Si bien Víctor Barrueto (PPD) ha mantenido distancia de la contingencia política desde su alejamiento de la Intendencia Metropolitana el 2007, su calidad de ex presidente de partido le permite tener una mirada distinta del escenario político que se ha desencadenado en la Concertación por estos días. Por lo pronto, propone que Eduardo Frei se comprometa a establecer un gobierno de unidad en el que tengan espacio tanto Jorge Arrate como Marco Enríquez-Ominami.
-¿Cómo ve el escenario al interior de la Concertación?
-El paso que hay que dar, contundente, es que Frei llame a un gobierno de unidad del mundo progresista, eso es lo que puede tener la envergadura para enfrentar los desafíos de los próximos 20 años, y en el que participe, por lo menos, la candidatura de Marco Enríquez-Ominami, la de Jorge Arrate y el PRI. Sería un indicador claro de que escuchamos lo que la gente dijo el 13 de diciembre, que estamos empezando algo nuevo y que Frei se pone a la cabeza de una nueva mayoría distinta y más amplia que la Concertación. Para hacerlo hay dos alternativas. Una, la mejor, pero que es difícil hacerlo en lo inmediato, es la de haber constituido una nueva coalición progresista. La otra es constituir un acuerdo político amplio de cinco puntos fundamentales, para que ninguno de los sectores políticos pierda su autonomía, pero donde compartamos un planteamiento común para el próximo gobierno, donde igual estos bloques (Arrate y Enríquez-Ominami) puedan tener una participación limitada a través de ministros.
-¿Cuáles serían esos cinco puntos?
-Doblar el gasto actual en educación y reformas laborales. Lo tercero es tomar una decisión muy fuerte respecto a la nacionalización del agua y una cifra muy superior de subsidios a las energías renovables no convencionales. En cuarto lugar, una reforma tributaria para financiar ese mayor gasto en educación, en capital humano y en energías renovables. Y quinto, la reforma política en particular, la elección de los intendentes, como presidentes de los gobiernos regionales. Yo creo que esos cinco puntos marcan diferencias, distinguen y recogen planteamientos que había en los distintos programas.
-La renuncia de los presidentes de los partidos ¿sirve para conformar esta unidad progresista?
-Completamente. Yo creo que el planteamiento que hizo Frei sobre una reforma de la política es fundamental. Estos gestos de los presidentes de los partidos vienen a acompañarlo como gestos de grandeza, para jugarse hoy día por un triunfo y crear condiciones para que un planteamiento de este tipo vaya más allá, pase a expresarse en algo positivo y concreto, como este llamado a este gobierno de unidad.
-Con estas nuevas decisiones, ¿los partidos se ven disminuidos?
-Yo creo que lo fundamental es que se abra un verdadero proceso de reforma política, el deterioro de los partidos es generalmente el deterioro de la democracia, aquí no hay que ningunear a los partidos ya que son indispensables. El éxito de Marco Enríquez-Ominami estuvo concentrado en esta crítica política, en el sentido de este cambio a ese nivel. Yo creo que si los presidentes de partido hacen este gesto, es porque hoy necesitamos responder con grandeza.
-¿Esto significa un cambio total en como se han hecho la cosas en la Concertación?
-Creo que sí, pero hay que entender que la renovación política es, por un lado, renovación de las ideas de futuro, es renovación también de las instituciones, es también recambio generacional y es cambio en los estilos y maneras de hacer política entendiendo que éste es un proceso bastante más integral. Se han producido cambios societales y culturales sumamente importantes en los últimos años. Con Lagos se instaló la idea de igualdad con mucha fuerza, con Michelle Bachelet se ha instalado la red de protección social, que la derecha está desesperada por decirse continuadora de ella. Y en esta elección se ha instalado la idea de progresismo que va más allá de esas dos ideas anteriores, con toda su fuerza. Ésas son modificaciones en la sociedad muy importantes que tenemos que ser capaces de expresar políticamente, sería un absurdo que la derecha terminara gobernando estos cambios profundos.
Por Martín Romero - La Nación.
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