En la trastienda de un puesto de flores de la exclusiva Colonia Polanco pasan las noches a la intemperie dos cubanos que se quedaron sin país desde hace casi un año.
Ambos se hartaron de Miami y pudo más la nostalgia de sus familiares en la provincia de Oriente que las comodidades que disfrutaban al sur de la Florida, adonde llegaron entre los años 2006 y 2007.
Carlos Carrasco y Eduardo Quesada viajaron hace 11 meses a México para pedir un permiso de reingreso a Cuba, pero el consulado no ha expedido la autorización, y ahora sobreviven con una comida al día lavando autobuses y ayudando en sus quehaceres al dueño de la floristería a menos de dos cuadras de la imponente sede de la embajada cubana en la avenida Presidente Masaryk.
Este es sólo uno de muchos casos que con los que tiene que lidiar cada semana Eduardo Matías López Ferrer, un abogado cubano residente en esta ciudad, quien desde hace 20 años se ha convertido en una suerte de salvavidas voluntario de cientos de cubanos que llegan a este país por aire, mar y tierra a cambiar su futuro.
"La ayuda que he recibido de Eduardo y de Alma, su señora, es inmensa, ellos nos trajeron abrigos el pasado diciembre y nos traen comida o nos invitan a comer, no tengo como agradecérselo'', afirmó Carrasco a El Nuevo Herald.
Carrasco, de 48 años, un condecorado combatiente de la guerra de Angola, no quiso hablar sobre su situación ni especular sobre la reiterada negativa de la cónsul de Cuba en esta ciudad a aprobar su regreso, pero sostiene que López y su esposa siempre le dan una esperanza.
La esperanza es la materia prima del trabajo de López. Y el tamaño de la misma la describe en términos legales y humanitarios cada vez que recibe una llamada en su celular de algún familiar de un cubano que ha sido arrestado por las autoridades migratorias de México.
"Lo hago porque soy cubano y me duele ver cómo muchos cubanos tienen miedo en México a las autoridades migratorias, lo hago porque hay una necesidad imperiosa, y lo hago por un satisfacción personal, porque me siento muy retribuido'', indicó López en una entrevista con El Nuevo Herald en la Casa del Balsero Cubano.
En los años de mayor migración, la actividad era febril. De 254 cubanos detenidos en las costas de los estados de Yucatán y Quintana Roo en el 2002, la cifra pasó a 2,205 en el 2007, según la revista Proceso.
Con su hablar pausado, López le explica al angustiado pariente del indocumentado todas las opciones legales, no sin antes advertirle que cualquier gestión que realice será gratuita.
López, quien fue director jurídico del Puerto de La Habana y estudió en la Unión Soviética, explicó que sus gastos de asesoría a los cubanos son mínimos y que ha rechazado ofrecimientos de ayuda financiera porque los donantes han impuesto condiciones que van en contra de sus principios como, por ejemplo, entrevistar a los indocumentados sobre sus tendencias políticas.
La Casa del Balsero, que también es sede de la Fundación Asociación Cívica Cubano Mexicana y sala de redacción de la revista Patria, todos proyectos de López y su esposa, es un apartamento situado sobre el suyo en un condominio de Tacuba, un distrito popular en el centro norte de esta ciudad.
Las paredes del estrecho corredor del apartamento están tapizadas con cartulinas que muestran los nombres de los fusilados en Cuba y de los presos políticos.
En una pequeña y desordenada sala de recibo, bajo la mirada de un cuadro de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba y los balseros, López colgó un escudo cubano al que le falta el gorro frigio, una ausencia accidental que él celebra porque el gorro es un símbolo de la libertad que no hay en Cuba, comentó.
Con los cartelones de fusilados y presos políticos, el abogado de 54 años sale armado a discutir en foros públicos con estudiantes que defienden la revolución cubana con más corazón que erudición. A esas y otras reuniones con diplomáticos se presenta con dos prendedores en la solapa de su saco, uno con la banderita de Estados Unidos derecha y otro con la de Cuba al revés.
En la oficina se queda su esposa, una mexicana afable y ejecutiva, que además de ejercer como memoria ambulante de fechas y nombres que López olvida, hace de madre de tres niñas, una de ellas bautizada por él con el nombre de Habana del Alma, en homenaje a su nostalgia por Cuba y al amor por su esposa, de 34 años.
Cuando el gobierno de México concedía a los indocumentados un permiso temporal para salir del país, la Casa del Balsero era invadida por una romería de cubanos recién liberados. Entonces, López debía alquilar apartamentos vecinos donde se alojaban durante varios días y disfrutaban de su especialidad: arroz con pollo en grandes cantidades.
"Un día uno de ellos, un señor de edad, contó el número de los cubanos [hospedados en la Casa del Balsero] y me dijo: ‘Eduardo, ahora somos 86, más que en el Granma' '', recordó López.
El indocumentado se refería a la embarcación en la que partió Fidel Castro de México hacia Cuba para empezar la revolución en 1956.
El escaparate de la sala del apartamento de los López lo fueron construyendo sus huéspedes poco a poco en sus horas de espera para salir a Estados Unidos.
"Lo comenzó un oriental y lo terminó uno de Pinar del Río, y la cama de Eduardo la hizo un muchacho carpintero de Santa Cruz del Sur, en Camagüey'', explicó Alma.
Pero esos días, en los que López y su esposa llegaron a atender un promedio de 60 cubanos a la semana, han quedado congelados en el pasado y en los álbumes repletos de fotografías de indocumentados sonrientes por la noticia de su libertad que se tomaban en algún rincón de la Casa del Balsero.
En octubre pasado los gobiernos de México y Cuba firmaron un acuerdo migratorio mediante el cual los cubanos indocumentados detenidos serán repatriados.
La medida disminuyó visiblemente la inmigración ilegal masiva, pero no los problemas. Ahora muchos cubanos que quieren salir de la isla se han puesto en manos de "polleros'' (contrabandistas) mexicanos y cubanoamericanos del sur de la Florida que los llevan a México y los utilizan como rehenes para exigir el pago.
En entrevistas exclusiva con El Nuevo Herald, varios de los indocumentados relataron el mes pasado cómo fueron torturados y golpeados mientras sus parientes en Estados Unidos escuchaban sus gritos de dolor por teléfonos celulares. Con esto, los secuestradores presionaban a los familiares para forzarlos a pagar los $10,000 que exigían por el transporte de la isla hasta México.
López, quien se hizo ciudadano mexicano, sostuvo que esta mafia no podría operar sin la complicidad de las autoridades locales.
"Esto es parte de la gran corrupción que permea todos los niveles policíacos de este gobierno, tiene que haber un gran personaje [involucrado], no es sólo un traficante de poca monta, que mueva los hilos de la corrupción de la Marina de Guerra, de Capitanía del Puerto, de la Policía Federal, de Migración'', agregó López.
De otra manera no se explicaría que esta gente pueda desembarcar tranquilamente en Cancún o en Isla Mujeres, "disfrazados de turistas y que los lleven a una casa de seguridad sin que nadie lo sepa'', indicó López.
Por ello no le extraña que en los mensajes de auxilio escritos por 14 cubanos que estuvieron secuestrados las dos primeras semanas de septiembre en una casa de Cancún, éstos imploraban que por favor no llamaran a la policía sino al ejército.
Estos casos, agregó, han ayudado a desviar la atención de la llegada de indocumentados a México en yates de gran calado que fondean en puertos cubanos sin ningún problema y a la vista de las autoridades.
"Eso me lo han contado cubanos que han pasado por aquí'', explicó López. "Fondean tranquilamente en Pinar del Río o Habana campo y esperan a que lleguen un par de guaguas de La Habana y entran al agua sin empujarse, les dicen que no hay apuro''.
Para López la opción no es salir de Cuba arriesgando la vida.
"Estamos en contra, el factor riesgo es demasiado elevado'', afirmó. "Se habla de 78,000 balseros muertos o desaparecidos en las aguas del Caribe. Somos los primeros que tratamos, cuando nos entrevistan para Radio Martí, de mandar el mensaje de que esto [el gobierno cubano] tiene que evolucionar o caer por su propio peso, pero que el escapismo no puede llegar a convertirse en suicidio''.
Su trabajo no ha terminado. Ahora está buscando las alternativas legales que permitan a los cubanos que fueron secuestrados salir de la Estación Migratoria de las Agujas, en esta capital.
López sabe que es difícil, pero lo animan cosas que no tienen precio, según comentó, como por ejemplo, enterarse que en las paredes de la estación migratoria, donde se encuentran sus compatriotas detenidos, está escrito su nombre, su teléfono y un comentario que dice: "Este abogado sí sirve''.
Por GERARDO REYES -CIUDAD DE MEXICO – El Nuevo Heraldo.
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