viernes, 7 de marzo de 2008

CARTA A MIS CAMARADAS. Gabriel Ascencio.


Hemos tenido la oportunidad de conversar con muchos militantes del Partido a lo largo del país.
En la gran mayoría de ellos hemos visto desazón, impotencia y desorientación y también verdaderas ansias de ser escuchados y respetados.

Nuestro partido está en crisis y ello no es un misterio para nadie.

Insistimos una y otra vez en concitar el máximo de voluntades para organizar un grupo de personas que estuvieran dispuestas sólo a la tarea partidaria, dejando de lado otras aspiraciones. Ello no se ha conseguido.

La presidenta del partido se negó desde el principio a la gran tarea de la unidad y quienes la acompañan lo hicieron con particular beligerancia. Pareciera ser que la búsqueda de acuerdos honestos entre nosotros fuera un tema vedado. Claro, así se consolida un grupo de poder, cada vez más chico y cada vez más excluyente.

Como en todos los lugares donde hay democracias imperfectas, la senadora Alvear competirá sola y nuestra convivencia interna se seguirá deteriorando.

Por ahora, ya no sólo serán los acuerdos del último Congreso partidario los que quedarán sepultados, sino toda otra forma de expresión de las ideas que les interesan a nuestros militantes.

Los acuerdos sobre educación, que permitieron mejorar los negocios de los privados, pese a la promesa de terminar con el lucro en este ámbito y a que ya se sabía de los escándalos ocurridos con el robo de las subvenciones y el desorden general en las cuentas de Ministerio de Educación; la negativa de la directiva a ser activa en las investigaciones de EFE, por la cercanía parental entre los involucrados; la aceptación sin discusión del modelo económico, que produce enormes desigualdades entre unos pocos ricos y la mayoría de los chilenos; la absoluta incapacidad para tener opinión sobre los temas que afectan el futuro del país, son solo una pequeña muestra de la manera en que se conduce y se conducirá nuestro partido
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Todo al servicio de una dudosa opción presidencial.

Nos habría gustado ver a otros dirigentes en condiciones de tomar las banderas del trabajo partidario. Sin embargo, camaradas como Eduardo Frei, Belisario Velasco, Jaime Ravinet, Andrés Zaldívar prefirieron marginarse.

Los camaradas que propusieron una mesa integrada y que luego no materializaron la idea; quienes compartieron posiciones con el senador Adolfo Zaldívar y que ahora se amilanaron para integrar una candidatura que reflejaran las ideas que defendían; tanto funcionario público rehén de sus trabajos, muchas veces amenazados explícitamente por los miembros del verdadero partido transversal que se ha apropiado de la concertación y del gobierno, impiden que el cambio que requiere el partido se materialice ahora.

Mientras tanto, los miles y miles de camaradas que buscan y buscan espacios, observan impávidos como los dirigentes en que quieren confiar, optan por abandonar la tarea colectiva.
A pesar de todo esto, nuestra postura no implica renunciar a dedicarnos, con mayor énfasis, a la tarea partidaria.

Soledad Alvear se puede quedar con toda la estructura de poder obsoleta en que ella cimienta sus pretensiones. Pero jamás se quedará con el alma del partido; está muy lejos de ello.

Así como Chile reconoce el aporte que el Partido ha realizado para el desarrollo del país y la Concertación, también este Partido quiere cambios.

El Partido quiere caras nuevas; el Partido quiere propuestas progresistas; el Partido quiere que se termine con la corrupción y los actos indebidos de la autoridad; el Partido quiere transparencia en los actos públicos; las Regiones quieren ser consideradas y las comunales quieren ser escuchadas.
El tiempo de Soledad para hacer eso ya pasó.

Su período solo termina con más divisiones, con menos senadores y menos diputados, y con el grave error político que tanto complica al Gobierno, de haber perdido las mayorías que los ciudadanos nos habían dado en ambas Cámaras del Congreso.

Contra eso nos revelamos, fuerte y claro. Pero desgraciadamente para plantear esto no hay espacio en la estructura superior del partido, dominada por los incondicionales.
La tarea por delante no es fácil.

Muchos camaradas hubieran esperado una candidatura alternativa, pero responsablemente hemos tomado la decisión de no hacerlo y no legitimar así un proceso viciado en su origen.

Esta elección está concebida para soportar la pretensión presidencial de Soledad Alvear.

Ella renunciará a los dos meses de elegida para ir tras su aspiración personal. El Partido seguirá abandonado, ya que los miembros de la Directiva que continuarán, se transformarán inmediatamente en su comando de campaña; no habrá ninguna preocupación por los temas que les interesan a los militantes, ni mucho menos los temas propios de la inmensa mayoría del país, que quiere políticos al servicio de las ideas y no a favor de sus propias pretensiones.

A ello nos oponemos hoy y nos opondremos mañana.

No permitiremos que nuestros Alcaldes y Concejales sean abusados en sus legítimas aspiraciones por no pertenecer al grupo dominante. Haremos respetar las decisiones que tomen las estructuras comunales del partido. Ninguna cúpula sabe mejor que los militantes de base cuáles son sus mejores alternativas.

De igual modo, proponemos desde ya, que la definición de nuestro candidato presidencial se realice, después de las elecciones municipales, en primarias abiertas a la ciudadanía, sin restricción de candidaturas posibles.
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