Famosa por el levantamiento zapatista, ocurrido hace 16 años, hoy es destino favorito de miles de turistas venidos de todo el mundo, que agotan los souvenirs y camisetas con la imagen del misterioso Subcomandante Marcos.
Marcos Hernández tiene 15 años y nació seis meses después que los zapatistas ingresaran marchando a San Cristóbal de las Casas. Su madre estaba embarazada cuando esta pequeña ciudad colonial, en el estado mexicano de Chiapas, saltaba a la fama planetaria a causa de un subcomandante con pasamontañas, gorra, pipa y balas amarradas al cuerpo. Un guerrillero de los nuevos tiempos -mezclaba los discursos políticos con la poesía y la revolución con la parafernalia mediática- que encabezó la toma de la ciudad junto a cientos de indígenas y campesinos armados y encapuchados. Era la madrugada del 1 de enero de 1994, México estrenaba tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y el presidente Salinas de Gortari aseguraba que el país se acercaba aceleradamente al primer mundo. Todo eso, hasta que la aparición del Subcomandante Marcos cambió las cosas. En el caso de San Cristóbal de las Casas, el cambio sería para siempre:
-En mi curso somos cuatro Marcos, pero en toda la escuela hay varios más- dice Marcos Hernández, frente a la Catedral de la ciudad, la misma donde acamparon los zapatistas hace 16 años. Hoy, por la explanada pasean turistas de todo el mundo: mochileros ingleses, franceses, japoneses, italianos, argentinos y de varios estados de Estados Unidos.
La costumbre del nombre Marcos, entre niños de entre 15 y 12 años, no fue la única repercusión concreta de la arremetida del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Con el paso del tiempo, San Cristóbal se fue poniendo en boga entre los extranjeros, al punto de ser hoy uno de los principales destinos dentro de México. Así como todos saben que Chiapas está de moda. Todos saben que San Cristóbal de las Casas es, por lejos, la ciudad emblema dentro del estado con mayor aumento turístico de los últimos años.
-Nunca lo he visto en persona, solamente en la televisión y las fotos. Pero hace mucho que no se sabe nada de él- dice Marcos Hernández, vestido como un cantante de reggaeton quinceañero. Su sueño, comenta, es llegar al programa de talentos de Televisión Azteca que conduce Rafael Araneda. Este Marcos cree más en una carrera artística que en la causa zapatista. Su amor por la televisión lo heredó de su madre, la misma que se hizo fanática del Sub por sus discursos en la tele.
-¿Sabes dónde está Marcos?
-En la selva.
Es como si el tiempo se hubiera detenido. Cuando en el centro de la ciudad los niños indígenas se te acercan para venderte miniaturas del Subcomandante Marcos, o de la Subcomandante Ramona (la mujer emblema del zapatismo que murió de cáncer hace 4 años), o de Marcos junto a Ramona arriba de un caballo, sientes que llegaste 16 años tarde. Recuerdas que la noticia del levantamiento pasó a mediados de los 90, y que ahora entramos a la década 10 del siglo siguiente. Los turistas compran y les toman fotos como parte de un ritual nostálgico que se contagia. Comienzas a recordar cómo eras en la década de los 90. Dónde estabas y qué hacías para el levantamiento, qué esperabas para tu vida 16 años más tarde. Recuerdas el televisor en que viste la entrevista al Subcomandante Marcos, la entrevista emblemática, esa cuando llegó a la UNAM finalizado el zapatour. Crees recordar quienes fueron los primeros de tu ciudad en usar camisetas de Marcos, cuántos libros aparecieron, cuántos músicos hicieron canciones homenajes, cuánta gente viajando a México para tratar de estar cerca, cuántas y cuántos enamorados del Sub. Cuanto carisma.
Pero el tiempo no se detuvo.
En el último año se han inaugurado dos largas peatonales, para que el creciente flujo de turistas camine tranquilamente, y la proliferación de hoteles y restaurantes se ha transformado en una constante de toda la última década.
San Cristóbal de las Casas no sólo es una hermosa ciudad colonial, con casas de adobes pintadas con colores fuertes y techos de tejas, con calles en pendiente y rodeada de cerros de verde espeso. No solamente es la antigua capital de Chiapas, la ciudad a donde en 1545 el sacerdote Bartolomé de las Casas llegó a defender a los pueblos indígenas (en honor a él la ciudad lleva su apellido), y donde ahora viven 120 mil personas. No es únicamente una ciudad situada en las altas montañas del estado de Chiapas, en el medio de varios poblados de indígenas Tzeltales y Tzotsiles, descendientes mayas que hablan en su propio idioma. Es, también, el escenario donde se vivió el movimiento indigenista latinoamericano más famoso de la década de los noventa.
-Aquí vienen de todo el mundo, y siempre preguntan por cómo fue lo que pasó. A los europeos les da mucha curiosidad, aunque no vienen sólo por eso. Me piden muchos folletos de las excursiones, de las visitas a los pueblos, de los museos- dice Irma Salas, encargada de la oficina de turismo, a un costado del Palacio Municipal.
Irma se entusiasma al contar cómo fue aquel 1 de enero del 94. Dice que ella los vio entrar, que al principio pensó que era una marcha de disfraces por la noche de año nuevo, y que luego se asustó cuando los zapatistas ingresaron al edificio municipal y comenzaron a quemar papeles. Interrumpe la charla para darle folletos a un inglés que viene con veinte turistas europeos a recorrer el estado. Luego recuerda la única vez que vio al Subcomandante Marcos.
-Estaba ahí, a dos o tres metros. Lo único que se le veían eran los ojos, que eran impactantes, de verdad impactantes.
-¿Sabes dónde está Marcos?
-En Suiza debe estar. O en Italia, decían que se fue con una italiana que allá tiene hijos y que vive muy bien. Por acá nunca más lo vimos.
Este fin de semana se celebra el día de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México. Por las calles pasan, una y otra vez, feligreses de todas las edades y en grupo, corriendo descalzos, levantando antorchas y banderas de México e imágenes de la virgen. La mayoría ha recorrido muchos kilómetros, desde pueblos vecinos, para subir al cerro donde está el Templo de Guadalupe, en una ciudad donde hay 14 templos católicos. El fervor religioso conmueve. Los turistas disparan sus fotos en una ciudad colonial de clima frío y sol fuerte, donde los vendedores ambulantes venden imágenes de la virgen de Guadalupe y miniaturas del Subcomandante Marcos.
-Siempre se dijo que la iglesia Católica de aquí, en especial el párroco, ayudó mucho al EZLN porque acá estaba muy fuerte la Teoría de la Liberación- dice Juan Morales, un mexicano que trabaja en el restaurante La Lupe, sobre el Andador Guadalupano.
La Lupe abrió hace pocos meses y, rápidamente, se ha convertido en un clásico dentro del turismo local. Su dueña, Ivana Martínez, es una argentina con 12 años en México.
-La verdad que Chiapas, y San Cristóbal de las Casas, son conocidas en el mundo entero gracias a los zapatistas. Esa es la verdad- dice Juan Morales, que estudiaba en la Universidad de Puebla para los momentos más activos del EZLN.
La mayoría de los bares, los restaurantes, los hoteles, las peatonales, las tiendas de souvenirs, las tiendas de ámbar (que se da mucho en Chiapas), las empresas de turismo, los cibercafés, los hostels y las ferias artesanales, no tienen más de diez años. Se sabe que el turista, además de infraestructura hotelera y buena comida y paisajes memorables, busca visitar sitios con historia. San Cristóbal de las Casas ofrece todo eso, es un ambiente de absoluta tranquilidad: las tasas de robos y asaltos son ridículamente bajas comparada con otros destinos fuertes de México.
Una neoyorquina que toca el cuatro y usa collares artesanales y pasa largas temporadas aquí me dijo, el algún momento que si San Cristóbal de las Casas estuviera en Estados Unidos ya habría visitas guiadas con gente vestida de zapatistas y meseros disfrazados del Subcomandante Marcos.
-El cambio turístico fue el más importante. Pero no fue el único. Hoy a los indígenas se les dan muchos subsidios y ya no tienen la misma actitud de antes- dice Juan Morales, de La Lupe.
-¿Por qué?
-Antes podía venir un coleto (como se le llama a las familias descendientes directas de los españoles que siguen siendo dueños de gran parte de San Cristóbal de las Casas), y el indígena tenía que cambiarse de vereda. Hasta antes del 94 era considerado, realmente, un ser de segunda o tercera categoría. Lo de Marcos tuvo tanta llegada, fue tan importante, porque la gente de todo el país se dio cuenta que el menosprecio al indígena era algo real. Y más en Chiapas, con una comunidad indígena tan fuerte.
-¿Sabes dónde está Marcos?
-Algunos dicen que en Europa. Otros dicen que en la selva, preparando un nuevo levantamiento, pero eso sí es algo muy difícil. Toda la zona ya está controlada por el gobierno, y ellos reciben subsidios estatales.
Esta noche, como todas las noches, en el bar Revolución hay música en vivo. Una banda de rock, con músicos mexicanos y españoles, y una vocalista sueca que canta rock en inglés. El lugar está lleno. Hay mucha cerveza, brindis y una lluvia de flashes de fotos que luego serán subidas a Facebook. La mayoría son extranjeros: una mitad que se quedó a vivir aquí para siempre, la otra mitad que vino de vacaciones como parte de un recorrido que suele partir en DF, seguir por las playas de Oaxaca, y terminar recorriendo Chiapas.
El bar Revolución tiene unos diez años de vida y su logo es una estrella roja, igual a la del movimiento zapatista. Pero aquí adentro no hay encapuchados ni proclamas, sino que buena música y gente con ganas de divertirse una noche de día de semana. San Cristóbal de las Casas es tranquilo, cosmopolita y joven. El idioma oficial parece ser el inglés, y la vida nocturna tiene un cóctel que mezcla lugares de rock, de salsa y de música electrónica. En el día las excursiones, en la noche las fiestas, todo el tiempo el ritmo tranquilo de un pequeño pueblo colonial donde la gente viene de paseo y se queda a vivir.
La última aparición pública del Subcomandante Marcos fue en 2006, cuando hizo "La otra campaña": un recorrido en moto por diferentes estados de México en respuesta a la campaña presidencial que terminó en escándalo electoral. Luego de eso, el silencio. Algunos dicen, siempre se dice, que en cualquier momento vuelve a aparecer. Se espera que este 2010, bicentenario de la independencia de México y centenario de la revolución mexicana, volvamos a tenerlo en los medios. Pero el tiempo no se ha detenido estos 16 años. En la última década, lejos del idealismo zapatista, la violencia del narcotráfico y el avance de los diferentes carteles de la droga a dominado la agenda política y social del país. El Chapo Guzmán, jefe del Cartel de Sinaloa, apareció en el ranking Forbes como uno de los hombres más ricos del planeta y las disputas territoriales de los diferentes grupos han convertido al levantamiento zapatista en una gesta de otra época. De los remotos noventa.
En pleno boom turístico de Chiapas, hace dos semanas, murió la madre del Subcomandante Marcos. Un paro cardíaco, en uno de los baños del aeropuerto del DF, terminó con la vida de María del Socorro Vicente de Guillen, la madre de Sebastián Guillén Vicente, sindicado por la policía mexicana como la persona tras la capucha del sub. La noticia trajo de vuelta, por unos días, el nombre del Subcomandante a los diarios. Sin embargo, el hecho más significativo lo protagonizó Juan Sabines, gobernador del estado de Chiapas. Sabines envió al funeral, a nombre del gobierno de Chiapas, una corona de flores. Como si pese a las diferencias políticas con el EZLN, el gobernador supiera que el legado del Subcomandante Marcos está en el nombre de niños como Marcos Hernández, pero sobre todo en el turismo.
Aunque nadie sepa dónde está.
Fuente: Revista Domingo - Texto y fotos: Juan Pablo Meneses, desde San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México..
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