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“Se están limpiando la boca antes de comer”, dicen en la directiva. Los creadores de la Nueva Democracia Cristiana insisten en que tal acuerdo “no favorece al partido”
Se pensaba que luego de la hecatombe electoral que sufrió la Democracia Cristiana en las últimas elecciones municipales, donde perdió votos, alcaldes, concejales y la candidatura presidencial de la senadora Soledad Alvear, y que redundó en una mesa de unidad que se cuadró en torno a la imagen del ex Mandatario Eduardo Frei Ruiz-Tagle, las cosas se iban a calmar en la DC.
Pero no. La nueva cúpula dirigida por el diputado Juan Carlos Latorre, en conjunto con sus pares de los restantes partidos del arcoiris, están decididos a firmar un pacto instrumental con la izquierda extraparlamentaria, específicamente el PC, para así “terminar con la exclusión y el subsidio que existe en favor de la derecha y terminar con el espurio empate que hoy existe entre la Concertación y la Alianza”, en palabras del vicepresidente de la falange, Renán Fuentealba.
El problema es que la disidencia que quedó sin lugar en la actual directiva, “los príncipes”, han hecho una mediática queja al eventual acuerdo DC-PC. La ex ministra y ex diputada Mariana Aylwin dice que se trata de “una trampa que perjudica” sus colores y favorece al bloque PS-PPD.
El alcalde de Peñalolén, Claudio Orrego, hizo la misma advertencia al decir que la oposición y comunismo “justificaron las violaciones a los derechos humanos”. Incluso dirigentes que antes preferían el perfil bajo, como Walter Oliva y Jorge Navarrete, hoy se suman a las críticas y alegan que está en riesgo la votación “de centro”. Qué decir del legislador Patricio Walker, que defenestró hasta el cansancio el viaje a Cuba de la Presidenta Bachelet y su rechazo a reunirse con la disidencia a la dictadura castrista.
Más práctico, su colega Jorge Burgos dice que “entre una foto con Fidel y el pacto, es mejor el pacto”.
“Me siento orgulloso de que exista la nobleza en mi partido”
Aparte del enojo manifiesto de Juan Carlos Latorre y de casi toda la directiva por el tenor de las críticas, el diputado Renán Fuentealba, del núcleo duro del freísmo, agregó una curiosa ironía sobre los príncipes.
“La verdad, me siento orgulloso de que exista la nobleza en mi partido. Así como hay trabajadores, asesoras del hogar, estudiantes, líderes sociales, jóvenes y mujeres, es bueno que tengamos alcurnia y así estén todos los sectores representados”, afirmó a Cambio 21.
Según el hijo del fundador de la falange (que tiene su mismo nombre), no hubo exclusión de este “lote” en la nueva conformación de la mesa, elegida a mediados de enero.
“Ellos no se sumaron, no es que nosotros los ganadores con una abrumadora mayoría, no les hayamos dado cabida. Además, es curioso que se diga eso cuando a ellos les cuesta tanto estar cerca del pueblo”, enfatizó.
Sobre los alcances del pacto con el PC, Fuentealba acentúa sus comentarios al decir que “están haciendo orinando fuera de la pelela y se están limpiando la boca antes de comer, toda vez que el tema no está en la agenda inmediata del partido y en la Concertación se deben discutir muchas cosas todavía”.
“Cuando nuestra gente vea que hay intereses primarios para el país que sobresalen a los de la coalición y de los partidos, de forma madura nos van a respaldar”, concluyó el parlamentario.
De la NDC al principado
Los “príncipes” de la DC nacieron el 2002 al alero de un referente que se llamó NDC, Nueva Democracia Cristiana. Según crónicas de la época, “cerca de las 19:30 horas de cada lunes, un grupo de democratacristianos se reúne sagradamente en la casa del ex vicepresidente de la DC y ex gerente de la campaña presidencial de Soledad Alvear, Juan José Santa Cruz”.
A estas citas, de carácter privado, llegaban Ignacio Walker (canciller en ese entonces), su hermano Patricio (diputado), Mariana Aylwin, René Cortázar, José Pablo Arellano, Claudio Orrego, Alberto Undurraga, Edgardo Boeninger y Jorge Burgos.
Desde un principio se decía que este grupo era elitista, donde figuraban “los hijos de prominentes fundadores de la falange, algo así como los rucios de la DC”, quienes tenían como elemento principal debatir contra los “colorines”, corriente liderada por Adolfo Zaldívar y compañía.
Tras ser derrotados en la interna por el senador por Aysén, perdieron peso, quedando sólo bajo el rótulo de “príncipes” y dependiendo políticamente de facción que asumía el poder después de los seguidores del hoy timonel de la Cámara Alta: el alvearismo.
Luego de la debacle electoral del 2008, nuevamente adquirieron relevancia, más aún tras los triunfos de los alcaldes Undurraga en Maipú y Orrego en Peñalolén, quienes pedían un lugar en la nueva mesa que se debía en la junta nacional de enero de este año. Como eso no ocurrió, pasaron a ser la nueva disidencia de la colectividad.
Fuente: Cambio21.
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