lunes, 23 de febrero de 2009

El pulso de la crisis: La valiosa oportunidad de profundizar la democracia.

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Algo importante está ocurriendo en nuestra sociedad. Se nos implantó por la fuerza un orden basado en el individualismo, en el Estado subsidiario, en la doctrina neoliberal, que resultó en un crecimiento económico depredador, que ha producido un debilitamiento de la clase media como motor de movilidad social y una cada vez más regresiva distribución de la riqueza. Hemos sufrido el imperio ideológico neoliberal y, desafortunadamente, esto se sustentó en el plano político y social en una fragmentación premeditada de los movimientos sociales, en una convivencia acomodaticia de los dos bloques políticos, en un sistema excluyente fijado por una Constitución Política que ha limitado la efectiva democratización de la sociedad chilena.

Nos hemos convertido en un pueblo triste, irritable, agresivo, con una violencia latente que nos aleja como personas de la felicidad. Es que los vectores de la sociedad en que nos movemos, se han centrado en el consumismo y la búsqueda obsesiva del placer, en donde nos hemos convertido en consumidores planetarios, segmentados hasta el detalle, instrumentos de los mercados para crecer y que se han implantado en el ADN de la gente “moderna”. Las ideas, los debates, los proyectos de organización asociativa o de solidaridad, no entran en el lenguaje comunicacional por ser contrarios conceptualmente a la propuesta individualista. Es así como, marcando el paso del modelo, hemos avanzado en el acceso a nuevos bienes y servicios, progresando en tal sentido objetivamente, principalmente al haber incorporado innovadoras tecnologías a nuestra vida cotidiana. Pero, ese mismo modelo de crecimiento y supuesto chorreo, ha ido maximizando la brecha entre los sectores pudientes y los sectores medios y bajos.

La inteligente manipulación comunicacional que ha ejercido el sistema, controlado por los mismos intereses económicos que funcionaron al alero del régimen militar, se ejerce gracias a la concentración que mantienen esos poderes fácticos en medios de comunicación social. A lo cual se agrega la desatención negligente de los gobiernos democráticos de la prensa alternativa que se había construido en los ochenta. Lo que provocó la desaparición de numerosos medios emblemáticos y ha dejado a nuestra sociedad del siglo XXI en medio de una realidad alienante, con los oligopolios de la prensa radial y escrita, degradando a la sociedad con frivolidad, mensajes que llaman de la tenencia de cosas, a pasarlo bien sin límites, a vivir el aquí y ahora, sin ninguna responsabilidad frente al futuro.

En la actualidad se observa que hay amplios sectores que históricamente protagonizaban el devenir político, con una indiferencia o rechazo a participar en política, manteniendo una actitud cívica resignada y pasiva. Nos hemos convertido en un pueblo agobiado por las deudas, encandilado por el consumismo y que en la vida diaria ha sido manipulado por la frivolidad. Un pueblo fracturado, donde se advierte el drama de relaciones afectivas inestables, bajo nivel de compromiso, abandono de valores y responsabilidades respecto a los hijos, la propia familiay el futuro colectivo como proyecto país.

Sin embargo, algo está pasando, en medio de una crisis económica que cada día va dejando sus coletazos. Se comienza a hacer visible en la expansión de las redes, la presencia de numerosos sectores democráticos contestatarios del discurso oficial y que han accionado como colectivos en pro de un rescate de valores. Frente a la tendencia tenebrosa del tráfico de drogas en las poblaciones, aparece con heroísmo la acción cooperativa de vecinos y policías. Frente a la prepotencia de intereses invasivos de los espacios públicos se han levantado los grupos ciudadanos de defensa; pese a no haberse logrado implantar en la institucionalidad el Defensor del Pueblo, son miles las experiencias de acciones colectivas que van recuperando un estilo ciudadano de poder popular, que ha ido frenando abusos ambientales o la irrupción de mega proyectos inmobiliarios que rompen la armonía o identidad histórica de las comunidades locales. Esto demuestra que hay una gran energía vital circulando subterránea respecto de las agendas oficiales que marcan las pautas noticiosas.

La crisis del sistema global ha dejado en evidencia la necesidad de recuperar en los países el rol responsable del Estado y las personas han visto que la realidad dura de la cesantía es una amenaza real. Se está entendiendo en todos los países afectados que reactivar la industria mediana y pequeña nacional es una necesidad de sobrevivencia y que eso significa generar capacidades asociativas para levantar proyectos. La realidad es dura y puede serlo todavía más. Acá es cuando aparece el rescate de la acción social, de la buena vecindad de barrios que encaran la recuperación de sus espacios públicos y en vez de amurallar sus casas piensan en ayuda mutua, en responsabilidades compartidas. La respuesta de las familias pasa por la unión de barrios, de vecinos y amigos para lograr en la actividad solidaria economías de sobrevivencia. La incapacidad de servir los compromisos, la impotencia que se siente frente a despidos masivos, significa mirar con realismo la experiencia que tenemos como país para enfrentar momentos difíciles y eso – recreando la experiencia de la crisis de los ochenta que llevó a protestas heroicas y masivas - no se puede hacer desde el individualismo, sino que parte de la capacidad de creer en el vecino, de abrir tu casa al vecino, de trabajar en equipo, en confianza, con reciprocidad y esfuerzo.

Hay amplios sectores medios que se han dado cuenta que es el momento de actuar con racionalidad, sumarse a acciones en las poblaciones y barrios para que el tejido social vuelva a vertebrar acciones mancomunadas para la solución propia de problemas inmediatos. Generar muchos miles de grupos que inventan acciones `para pasar por momentos difíciles, significa erradicar el facilismo, el simple reclamo de ayudas. Se trata de fomentar la autoayuda y de canalizar el apoyo a quienes mejor organizados se encuentren para llevar adelante proyectos de carácter cooperativo.

Cooperar, trabajar como colectivos de barrios, comprar juntos, fiscalizar la calidad de los servicios públicos, participar desde la base social, buscando y proponiendo soluciones, es un estilo que se siente venir en Chile, como consecuencia de la crisis que nos impacta.

Si desde la autoridad de gobierno se entiende este proceso y se acomete sin prejuicios ni dogmatismo el desafío de promover la organización de la gente, de los grupos profesionales, de los jóvenes desempleados, es posible convertir esta grave crisis en una oportunidad para avanzar desde la ciudadanía en la corrección efectiva del modelo; que no calza doctrinariamente con la conjugación de la solidaridad, del nosotros, del caminar espalda con espalda para bogar entre arrecifes monopólicos y transitar las turbulencias con las energías multiplicadas de un pueblo empoderado y proactivo.

Por Hernán Narbona Véliz.- Administrador Público, Escritor y poeta.

Gentileza: Instituto Jorge Ahumada.
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