La caza de votos ya partió. Un millón de sufragios separa a Sebastián Piñera de Eduardo Frei, pero tanto la derecha como el oficialismo -en muy distinta cantidad- requieren sumar si quieren llegar a La Moneda. Un clima triunfalista se ha expandido entre los partidarios de Sebastián Piñera, mientras que en el comando de Eduardo Frei, entre otros movimientos, se apela a los matemáticos para un juego de ajedrez incierto. Frente a la encrucijada inédita que plantea la segunda vuelta de esta quinta elección presidencial desde la recuperación de la democracia, el cientista político Genaro Arriagada analiza los resultados del domingo pasado y hace una radiografía de los desafíos que ellos plantean para ambos candidatos.
EL SORPRENDENTE MAL DESEMPEÑO DE LA CONCERTACIÓN.
La candidatura presidencial de la Concertación obtuvo una magra votación, no obstante factores que normalmente deberían haber apuntado a un resultado mucho mejor. Entre los principales, el representar la continuidad de una Presidenta que tiene un 80% de aprobación y de un gobierno con más de un 65% de los ciudadanos que respaldan su buen desempeño. Aún sus más enconados adversarios reconocen que la Concertación representa veinte años de enorme progreso en casi todos los campos.
A ello hay que agregar que el electorado chileno muestra una enorme estabilidad en su afección a dos grandes coaliciones, haciendo que sus votaciones hayan variado muy poco en dos décadas, de modo que, cualquiera fuera su candidato, un piso en torno al 45% parecía probable.
Contrariando esas razones, la candidatura concertacionista obtuvo un 29% de los sufragios. La gran pregunta es: ¿por qué tan baja votación?
De partida, la razón no está en que la derecha, su sempiterna adversaria, haya presentado un proyecto atractivo, una gran campaña o un nuevo y motivador sueño de país. Lo prueba el que no obstante la baja de Frei, mantuvo la misma votación de siempre: el 44% de Piñera es el resultado más bajo de ese sector en las tres últimas primeras vueltas presidenciales (47,5% de Lavín en 1999; 48,6% la suma de Lavín y Piñera en 2005). Por tanto, referido a elecciones anteriores, ni uno solo de los 14 puntos de diferencia los explica el éxito de Piñera, sino que todos son endosables a la caída de Frei.
La baja de Frei tampoco la explica el surgimiento de una alternativa a su izquierda, pues Arrate -no obstante su buena campaña- obtuvo el voto levemente mejorado que tradicionalmente ha obtenido la llamada “izquierda extra parlamentaria” (un 6,2% que se compara con un 4,7% de Pizarro en 1993 y un 5,4% de Hirsch en 2005).
CANSANCIO Y HASTÍO. El mal desempeño del oficialismo en la primera vuelta se explica por factores que vienen de su interior y de las fuerzas que lo componen. Entenderlo es necesario para advertir las estrategias entre la primera y la segunda vuelta.
El primero de esos factores es la propia candidatura de ME-O, un fenómeno nacido del interior de la Concertación, sin que hasta ahora haya roto radicalmente con ella. No sólo se trata de que ME-O fuera un diputado socialista, su padre un senador de ese mismo partido y su entorno de izquierda. Lo importante es que su movimiento no significó, como la derecha, un proyecto alternativo, sino más bien una forma de protesta que, surgida de las entrañas del oficialismo, quiso expresar el hastío y el cansancio con una coalición que al cabo de 20 años se muestra desgastada y carente de renovación.
La candidatura de ME-O no logró proyectar ni una ideología ni un proyecto ni un programa ni equipos de gobierno alternativos. Fue la expresión de un malestar acumulado en dos décadas. No fue particularmente agresiva ni encarnó “el voto bronca” del que hablan los argentinos. Frente a la Concertación, su grito no fue “¡Váyanse!”, sino un relativamente cortés “¡Está bien, pero es suficiente!”. Una protesta no radical sino light. Un malestar que no era tan profundo como para ir a apoyar a la derecha o a la izquierda radical, pero suficiente para no votar por la Concertación. Un castigo pero no una repulsa.
Porque ésta fue su naturaleza es entendible que, no obstante el notable 20% obtenido por ME-O, no haya elegido un solo diputado. Y es también su naturaleza protestataria lo que le hace imposible apoyar a Piñera en la segunda vuelta o incluso a Eduardo Frei. Lo primero la haría estallar en pedazos; lo segundo, sería la renuncia a un rol futuro como movimiento… si es que efectivamente va a tener alguno.
El otro factor que explica el mal desempeño de la candidatura concertacionista son los errores en su comando. Entre ellos, el predominio de criterios publicitarios por sobre los políticos, la ausencia de un jefe de campaña, la presencia en su interior de una multiplicidad de actores (“rostros”, voceros, “Océanos Azules”, “Montañas Blancas”, publicistas y comentaristas de la propia campaña, etc.), todo lo cual creó la imagen de un comando sumido en la pelea menor, ajeno a los temas y asuntos sustantivos que importan al país y a las personas, arrastrado a luchas de poder e intrigas.
A ello se agrega la baja consideración por los partidos que desde esa instancia se proyectó. Una imprudencia. Porque como lo probó la primera vuelta, ellos tenían más fuerza que la propia candidatura: mientras el candidato obtuvo el 29,62 %; las listas parlamentarias de sus partidos sumaron 44,4%; esto es 14,8 puntos porcentuales más.
¿CUAL ES EL TECHO DE LA CANDIDATURA DE DERECHA?
Los errores de la candidatura oficialista no deben ni pueden ocultar las graves limitaciones de su adversaria. El resultado característico de las democracias es que las votaciones de gobierno y oposición son un juego de suma cero -lo que sube una equivale a lo que baja la otra-, aquí no se dio. Si bien la candidatura de gobierno bajó fuerte, la de la oposición no creció.
En ese contexto, para Piñera sería peligroso actuar como si su campaña se hubiera caracterizado por el buen desempeño y el carisma. Subieron sus partidos, pues la Alianza aumentó su votación de diputados en casi cinco puntos entre 2005 y 2009 (del 38,7% al 43,4%), lo que no es poco. Pero la candidatura presidencial, entre esos mismos años, bajó 4,6 puntos porcentuales.
No haber crecido es grave; pero haber topado techo es fatal. Hay quiénes sostienen que la candidatura de derecha difícilmente subirá los 5,5 puntos que le restan para ganar en segunda vuelta; que tiene un techo por debajo de ese nivel.
Quienes adhieren a esta idea aducen que la votación parlamentaria de la Alianza es la misma que la de su candidato, un indicador de que no tiene a dónde acudir en busca de más votos. Refuerzan su argumento diciendo que su único aliado parlamentario, “Chile Primero”, creado por Fernando Flores y Jorge Schaulsohn, obtuvo apenas un 0,26% de apoyo, esto es apenas 17.250 votos. Un aporte escuálido.
¿PODRÁ FREI CRECER 21 PUNTOS?
Decir que Piñera tiene un techo bajo el 50%, equivale a afirmar que Frei va a subir 21 puntos de aquí al 17 de enero. ¿Cuál es la razón para tal optimismo? Volviendo a la aritmética, los defensores de esta idea exponen los siguientes argumentos. Primero: al 29,3% de Frei se debe agregar el 90% de la votación de Arrate, esto es 5,6 puntos, lo que lleva su votación al 35,2%. Y segundo, si Frei conquista tres de cada cuatro personas que sufragaron por ME-O, vale decir 15 de sus veinte puntos, lo lleva a un 50,2%.
Como la aritmética electoral da para todo, los partidarios de Piñera retrucan diciendo que si su candidato obtuviera uno de cada tres votantes que respaldaron a ME-O en la primera vuelta, entonces su triunfo estaría asegurado: tendría los 6,6 puntos porcentuales que lo llevarían a La Moneda.
No cabe duda que el electorado que votó por ME-O es más proclive a Frei que a Piñera. Sobre eso no hay dos opiniones. Pero el asunto es saber cuánto lo es. Dicho con un poco de humor negro, si Piñera obtiene uno de cada tres votos de ME-O, será Presidente por seis décimas; si Frei consigue tres de cuatro de esos votos, será Presidente por dos décimas. No debe haber sido distinto el análisis que llevó a David Gallagher a consignar en su artículo sobre “El Piñerazo”, publicado ayer en el El Mercurio, que “no hay duda que la elección (en segunda vuelta) será muy estrecha”.
Pero, los ejercicios simples de cifras tienen el inconveniente de no considerar elementos cualitativos que son importantes y, a veces, decisivos. A favor de Piñera jugará “la imagen de triunfo” que le dan sus 14 puntos de ventaja, lo que podría volcar a muchos electores a su favor. En beneficio de Frei jugará el temor a un gobierno de derecha que gane por un margen electoral pequeño, pero que, afirmado en el poder del dinero, su predominio en los medios de comunicación y en una clase empresarial económicamente eficiente pero políticamente conservadora, pueda conducir a un poder excesivo, con “muchos checks” y “pocos balances” (*).
(*) Nota del Editor: Un juego de palabras: “checks and balances” -“frenos y contrapesos” en español- es casi la definición de un Estado de Derecho. Aquí, sin embargo, la palabra “check” alude a cheque, esto es dinero, que reduce los equilibrios (“balances”) de poder.
Fuente: Ciper Chile.
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