En un país tan propenso a los cotidianos grises, resulta curioso que hayamos tenido un 5 de octubre, y antes, un 11 de septiembre.
Encrucijadas, bifurcaciones.
No tiene nada de malo, porque binaria es la vida humana; y por eso mismo, la aventura de Chile seguirá planteándose así.
Poco antes de su muerte, Jaime Eyzaguirre veía venir, a mediados de los años 60, el todo o nada: “Ya se agolpa el instante de la definición o de la muerte”, escribía en “Hispanoamérica del dolor”. Y el momento llegó.
Pero ¿eso era todo? ¿Ya pasó? ¿Agotaron el 11 y el 5 la capacidad de definirnos o está presente aún el desafío? “La brega larga y dramática”, en palabras del mismo Eyzaguirre, ese “porvenir abierto”… ¿siguen ahí?
Sin duda. Pero los grises se esfuerzan por volver a ocultar hoy lo que todos sabemos que el país lleva dentro: una gran definición pendiente, un nuevo Sí o un nuevo No. Y esto sucede en plena campaña electoral, cuando las alternativas más centrales de la existencia humana podrían estar presentes, para que todo ciudadano diga Sí o diga No.
Cada uno en su estilo, dos chilenos pensantes se han encargado de recordarlo en estas mismas páginas.
Carlos Peña, molesto con toda razón de que la autonomía personal, cuestión fundamental, hubiese quedado fuera del debate televisado. Y Felipe Cubillos, quejándose de la grave ausencia de la libertad como tema central en el discurso y en los programas de los cuatro candidatos.
Autonomía personal, libertad. ¿Qué somos? ¿Qué nos mejora o empeora? ¿Vivimos sólo para el acá o también anhelamos el misterio?
Y éstas no son preguntas de escritorio, ni de libro, ni de pura conciencia, ni del ámbito de lo sagrado. Son el porvenir abierto del que hablaba Eyzaguirre y, por eso mismo, trascienden toda contienda electoral. Son las interrogantes que a veces logran salir a flote, ya que a borbotones luchan desde el interior por un lugar visible y reconocido.
Porque en muchos chilenos hay —partamos por el comienzo y así suscitaremos de inmediato la tesis contraria— un Sí a la vida desde la concepción a la muerte natural, un Sí al derecho de los padres como primeros educadores, un Sí a la dignidad del cuerpo, un Sí a la libre expresión pública de la propia fe, un Sí a la unidad de la familia, un Sí a la legítima propiedad, un Sí al trabajo que enaltece, un Sí a la naturaleza al servicio de la persona, un Sí a la honradez y a la palabra empeñada.
Algunas de sus afirmaciones vienen de atrás —son también un Sí a la tradición—, pero la formulación es nueva, porque ha debido nuclearse. Antes, contaminada con otros elementos (de sangre, de pesos, de influencia), se autodenominaba la Derecha. Pero eso hoy ya no corre.
Otro grupo de compatriotas le dice que No al embrión como ser humano, afirma que No existe la diferenciación en sólo dos sexos, cree que No debe haber signos de la tradición cristiana en el país, niega el derecho de defender proporcionadamente la propiedad amenazada, dice que No a la iniciativa privada en educación, No acepta la presencia humana en las profundidades de su ecología, niega la fidelidad en los compromisos, y cierra sus negativas rechazando que sus posturas sean erróneas por ser contrarias a las costumbres nacionales. Nada de tradiciones…
Ya no es la Izquierda de antes; esa es otra, presente todavía en carcamales de rojo, pero negada también por este nuevo No.
Y así estamos, frente a otra encrucijada, ante una nueva bifurcación.
Porque cuando pase todo esto de la primera y la segunda vuelta, seguirá pendiente, se nos vendrá encima, la vuelta final. Un nuevo Sí o un nuevo No.
“Se nos debe en justicia la luz por el dolor; y el dolor se hará estrella”, concluía Eyzaguirre.
Por Gonzalo Rojas – Blogs Emol
.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario