De la última encuesta política de Giro País y Subjetiva se puede desprender que el principal apoyo a la Presidenta Michelle Bachelet proviene de las mujeres, mayoritariamente ancianas y de sector social bajo (C3 y D).
También señala un fenómeno que no por conocido ha sido tomado en cuenta y es la falta de identificación de los chilenos -creciente- con cualquier grupo político tradicional. Esta tendencia a no sentirse representado y, por lo tanto, no sentirse parte de ninguna de las estructuras de poder en la actualidad es predominante en los jóvenes de 18 a 24 años, sobre todo de los grupos C3 y D.
Llama la atención la brecha en el sector más pobre de la población. Mientras las madres y abuelas tienen confianza en la Presidenta, los hijos (en las mismas familias) no se sienten reflejados por aquellos que aparecen en televisión tomando decisiones en su nombre. Pareciera que dentro de las familias existieran distintas formas de ver la realidad. Pero en realidad no es así.
Los mismos consultados manifiestan una gran desconfianza en el futuro (71% cree que aumentará la delincuencia; un 86% cree que subirán los precios; más de la mitad piensa que habrá huelgas, desórdenes y racionamientos de energía). Ven un horizonte lleno de elementos negativos, de acontecimientos que los van a golpear y apenas si tienen fe en que las cosas vayan a mejorar (menos de un 13% cree que vayan a subir los sueldos).
En este escenario pesimista, ¿por qué las mujeres de escasos recursos apoyan a la Presidenta, aunque no tienen confianza en el país que se construye en su gobierno?
Es el mismo segmento de mujeres que, según una encuesta anterior de Giro País, terminan sus jornadas agotadas (más del 50% de las de sector socioeconómico D, mayoritariamente dueñas de casa). ¿Por qué apoyan a la Presidenta Bachelet?
Una hipótesis posible: fe en el género. Ven en Bachelet una especie de madre y se sienten identificadas con ella como individuo, como personaje, del mismo modo como se reza la novena a la Virgen del Carmen. La figura femenina despierta esperanzas, mientras que las estructuras de poder las destruyen.
Eso puede hacer posible el pensamiento disonante de las mujeres de los sectores más pobres: desconfían de la política, no se sienten interpretadas por las estructuras, pero mantienen el apoyo a una mujer que encabeza todo ello, pensando que "se nos parece". La distancia que la misma Bachelet se ha encargado de construir respecto de sus ministros ha ayudado. Pareciera que ella no gobierna, sino su gabinete, especialmente cuando formula llamados y "reta" en público a los secretarios de Estado... como una madre. Ella llama a sus colaboradores al orden, a esmerarse, a ser mejores, y cuando se trata de problemas de números, tiene un acercamiento moral, no técnico, como cuando habló de la crisis económica y culpó a los codiciosos.
Es interesante, sin embargo, que esa percepción y fe en el género no se ha traspasado a otras líderes femeninas.
Por Alvar Fáñez
Gentileza: Giro pais.
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