martes, 3 de febrero de 2009

"A Foucault no le interesaba la revolución".

MICHEL FOUCAULT. ¿Fue un tenaz militante o un pensador que miraba con extrañeza los arrebatos de rebeldía estudiantil?

Alterar los preconceptos es un deporte en el que Paul Veyne se destaca. Ya sea que se interese por los juegos del circo de Roma, las formas de creencia de los griegos, los poemas de René Char o el advenimiento del cristianismo, este historiador inclasificable, lector de Nietzsche, no es sólo un estudioso de una erudición deslumbrante. Es también un hombre de un lenguaje intenso, de una franqueza voluntariamente provocadora y muchas veces intempestiva. A nadie le sorprenderá, por lo tanto, que el retrato que traza de su amigo Michel Foucault sea poco convencional.

Se vieron por primera vez en 1954. Veyne, alumno de l'Ecole Normale en la rue d'Ulm, tenía entonces 24 años. Foucault, con apenas más de treinta, ya era no obstante "caimán", o sea tutor, y pertenecía, pese a la escasa diferencia de edad, al mundo de los maestros. Durante mucho tiempo, sus respectivas estadías en el extranjero los mantuvieron alejados. Foucault estuvo en Suecia, en Polonia, en Túnez, Veyne e n Roma. Recién volvieron a encontrarse en la década de 1970....en el Collège de France.

Paul Veyne admite que no captó enseguida los objetivos del trabajo de Foucault. "Había leído sus libros pero no había entendido el alcance que tenían. Cuando fui a escuchar uno de sus cursos de pronto vislumbré la perspectiva que abría. De golpe, comprendí que Foucault inauguraba ese análisis más profundo de la historia que yo buscaba desde hacía tiempo. Entonces, volví a casa y me puse a leer a Nietzsche. Una noche, Foucault me llama a Aix por no sé qué razón y le digo: Hice un gran descubrimiento: me puse a leer a Nietzsche . –Lo que te interesa, me dice, es el Nietzsche de Deleuze. Y yo: No, porque el libro de Deleuze tiene una falla: ¡no plantea el problema de la verdad! Esa frase provocó en él una especie de flechazo. Me había convertido para él en el único historiador que había vislumbrado que la cuestión suprema de la historia era la verdad. Entonces nos hicimos amigos...."

Bastante "amigos" para que Paul Veyne, notoriamente heterosexual , haya sido proclamado por Foucault " homosexual de honor " e invitado a las discusiones que organizaba en su departamento de la rue de Vaugirard. Sería un error, sin embargo, pasar demasiado rápido de la homosexualidad a la subversión política.

Habiendo observado a Foucault de cerca y hablado muchas veces con él sobre sus decisiones militantes, Veyne rechaza categóricamente la leyenda de un Foucault "revolucionario" en el sentido aceptado del término.

Para él, la imagen de un filósofo rebelde, subversivo, con el espíritu del '68, izquierdista, resuelto a hacer borrón y cuenta nueva con el pasado y terminar con el viejo mundo es isa y llanamente falsa. Ese mito es, no obstante, fuerte en los Estados Unidos, y no está ausente de la imaginación europea. Fue forjado sobre todo a partir del paso de Michel Foucault por la universidad de Vincennes y su participación en el Grupo de información sobre las cárceles, pero según Veyne, no se ajusta a la realidad.

"Foucault no imaginaba la revolución. Nunca lo oí hablar de la sociedad burguesa o de la
explotación capitalista , ¡jamás! Para él, esos términos no existían. Era un mundo de ideas que le resultaba totalmente ajeno. De hecho, la revolución o incluso la sociedad ideal , todas esas generalidades vagas no le interesaban en absoluto. Le parecían pamplinas y tonterías. Un día –sigue el relato de Veyne – Foucault me dijo: En Vincennes viví en una banda donde estaban todos medio locos. No obstante, en esa universidad experimental , lo creían igual a ellos. Por eso mismo no entendían por qué Foucault se negaba a que se graduaran todos los estudiantes o por qué no iba a hacer redadas a los supermercados. Los de Vincennes consideraban que esos eran ciertos caprichos de él. Ellos no entendían sus comportamientos, que para ellos eran inexplicables".

Aquí, una objeción: Foucault se comprometió en un montón de acciones, participó activamente en una larga serie de luchas. No se contentaba con escribir o firmar peticiones, se lo veía en manifestaciones, en reuniones de protesta, en la puerta de las cárceles o los tribunales. ¿Eso no era una actividad revolucionaria? Respuesta: "No, porque nunca era por motivos abstractos o generales, organizados siguiendo un plan de conjunto. Se comprometía siempre vez a vez, en función de sus indignaciones, por causas que lo habían conmovido personalmente. Lo que lo decidía, siempre era una reacción afectiva a un punto en particular. En definitiva, tenía un lado justiciero".

De todos modos, genera cierto malestar pensar que no existió en esa multiplicidad de acciones nada más que una sucesión de buenas obras inconexas, dictadas por la emoción del día. ¿No existía ninguna unidad, realmente?¿Ningún denominador común? "Su pasión era indudablemente la defensa de los malditos. Ya fueran locos maltratados o presos de los cuarteles de alta seguridad, era sensible a lo que afectaba, de cerca o de lejos, la vida de los 'hombres infames'. Un día que yo estaba haciendo un programa sobre los gladiadores, quiso venir. Quería explicar cómo esos luchadores ocupaban en Roma un lugar a la vez glorificado y maldito".

La mirada de Paul Veyne sobre la vida y la obra de Michel Foucault reserva otras sorpresas. El principio fundamental de la obra foucaldiana sería el escepticismo y no la voluntad de subversión. Guerrero,samurai, enemigo acérrimo de nuestras ilusiones, Foucault estaría muy alejado de la figura familiar del auténtico intelectual de izquierda. Un poco antes de su muerte, después de la llegada de François Mitterrand al poder, aparentemente había proyectado incluso un libro contra los socialistas franceses. ¿Y por qué razón?"Por odio a Mitterrand. Me explicó cómo demostraría el libro que los socialistas no tienen ninguna política constituida. Sus únicas consignas son las reivindicaciones de su clientela electoral. De la sociedad francesa,igual que de las relaciones internacionales, no tienen idea y nunca la tuvieron ".

Este Foucault sarcástico y escéptico, tan poco ilusionado con la gran revolución, con tanto odio por el partido socialista,¿no resultará chocante?"¡Sería una lástima que un intempestivo no ofendiera a nadie! "

(c) Le Monde y Clarín, 2008.
Traducción de Cristina Sardoy

Paul Veyne , en su último libro, la imagen del Foucault militante y combativo: "La revolución y la sociedad ideal le parecían pamplinas"

Por: Roger-pol Droit
.
Gentileza: Instituto Jorge Ahumada.
.

No hay comentarios.: