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Hace algunos días un grupo de militantes y simpatizantes publicamos un inserto en la prensa abogando por una “renovación en serio” del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Dijimos que nacimos a la vida política en plena transición a la democracia y hemos fijado como eje la sincera “renovación” de nuestra colectividad. Afirmamos que “renovarse es, a partir de nuestra matriz cristiana y humanista, iniciar un profundo proceso de comprensión de los cambios que como sociedad estamos enfrentando y ser capaces de responder a las complejidades de éstos”. ¿Qué podemos entender por esta propuesta de renovación?
La renovación busca que algo sea nuevo otra vez. Pretendemos tomar nuestra matriz cristiana y humanista, base de la cultura occidental y dotada de un profundo sentido de comunidad, pero entendiendo que las complejidades del siglo XXI requieren propuestas y soluciones distintas. Debemos abrirnos a los dilemas éticos, políticos, sociales y económicos, haciéndonos cargo de una realidad globalizada, tecnológica y diversa.
El signo de los tiempos nos obliga a repreguntarnos sobre los límites de la libertad individual, cómo defendemos de manera irrestricta a la persona y su relaciones como parte de una multiplicidad de comunidades que coexisten coetáneamente tales como la familia en sus diversas formas, las organizaciones locales, nacionales e internacionales, gubernamentales o no.
Para entender y representar estos cambios y desafíos, creemos que es necesario cambiar nuestro modelo de partido. Debemos volver a concebir la perspectiva desde donde se mira la sociedad. La renovación del partido debe pasar desde un proyecto social “omni-comprensivo” a uno “comprensivo”. No mirar la sociedad de arriba hacia abajo sino que con criterios de horizontalidad.
El PDC tradicional ha tratado, bajo patrones omni-comprensivos, basado en un ideal de sociedad y en busca de sociedad ideal, de llevar a cabo su proyecto político. Las propuestas democristianas se sitúan desde el “deber ser”. Su discurso y su acción han estado previamente determinados por una representación ideal de la sociedad y la política. Queremos una readecuación de esa mirada.
Nuestra idea es que, a partir de la misma matriz cristiana y humanista, se desarrollen procesos de entendimiento de la sociedad donde se examine y analice empáticamente la realidad. Sólo a partir de este esfuerzo podremos elaborar políticas que permitan dar cuenta de lo que realmente ocurre en una sociedad donde el 90% de su población se declara cristiana, pero que cultural y socialmente es muy distinta a la sociedad de la que surgió la DC hace décadas.
Las nuevas respuestas a las complejidades sociales deben provenir de un proceso en que se asuma el mundo que nos encontramos. No se buscan mundos imaginarios, sino miradas cristianas en el mundo real. La comprensión que proponemos involucra el introducirse en los fenómenos, entender por qué y cómo se producen para discernir de qué manera, y desde una perspectiva igualitaria, es posible lograr mejorar la vida de las personas. Aspiramos a que se respete el proyecto individual de cada persona, pero en una sociedad que demanda una coordinación mínima que se traduzca en justicia y equidad.
Lo anterior es esencialmente distinto a un pretendido relativismo. Aspiramos a una construcción esencialmente comunitaria que va desde el ser individual a un ser colectivo, sincero y propio. Pedimos a nuestros líderes que representen lo que somos como comunidad nacional, pero preservando los valores sociales esenciales. Creemos que no es buena una sociedad sin libertad, simplemente porque sin ella se hace imposible la igualdad. Se debe luchar por ambos valores porque no son incompatibles como algunos nos quieren hacer creer.
Pretendemos que el PDC sea el representante de la gente de trabajo, la familia, los más pobres, y por cierto, los chilenos de toda edad. Hoy reconocemos que hay muchas formas de familia, muchos tipos de empleos en la economía globalizada, muchas formas creativas para superar el dolor de los que más sufren y que los chilenos de hoy somos los de siempre, pero distintos.
La Falange Nacional y el PDC cambiaron el eje de la mirada cristiana en la política del Siglo XX porque se dieron cuenta que el país de esos años era distinto a la sociedad conservadora que representaba el viejo partido del mismo nombre. A partir del examen que hacemos es que creemos necesario cambiar nuevamente el eje de la mirada. El Chile de hoy es distinto al de la segunda mitad del Siglo XX y comienzos del XXI. En suma, utilizar el mismo prisma tradicional no permite incorporarse al mundo que se nos presenta. Girar a la derecha es totalmente ajeno a lo propuesto, el centro tradicional está agotado. Creemos que debemos más bien representar a los cristianos progresistas de una centro izquierda moderna y sin miedo.
Por Jaime Baeza y Tomás Jordán
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