jueves, 25 de octubre de 2007

La DC y su opcion Presidencial


Por: Víctor Maldonado , analista político

En la Concertación, el intento puro y simple de imponerse vía ultimátum está condenado al fracaso y al desastre.

El Congreso del PDC fue mucho más un acontecimiento programático que ideológico. El tema que subyacía a todo el debate era cómo fortalecer su búsqueda de la Presidencia del país, encabezando a la Concertación.


Siempre se puede confiar en el ex Presidente Patricio Aylwin para clarificar lo central, y, en este caso, él no ha dudado en declarar, en breve y en redondo, la aspiración de su partido de encabezar la próxima candidatura concertacionista.


Quien lleva la delantera y encabeza las posiciones, como es el caso de Soledad Alvear, se mostró como integradora de su partido, encarnación de las aspiraciones y los principales puntos de vista, evitando caer en ataques contra el Gobierno o el resto de la coalición que pretende llegar a liderar.


En otros casos, los mensajes marcaron más lo negativo, poniendo énfasis en los errores, en las frustraciones, en lo que no se consigue, en lo que está mal.


La razón es muy sencilla para este diferente tipo de comportamiento: cuando no se está a la cabeza de obtener la nominación partidaria, se puede aspirar a una representación fuerte de la base partidaria, que dé piso para posteriores movimientos.


El que extrema posiciones, simplifica mensajes hasta el límite y se muestra agresivo no es el que está mejor, al revés. Quien así actúa busca convencer a los demás de que habla por la DC, y a la DC, de que los demás lo escuchan.


Pero, al final, es una ilusión: aunque el número de agresiones por minuto aumente, esto no significa que crezca en igual proporción la adhesión popular. Y es esto último lo que cuenta.


En cualquier caso, está claro que el PDC, aun con debilidades y descontentos, sabe que ha dado un paso importantísimo al priorizar la mirada larga, de interés nacional y sostenido, en un esfuerzo meritorio de análisis y reflexión que le permite hablar desde otro pedestal.


Se puede decir que la ruta escogida es más valiosa y merece más atención que los resultados mismos del congreso. Al final, no son los documentos los que producen los cambios políticos, sino las conductas.

El tema presidencial
De modo que el intento de los liderazgos alternativos a Alvear es apoyarse en las dudas que puedan existir sobre lo que se hace, se dice o se prepara. En cambio, el intento de la presidenta del PDC es aportar certezas y definir un rumbo típicamente de centro y autopercibido así como camino de triunfo y de aglutinamiento de simpatizantes más allá de la Falange.


Es claro que quien tiene la primera opción es ella y los otros aspirantes tienen posibilidades en la medida en que sufra un tropiezo grave, algo que no parece estar entre las opciones reales del momento.


Lo que, sin duda, requiere de mayor elaboración y de análisis más completos son las proposiciones específicas, como las propuestas de reformas políticas y económicas; en particular la idea de un Congreso unicameral y otras como la defensa cerrada del fin del lucro en la educación o en el tema de la negociación interempresa o la AFP estatal.


No por nada el comité organizador del congreso se ha dado un plazo de 90 días para revisar y depurar los acuerdos alcanzados buscando una congruencia entre las propuestas y su viabilidad efectiva.


Pero, en cualquier caso, discutir temas como estos le hará bien a la política chilena y significará la entrada de aire fresco al debate nacional, demasiado circunscrito a polémicas más acaloradas que sustantivas.
En el tema presidencial, la DC oscila entre varias actitudes a tomar. Algunos arguyen sobre la conveniencia de que un militante de sus filas represente a la Concertación en la próxima elección. Otros suben el tono y lo presentan como la única alternativa aceptable. Unos terceros optan por decir -como Eduardo Frei Ruiz-Tagle- que la postulación presidencial se gana en la calle y no diciendo “a mí me toca”.


Lo único que muestra el conjunto de estas reacciones es que la DC aún no adquiere suficiente seguridad en su propia opción presidencial y que debe seguir trabajando intensamente en ello en los meses que siguen.


Basta echar un vistazo en las actitudes mencionadas para cerciorarse de lo que decimos.


La idea de la conveniencia de un abanderado DC no encuentra muchos detractores en la Concertación. La experiencia de muchos falangistas es que al empezar a argumentar en este sentido con sus aliados, son interrumpidos por el interlocutor, que complementa y ahonda por su cuenta en los puntos que demuestran lo positivo que resultaría que tal cosa ocurriera. El punto está en que todos sabemos que eso no basta.


Los menos convincentes son los que declaran desde ya que no aceptarán otra alternativa que no sea DC. El problema aquí no reside únicamente en que quienes la adoptan esta conducta muestran, a las claras, que con ellos la diplomacia nacional no ha perdido ningún gran valor cuando decidieron dedicarse a otra cosa. El problema es que suena a falso.


De la flecha roja al perro del hortelano


La DC fue decisiva en la construcción de la Concertación. Sabe también cómo se mantiene. Y sabe que con ese tono no se hubiera llegado nunca a conformar una coalición mayoritaria.
El tono que se adopta es inverso al poder que se tiene. Mientras más fuerte es la Democracia Cristiana, más suave y comedido es el tono que emplea.


En el inicio de la transición, cuando tenía un peso incontrarrestable, fue cuando más espacio cedió a sus socios. Fue una actitud generosa, pero también era exactamente lo que correspondía que hiciera. Cuando estaba en situación de imponer condiciones, fue cuando menos quiso hacerlo. Así que si se adoptan actitudes públicas mirando la reacción de los militantes enfervorizados, no se gana nada. Adoptando actitudes de chico rosquero no se avanza un paso. Con seguridad, ocurre al revés. Gente favorablemente dispuesta a darle la razón a la DC, no tiene otra alternativa que retroceder ante muestras de una inusitada arrogancia incompatible con cualquier noción de autorrespeto.



En la Concertación, el intento puro y simple de imponerse vía ultimátum está condenado al fracaso y al desastre. Por lo tanto, se trata de un callejón sin salida, por donde sería estúpido internarse. El punto está en que exigir a los cuatro vientos que se lleva al candidato, no basta. Y todos lo sabemos. La tercera actitud, ganar la opción presidencial por el apoyo popular es, por supuesto, la más sensata, aun cuando de momento la DC la está aplicando al caso de la competencia interna. Pero esto se trata obviamente de la primera parte de un proceso. Porque lo que para todos es decisivo dentro y fuera de la DC, aún más que el procedimiento con que la Concertación escoja a la persona que la represente, es que ella tenga la opción de superar al candidato mejor posicionado de la oposición.



Si él o la candidata DC resulta competitivo, tiene muy buenas opciones de conseguir la nominación unitaria.Pero si no logra una opción indiscutible, y otros están mejor posicionados, entre las opciones que queden al momento de tener que elegir, ¿por qué se habría de entender como opción cerrada? Para que la Democracia Cristiana pueda competir necesita tiempo y unidad. La falange ya tiene experiencia en eso de ir al ritmo de su candidato menos posicionado. Éste no podía ganar, pero con la demora podía hacer que se quedara con pocas opciones al competir fuera.



Este proceder es letal. Si la propia DC duda demasiado en escoger su candidato, ¿por qué habría de convencer a los demás de sus cualidades? La DC tiene que tomar decisiones que comprometan a todos sus militantes. Tuvo un buen congreso pero ha tenido una mala semana postcongreso por no cuidar su presentación pública. Salió el que quiso, diciendo lo que quiso y del modo que quiso. No puede volver a pasar. No si quiere ganar como partido el liderazgo de la Concertación.

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