lo que podríamos definir como un claro multilateralismo democrático activo. Incluso la mediación que hoy se lleva a cabo, e independiente de sus resultados, tiene lugar bajo la conducción de un Jefe de Estado, secundado por funcionarios de la OEA, puestos a disposición por el Secretario General de la organización.

Considero que lo señalado precedentemente apunta a los elementos centrales del acontecer actual en el panorama político latinoamericano y es poco oportuno distraerse en cuestiones laterales en medio de una crisis como la hondureña, que resultará señera en materia de consolidación y fortalecimiento de la democracia en el continente.

Por Mariano Fernández Amunátegui - Ministro de Relaciones Exteriores -Emol
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