Por primera vez, un candidato presidencial que queda en tercera posición en la primera vuelta electoral se ha transformado en el nudo de la competencia para la segunda vuelta. La reacción es lógica, ya que de todas las elecciones realizadas desde que existe el mecanismo de la segunda vuelta, es la primera vez que el tercero en carrera alcanza una votación significativa y es también la primera vez que existen dudas respecto al destino de los votos del tercer candidato.
Lavín sacó más votos que Enríquez-Ominami, pero era evidente que el grueso de sus sufragios iría a Piñera. Ahora se ha planteado que el caudal del díscolo se dividiría en tres tercios, aproximadamente, en beneficio de Frei, Piñera y del voto nulo, que en estas circunstancias favorecería a Piñera, ya que se trata de obtener la mayoría de los votos válidamente emitidos, con lo que los nulos sólo sirven para reducir la meta final.Con la confusión, la Navidad y el año nuevo entre medio, el mes teórico de campaña para la segunda vuelta se acorta a unos pocos días y aún no se divisan luces de que los comandos de los candidatos en carrera logren entender por qué el caso de los votantes de Enríquez-Ominami es distinto a lo que se ha visto en estas ya casi dos décadas de democracia.
Por un lado, votaron por el candidato independiente personas que podrían haber optado por Piñera en la primera vuelta, pero que se sintieron atraídos por el mensaje liberal de Enríquez-Ominami. Para ellos sólo se ha entregado como mensaje la posibilidad de que el programa económico de Piñera incluya algunas de sus propuestas, pero nada central.
Por el otro lado, personas que históricamente han votado por la Concertación también prefirieron en esta oportunidad a Enríquez-Ominami, no sólo en señal de protesta por el anquilosamiento del pacto gubernamental o los casos de corrupción conocidos y por conocer, sino porque se sintieron interpelados por una convocatoria a la mística, a la recuperación de los sueños que la Concertación ni siquiera contempla en sus propuestas.
Así las cosas, tuvo que salir por escrito en la prensa qué es lo que pide el sector de Enríquez-Ominami para facilitar que alguien entienda qué representa: La salida de los presidentes de la Concertación, no por una cuestión de animosidad en su contra -salvo el caso de Camilo Escalona- sino porque representan una forma de hacer política que se considera atrasada en varias décadas; que se avance en la democratización del país con la elección de las autoridades regionales y la legislación que posibilite la iniciativa popular de ley; en lo económico, una reforma tributaria con sentido de justicia social y la corrección del royalty a la minería. Pero no hubo respuesta.
¿Implica ello que no se quiere o no se sabe ver lo que representa Enríquez-Ominami; que se cree que las formas tradicionales de hacer política bastarán para recuperar a los descreídos de un sistema político que se basa en el blanco o negro; o que cada comando cree que acceder a las peticiones del mundo que representó la tercera candidatura es un riesgo aún mayor que perder la elección?
Por Andres Rojo
.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Que análisis mas concienzudo y claro ... felicitaciones
Publicar un comentario