martes, 16 de febrero de 2010

La nueva forma de gobernar.

Si alguien decide ir al Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) a reclamar por el gabinete que anunció el Presidente Sebastián Piñera, le aseguro que saldrá con la cola entre las piernas. Éste hizo exactamente lo que prometió y lo que los electores le compraron. Ofreció conducir el Gobierno con la lógica de la empresa privada, y el equipo que ha formado responde exactamente a eso. Ofreció también que actuaría sin atender a los equilibrios entre partidos, y así lo hizo, aunque genere las protestas de la UDI. Ofreció, en suma, que con él nacía una “nueva forma de gobernar” y, bueno, aquí está.

El elenco que reunió el Presidente en torno suyo sería el dream team de cualquier gran empresa. Las credenciales escolares, de partida, son impresionantes: los mejores colegios particulares; ingenieros civiles y comerciales de la Universidad Católica, en su mayoría; postgrados en Estados Unidos. Si sumáramos el número de horas de asesorías y consultorías a empresas de los nuevos ministros y ministras, llegaríamos a contabilizar años. Muchos han sido exitosos empresarios o altos ejecutivos de empresas privadas y, en un caso, públicas. Está, por último, el pedigrí académico: profesores, investigadores y decanos, todos de la PUC y de universidades privadas.

Ningún head-hunter, ni en sueños, habría logrado reunir tanto talento para un mismo cliente. Y menos hacer lo que —intuyo— aspira el Presidente electo al hacer estas nominaciones. Él no parece haber buscado en cada caso a la persona con las propiedades para ejercer un cargo, dándole la autonomía para definir objetivos y prioridades. No, nada de eso: buscó más bien a la persona apropiada para cumplir una determinada misión que el Presidente ya tiene definida en su cabeza.

Por ejemplo, colocó a uno de los más hábiles negociadores en el mundo chileno de los negocios, y con contactos empresariales en la región, a cargo de la Cancillería. ¿El mensaje?: ahora las relaciones internacionales responderán a la lógica empresarial, no política. Al más talentoso gerente de finanzas del país lo instaló en Minería. ¿Para qué? Para incorporar capital privado a Codelco, Enap y Enami. A cargo de Salud, a quien ha manejado con gran éxito una clínica privada. ¿Misión? Modernizar los hospitales públicos. A un conspicuo asesor de empresas en Economía. ¿Recado? Ahora la prioridad es la productividad, no los equilibrios fiscales. A una ejecutiva que ha ejercido altas responsabilidades en empresas privadas y públicas la colocó en Trabajo. ¿Mensaje? Aplicar la lógica de los recursos humanos a la relación con los trabajadores. A uno de los más imperturbables abogados de la plaza en Interior. ¿Tarea? Ir sobre la delincuencia.

Así podríamos seguir en todos los ministerios clave.

Es revelador, también, cómo el Presidente llegó a los seleccionados. Los partidos no tuvieron papel alguno. Tampoco los grupos corporativos. ¡Cómo se habrían soñado esto los Presidentes de la Concertación! Por lo que cuenta la prensa, llegó a ellos —o, en el caso de algunas ministras, a sus maridos, ¡cómo clamarán las feministas!— por nexos creados en el mundo de los negocios o en lugares de veraneo del endogámico club de la élite chilena.

¿Resultará todo esto? ¿Podrán los elegidos lidiar con los trabajadores públicos, los grupos de presión y los inclementes ciudadanos, sin disponer de las herramientas de coerción y recompensa del sector privado? ¿No será demasiado perfecto para ser real? Ojalá funcione. Como sea, nadie puede reclamar al Presidente electo no estar haciendo lo que prometió.

Por Eugenio Tironi
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