Estimados Camaradas, Queridos Amigos:
Se me ha abierto la posibilidad de poder estar junto a Uds. en este evento, desde la distancia, gracias a los modernos medios de comunicación con los que contamos y de este modo intentar hacer un pequeño aporte al debate
.
En la confianza y esperanza de que, con este encuentro se habrá hecho al menos una valiosa contribución al tan necesario reforzamiento de nuestra identidad partidaria, deseo expresar mis afectuosos saludos a la Directiva Comunal, encabezada por mis recordados y valiosos camaradas Alejandro Morales, Francisco Belmar y directiva en pleno. Del mismo modo, envío un respetuoso saludo a los destacados expositores Monseñor Cristian Contreras, Eduardo Palma, Claudio Orrego, y Diego Olivares. Por cierto, no podría dejar de mencionar explícitamente a mis recordados amigos, también participantes activos en este evento, Eduardo Riveros, Jorge Coopman y Roberto Azula. Finalmente, un caluroso saludo a todos mis recordados y queridos camaradas presentes en esta Junta.
La iniciativa de desarrollar un evento sobre la Identidad Partidaria justamente en momentos en que el partido está experimentando una fuerte crisis de identidad, nacida en el seno de sencillos y esforzados camaradas Presidentes de base, sólo puede ser saludada con fervor y felicitaciones a sus organizadores. Es de esperar que estos eventos puedan proliferar rápidamente a nivel nacional. Tal vez sea éste un incentivo en esa dirección.
El problema de la identidad no es un fenómeno fácil de analizar, dado lo complejo del constructo mismo. No obstante, la Identidad se trasunta en un problema de comportamiento tanto colectivo como individual - respecto del colectivo - que puede explicarse como comportamiento divergente o coherente. Pero la divergencia /coherencia debe reconocer su referente.
Aquí se transforma el problema en la sencilla pregunta: ¿Cuál es el referente partidario? Una respuesta aproximativa podría ser de contenido, es decir, de la búsqueda de los elementos centrales de las bases filosóficas - doctrinarias e ideológicas - que debieran orientar el comportamiento político y que por ende concitan una mayor convención del colectivo.
Otra respuesta podría asumirse desde lo pragmático, es decir, desde la acción política misma, en la praxis del vivir políticamente para el esfuerzo de llegar al poder o desde este último, el ejercerlo en la forma de “Buen Gobierno” o en su variante de “Mantención del Poder”.
Aquí la pregunta de cuáles son los elementos esenciales que concitan la mayor convención por el poder resultan bastante más difíciles de formular, sino imposibles; especialmente cuando el poder ya se detenta y a todo precio «hay que mantenerlo».
La búsqueda y la lucha por acceder al poder político no sólo es legítima en todo partido político, sino además un imperativo y para ello lo pragmático se apoya, en cierto modo, a veces más, a veces menos, en el contenido filosófico de la acción política. Pero cuando ya el poder se detenta, pareciera desaparecer por completo ese contenido básico. Al respecto, me parece adecuado mencionar una cita muy simple pero fríamente real de Martin Andersen Nexö, quien dice sobre lo político: “El entendimiento y comprensión sobre lo político exige requisitos cognitivos que en los hombres (y mujeres) dependientes de este poder político, son extraordinariamente escasos de encontrar”.
Y aquí aterrizo en lo comunal: Con mucho dolor y pena he tenido que leer, en el último tiempo, correspondencia cruzada que me llega rebotada y que por cierto agradezco, de camaradas por los cuales siempre he sentido el más profundo respeto y cariño. Observo con asombro, desde lo neutral que me proporciona la distancia y por ende la imposibilidad de beneficiarme o perjudicarme de lo político contingente, los malos entendidos y discusiones sobre temas sin mayor valor ni beneficio colectivo.
¡Qué importa quien haya hecho esto o lo otro! ¿Por qué se hace necesario recalcar de quien ha sido el esfuerzo mayor o menor, si en consecuencia lo que se consigue es un logro general para el colectivo? ¿Por qué se hace necesario el desvirtuar en vez de consagrar?. Todo logro político por pequeño que pueda ser, es el producto indesmentible de varias o muchas voluntades que directa o indirectamente han ejercido una influencia para ese logro. ¿Por qué entonces descalificar con epítetos que no quiero repetir aquí por el dolor que me causan?
¿Es que los años de detención del poder nos han dañado tanto, queridos camaradas, que las trifulcas en lo nacional también llegan a lo comunal, en donde la cuota de poder dicho sea de paso sólo constituye escasas gotitas de agua que a nadie le sacian la sed?
¿Es que la identidad partidaria podrá estar tan dañada que se incurra, por ejemplo, en la expulsión de un senador en servicio, por el solo hecho de ejercer su deber y derecho legítimo y constitucional de votar en libre conciencia, de cuestionar y criticar independientemente, desde y hacia sus propias líneas lo que él piensa que no está ocurriendo bien? ¿Es que acaso nos hemos olvidado que en la democracia representativa al elegir a nuestros representantes existe la posibilidad legítima y sana de que algunos de ellos tengan una voz distinta a la de la oficialidad?. Si no hemos logrado entender eso, hemos perdido entonces un gran pedazo de cultura política democrática y consecuentemente, también hemos perdido identidad.
En realidad, en lugar de seguir peleando y ufanándonos por victorias que más parecen derrotas, lo que debiéramos hacer es pedir perdón al país por los deprimentes espectáculos que hemos brindado en los últimos tiempos, especialmente, por expulsar a un senador del partido por disentir y con ello, principalmente, por el error político cometido, en tanto y cuanto en nuestras propias filas existen quienes en lo pragmático están bajo cuestionamiento por diversos - llamémoslos por ahora “desórdenes” - que afectan, ciertamente, lo moral y que por lo demás, no han recibido ni siquiera una amonestación y siguen en el ejercicio del poder. ¿Cómo se le puede explicar al país esa contradicción, esa crisis de identidad? Si expulsar a un senador nos cuesta unos cuantos diputados más y por cierto varios o muchos otros militantes, la pregunta es: ¿Cuántos adeptos y electores nos habrá de costar esa contradicción, ese error político?
Camaradas de la Junta Comunal, quiero invitarlos a que este evento sirva de reencuentro, al menos entre mis camaradas de la comuna y que al final de la jornada lo expresado en esos correos cruzados quede en el pasado y olvido para que, desde esta tribuna podamos reconstruir juntos un pequeño espacio de identidad, al menos en el contenido y en lo fraternal.
Creo conocer bastante bien a queridos camaradas como son Alejandro y Francisco, conservo un gran recuerdo de Uds. muchachos, como miembros idóneos y valiosísimos del partido. Y, por cierto, también recuerdo y conozco muy bien a mis amigos Jorge Coopman y Roberto Azula, por quienes puedo poner mis manos al fuego en lo que respecta a su rectitud y ética de buenos cristianos en lo político. Quizá demasiado cristiano y menos político, es mi querido Jorge. Un hombre como muy pocos, inquebrantable ante la seducción del poder y por ello un hombre idependiente, en el sentido de Andersen Nexö, y por ello libre e incorruptible.
Finalmente, quisiera expresar para la reflexión que, si alguna importancia poseen las bases del partido en momentos en que éste es parte del poder - y por estar inmerso en una coalición, atraviesa una seria crisis de identidad - es justamente el que ellas no están directamente involucradas en el poder y por ello, son los hombres y mujeres independientes que necesita imperiosamente el partido y a quienes los llamados a ejercer el poder en cualquier escalafón - y por ello más dependientes - necesariamente debieran no sólo escuchar y consultar sino también obedecer, pues, citando nuevamente a Andersen Nexö, “son ellas las que poseen mejor la facultad de comprender lo político, por ser independientes”. Y agrego a esto: son ellas las garantes de la preservación y conservación de nuestra identidad en su más pura expresión.
Recordemos cómo la Democracia Cristiana alemana en momentos de crisis logró con un paso inteligente rápidamente recuperar su identidad: Habiéndose engranado en un proceso incipiente de descomposición al fin del período Kohl y el primer período Schröder se abrió paso a lo nuevo y no manchado en tanto se produce un retiro voluntario de los personajes mas destacados y mejor posicionados pero directa o indirectamente involucrados en esos asuntos. De lo nuevo surgió la actual canciller jefe de estrado Sra. Merkel. Es decir, la DC logró recuperar la credibilidad en el electorado, a través de ese paso simple pero que importaba el sacrificio de muchos personeros de ese conglomerado.
Es cierto,“el poder corrompe” y parafraseando esa tan conocida frase “el poder total corrompe totalmente”, podríamos agregar “el poder prolongado corrompe prolongadamente”, corrompe el alma de la acción política cual es el servicio, a cambio del beneficio, y, en consecuencia, corrompe quizás por siempre la identidad colectiva. ¿No es acaso eso lo que está ocurriendo en gran medida?
Permítanme camaradas sólo un último breve análisis que me parece al menos importante de esbozar en ese sentido, y quedo abierto a una discusión mas profunda del tema. El prolongado poder político del cual han gozado ciertas esferas del partido contiene en su naturaleza propia un problema gravitante y único en su clase. Este se ha ejercido por demasiado tiempo ya en el seno de una convergencia de diversos colectivos políticos, “La Concertación”. En una democracia, sin embargo, lo político es sostenido por los partidos políticos, no por las coaliciones.
Aquí se ha tendido a confundir grotescamente esa importante diferencia. Las coaliciones son instancias políticas buscadas y necesarias para lograr mayorías electorales contingentes y pasajeras, destinadas a dar gobernabilidad y estabilidad a un gobierno durante un tiempo estipulado. No obstante la expresión y articulación social, el proyecto societal y administrativo, en definitiva, el proceso democrático se sustenta en los partidos políticos bien constituidos y perfilados dentro un estado, nunca en coaliciones.
Mientras existan diversos partidos con claro perfil y enraizados en la sociedad, mayor es la expresión democrática posible en esa sociedad. De este modo, la búsqueda e implementación de coaliciones se trasunta en la necesaria búsqueda de consensos basados en los contenidos partidarios para la representación expresiva de la sociedad en su totalidad. Sin embargo la eternización de una coalición en el poder, cercena y erradica tales expresiones en lugar de favorecerlas.
Nuestra coalición, la Concertación, lleva ya mucho tiempo restándole expresión democrática al país, funcionando como si fuese un partido. Pues entonces si se piensa como partido, ¿Cuál es el proyecto de sociedad, cuáles son las bases filosóficas mínimas que orientan la acción política de la Concertación? ¿Cuándo fue el último congreso ideológico de ésta ?¿Será que se piensa que lo ideológico es un producto arcaico y obsoleto? ¿La utopía ha muerto? Entonces ¿Cuál es el referente de la concertación como no sea sólo el pragmatismo, es decir, únicamente la conservación del poder, con un recambio poco dinámico?
Lo dicho anteriormente sin desconocer, por cierto, que la Concertación cumplió con creces su primer cometido como coalición, el ganar el poder y llevar al país hacia la transición a la democracia y después, muchos otros logros. Pero, ¿podemos estar seguros que ha favorecido el espíritu democrático más profundo? ¿Con quién confronta sus posiciones, al menos pragmáticas, la Concertación, sino existen otras posibilidades de coalición, no porque no existan, sino porque no se quieren o porque no favorecen a algunos.
Los referentes de contenido como procesos de identidad partidaria de la cual parte de la sociedad se siente representada, sólo puede ser sustentada por partidos que confrontan sus posiciones con otros para buscar la mejor forma de “Buen Gobierno”.
Se despide con un fuerte abrazo y al servicio de ustedes, Vuestro camarada desde Alemania
Manuel Miranda Araya
Heidelberg 28.3.2008
Nota: De los contenidos de este escrito me hago responsable en su totalidad.
Se me ha abierto la posibilidad de poder estar junto a Uds. en este evento, desde la distancia, gracias a los modernos medios de comunicación con los que contamos y de este modo intentar hacer un pequeño aporte al debate
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En la confianza y esperanza de que, con este encuentro se habrá hecho al menos una valiosa contribución al tan necesario reforzamiento de nuestra identidad partidaria, deseo expresar mis afectuosos saludos a la Directiva Comunal, encabezada por mis recordados y valiosos camaradas Alejandro Morales, Francisco Belmar y directiva en pleno. Del mismo modo, envío un respetuoso saludo a los destacados expositores Monseñor Cristian Contreras, Eduardo Palma, Claudio Orrego, y Diego Olivares. Por cierto, no podría dejar de mencionar explícitamente a mis recordados amigos, también participantes activos en este evento, Eduardo Riveros, Jorge Coopman y Roberto Azula. Finalmente, un caluroso saludo a todos mis recordados y queridos camaradas presentes en esta Junta.
La iniciativa de desarrollar un evento sobre la Identidad Partidaria justamente en momentos en que el partido está experimentando una fuerte crisis de identidad, nacida en el seno de sencillos y esforzados camaradas Presidentes de base, sólo puede ser saludada con fervor y felicitaciones a sus organizadores. Es de esperar que estos eventos puedan proliferar rápidamente a nivel nacional. Tal vez sea éste un incentivo en esa dirección.
El problema de la identidad no es un fenómeno fácil de analizar, dado lo complejo del constructo mismo. No obstante, la Identidad se trasunta en un problema de comportamiento tanto colectivo como individual - respecto del colectivo - que puede explicarse como comportamiento divergente o coherente. Pero la divergencia /coherencia debe reconocer su referente.
Aquí se transforma el problema en la sencilla pregunta: ¿Cuál es el referente partidario? Una respuesta aproximativa podría ser de contenido, es decir, de la búsqueda de los elementos centrales de las bases filosóficas - doctrinarias e ideológicas - que debieran orientar el comportamiento político y que por ende concitan una mayor convención del colectivo.
Otra respuesta podría asumirse desde lo pragmático, es decir, desde la acción política misma, en la praxis del vivir políticamente para el esfuerzo de llegar al poder o desde este último, el ejercerlo en la forma de “Buen Gobierno” o en su variante de “Mantención del Poder”.
Aquí la pregunta de cuáles son los elementos esenciales que concitan la mayor convención por el poder resultan bastante más difíciles de formular, sino imposibles; especialmente cuando el poder ya se detenta y a todo precio «hay que mantenerlo».
La búsqueda y la lucha por acceder al poder político no sólo es legítima en todo partido político, sino además un imperativo y para ello lo pragmático se apoya, en cierto modo, a veces más, a veces menos, en el contenido filosófico de la acción política. Pero cuando ya el poder se detenta, pareciera desaparecer por completo ese contenido básico. Al respecto, me parece adecuado mencionar una cita muy simple pero fríamente real de Martin Andersen Nexö, quien dice sobre lo político: “El entendimiento y comprensión sobre lo político exige requisitos cognitivos que en los hombres (y mujeres) dependientes de este poder político, son extraordinariamente escasos de encontrar”.
Y aquí aterrizo en lo comunal: Con mucho dolor y pena he tenido que leer, en el último tiempo, correspondencia cruzada que me llega rebotada y que por cierto agradezco, de camaradas por los cuales siempre he sentido el más profundo respeto y cariño. Observo con asombro, desde lo neutral que me proporciona la distancia y por ende la imposibilidad de beneficiarme o perjudicarme de lo político contingente, los malos entendidos y discusiones sobre temas sin mayor valor ni beneficio colectivo.
¡Qué importa quien haya hecho esto o lo otro! ¿Por qué se hace necesario recalcar de quien ha sido el esfuerzo mayor o menor, si en consecuencia lo que se consigue es un logro general para el colectivo? ¿Por qué se hace necesario el desvirtuar en vez de consagrar?. Todo logro político por pequeño que pueda ser, es el producto indesmentible de varias o muchas voluntades que directa o indirectamente han ejercido una influencia para ese logro. ¿Por qué entonces descalificar con epítetos que no quiero repetir aquí por el dolor que me causan?
¿Es que los años de detención del poder nos han dañado tanto, queridos camaradas, que las trifulcas en lo nacional también llegan a lo comunal, en donde la cuota de poder dicho sea de paso sólo constituye escasas gotitas de agua que a nadie le sacian la sed?
¿Es que la identidad partidaria podrá estar tan dañada que se incurra, por ejemplo, en la expulsión de un senador en servicio, por el solo hecho de ejercer su deber y derecho legítimo y constitucional de votar en libre conciencia, de cuestionar y criticar independientemente, desde y hacia sus propias líneas lo que él piensa que no está ocurriendo bien? ¿Es que acaso nos hemos olvidado que en la democracia representativa al elegir a nuestros representantes existe la posibilidad legítima y sana de que algunos de ellos tengan una voz distinta a la de la oficialidad?. Si no hemos logrado entender eso, hemos perdido entonces un gran pedazo de cultura política democrática y consecuentemente, también hemos perdido identidad.
En realidad, en lugar de seguir peleando y ufanándonos por victorias que más parecen derrotas, lo que debiéramos hacer es pedir perdón al país por los deprimentes espectáculos que hemos brindado en los últimos tiempos, especialmente, por expulsar a un senador del partido por disentir y con ello, principalmente, por el error político cometido, en tanto y cuanto en nuestras propias filas existen quienes en lo pragmático están bajo cuestionamiento por diversos - llamémoslos por ahora “desórdenes” - que afectan, ciertamente, lo moral y que por lo demás, no han recibido ni siquiera una amonestación y siguen en el ejercicio del poder. ¿Cómo se le puede explicar al país esa contradicción, esa crisis de identidad? Si expulsar a un senador nos cuesta unos cuantos diputados más y por cierto varios o muchos otros militantes, la pregunta es: ¿Cuántos adeptos y electores nos habrá de costar esa contradicción, ese error político?
Camaradas de la Junta Comunal, quiero invitarlos a que este evento sirva de reencuentro, al menos entre mis camaradas de la comuna y que al final de la jornada lo expresado en esos correos cruzados quede en el pasado y olvido para que, desde esta tribuna podamos reconstruir juntos un pequeño espacio de identidad, al menos en el contenido y en lo fraternal.
Creo conocer bastante bien a queridos camaradas como son Alejandro y Francisco, conservo un gran recuerdo de Uds. muchachos, como miembros idóneos y valiosísimos del partido. Y, por cierto, también recuerdo y conozco muy bien a mis amigos Jorge Coopman y Roberto Azula, por quienes puedo poner mis manos al fuego en lo que respecta a su rectitud y ética de buenos cristianos en lo político. Quizá demasiado cristiano y menos político, es mi querido Jorge. Un hombre como muy pocos, inquebrantable ante la seducción del poder y por ello un hombre idependiente, en el sentido de Andersen Nexö, y por ello libre e incorruptible.
Finalmente, quisiera expresar para la reflexión que, si alguna importancia poseen las bases del partido en momentos en que éste es parte del poder - y por estar inmerso en una coalición, atraviesa una seria crisis de identidad - es justamente el que ellas no están directamente involucradas en el poder y por ello, son los hombres y mujeres independientes que necesita imperiosamente el partido y a quienes los llamados a ejercer el poder en cualquier escalafón - y por ello más dependientes - necesariamente debieran no sólo escuchar y consultar sino también obedecer, pues, citando nuevamente a Andersen Nexö, “son ellas las que poseen mejor la facultad de comprender lo político, por ser independientes”. Y agrego a esto: son ellas las garantes de la preservación y conservación de nuestra identidad en su más pura expresión.
Recordemos cómo la Democracia Cristiana alemana en momentos de crisis logró con un paso inteligente rápidamente recuperar su identidad: Habiéndose engranado en un proceso incipiente de descomposición al fin del período Kohl y el primer período Schröder se abrió paso a lo nuevo y no manchado en tanto se produce un retiro voluntario de los personajes mas destacados y mejor posicionados pero directa o indirectamente involucrados en esos asuntos. De lo nuevo surgió la actual canciller jefe de estrado Sra. Merkel. Es decir, la DC logró recuperar la credibilidad en el electorado, a través de ese paso simple pero que importaba el sacrificio de muchos personeros de ese conglomerado.
Es cierto,“el poder corrompe” y parafraseando esa tan conocida frase “el poder total corrompe totalmente”, podríamos agregar “el poder prolongado corrompe prolongadamente”, corrompe el alma de la acción política cual es el servicio, a cambio del beneficio, y, en consecuencia, corrompe quizás por siempre la identidad colectiva. ¿No es acaso eso lo que está ocurriendo en gran medida?
Permítanme camaradas sólo un último breve análisis que me parece al menos importante de esbozar en ese sentido, y quedo abierto a una discusión mas profunda del tema. El prolongado poder político del cual han gozado ciertas esferas del partido contiene en su naturaleza propia un problema gravitante y único en su clase. Este se ha ejercido por demasiado tiempo ya en el seno de una convergencia de diversos colectivos políticos, “La Concertación”. En una democracia, sin embargo, lo político es sostenido por los partidos políticos, no por las coaliciones.
Aquí se ha tendido a confundir grotescamente esa importante diferencia. Las coaliciones son instancias políticas buscadas y necesarias para lograr mayorías electorales contingentes y pasajeras, destinadas a dar gobernabilidad y estabilidad a un gobierno durante un tiempo estipulado. No obstante la expresión y articulación social, el proyecto societal y administrativo, en definitiva, el proceso democrático se sustenta en los partidos políticos bien constituidos y perfilados dentro un estado, nunca en coaliciones.
Mientras existan diversos partidos con claro perfil y enraizados en la sociedad, mayor es la expresión democrática posible en esa sociedad. De este modo, la búsqueda e implementación de coaliciones se trasunta en la necesaria búsqueda de consensos basados en los contenidos partidarios para la representación expresiva de la sociedad en su totalidad. Sin embargo la eternización de una coalición en el poder, cercena y erradica tales expresiones en lugar de favorecerlas.
Nuestra coalición, la Concertación, lleva ya mucho tiempo restándole expresión democrática al país, funcionando como si fuese un partido. Pues entonces si se piensa como partido, ¿Cuál es el proyecto de sociedad, cuáles son las bases filosóficas mínimas que orientan la acción política de la Concertación? ¿Cuándo fue el último congreso ideológico de ésta ?¿Será que se piensa que lo ideológico es un producto arcaico y obsoleto? ¿La utopía ha muerto? Entonces ¿Cuál es el referente de la concertación como no sea sólo el pragmatismo, es decir, únicamente la conservación del poder, con un recambio poco dinámico?
Lo dicho anteriormente sin desconocer, por cierto, que la Concertación cumplió con creces su primer cometido como coalición, el ganar el poder y llevar al país hacia la transición a la democracia y después, muchos otros logros. Pero, ¿podemos estar seguros que ha favorecido el espíritu democrático más profundo? ¿Con quién confronta sus posiciones, al menos pragmáticas, la Concertación, sino existen otras posibilidades de coalición, no porque no existan, sino porque no se quieren o porque no favorecen a algunos.
Los referentes de contenido como procesos de identidad partidaria de la cual parte de la sociedad se siente representada, sólo puede ser sustentada por partidos que confrontan sus posiciones con otros para buscar la mejor forma de “Buen Gobierno”.
Se despide con un fuerte abrazo y al servicio de ustedes, Vuestro camarada desde Alemania
Manuel Miranda Araya
Heidelberg 28.3.2008
Nota: De los contenidos de este escrito me hago responsable en su totalidad.
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