No te hemos olvidado Camarada Manuel Bustos H., y menos a Rodolfo Seguel M., mi testimonio de juventud es puerta vigente de presencia en Punta de Tralca 1983(CTC), grandes dirigentes sindicales en tiempos negros para nuestra sociedad chilena.
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Con cariños y respetos a su señora y familia, Carlos Saavedra M.
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Myriam Verdugo recuerda en este discurso la trayectoria de quien fuera uno de los hombres más importantes del sindicalismo chileno
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Hace varios años Manuel partió de esta vida dejando un gran vacío familiar, sindical y político. Esta casa, Abdón Cifuentes 67, fue el lugar en el que Manuel y el sindicalismo se hicieron protagonistas principales de la historia del pueblo chileno por recuperar la democracia y por lograr reivindicaciones de corte económico y laboral.
Fue también en este lugar, hace casi 22 años, cuando se realizó la primera concentración, autorizada por la guarnición militar de Santiago, para recibir a Manuel quien regresaba de su exilio en Roma. Veo aquí y recuerdo a muchos de los rostros que participaron de ese primer acto político público: Oscar Muñoz, Georgina Aceituno, Arturo Martínez, Diego Olivares, Alamiro Guzmán, Sergio Freyhoffer, María Rozas, Miguel Vega, Evangelina Cid, Graciela Fuentes, Elizabeth Leiva, Luis Fuentealba, Miguel Muñoz, Manuel Jiménez, Raúl Aravena, Sergio Troncoso, Arturo Farías, Víctor Hugo Gac, José Verasay, Ricardo Hormazabal, Humberto Vergara y tantos otros.En este lugar, ese día, se conocieron y abrazaron fraternalmente Manuel y Rodolfo Seguel, joven dirigente que se levantaba como líder al convocar a las primeras protestas nacionales.
El régimen y la prensa apostaban por una competencia frontal entre ellos, sin embargo primó la generosidad, y la certeza de luchar por un bien superior: la democracia para Chile.
En Abdón Cifuentes 67 funcionó la Coordinadora Nacional Sindical; organismo amplio, unitario, que dio la más frontal de las luchas contra el régimen militar.
Reunió en su seno a demócratas cristianos, socialistas, comunistas y radicales quienes en 1975, venciendo, el temor decidieron reconstruir el movimiento sindical. Al amparo de la Fundación Cardjin, con el respaldo de la Iglesia Católica, comenzó la restauración del movimiento sindical chileno. Papel fundamental cumplió en ese período nuestro querido padre Alfonso Baeza, el cura Baeza como le decimos quienes lo queremos, quien, reconociendo que sentía temor, no dejada su puesto como padrino de ese incipiente movimiento sindical.
La Coordinadora Nacional Sindical desapareció en el hecho por decisión de sus propios dirigentes al constituirse la Central Unitaria de Trabajadores, pero su acción y su nombre jamás podrán ser borrados de la historia del sindicalismo chileno. Jamás desaparecerá de la memoria agradecida e ilustrada de los trabajadores, que fue la CNS la primera que se atrevió a luchar por ellos.
Ello significó mucha angustia y dolor: Muchos dirigentes fueron acosados y sufrieron apaleos, cárcel, tortura, relegación y exilio. Uno de los fundadores de esta llama de esperanza, el profesor Juan Gianelli, fue detenido y es hasta hoy un desaparecido. Esta casa fue allanada y saqueada en nombre de la seguridad nacional innumerables veces. Sin embargo, toda la angustia y todo el dolor, enfrentados y superados con ejemplar entereza, valieron la pena.
La labor de la Coordinadora tuvo, no cabe duda, una mayor dimensión política, dadas las circunstancias históricas del país: se presentaron demandas, se formularon propuestas; se le reconoció a la mujer su aporte diferente e imprescindible en la construcción de país, compartiéndose derechos y obligaciones y se protegió a los perseguidos. Pero la CNS jamás olvidó su objetivo primario, cual era reorganizar y fortalecer al movimiento sindical chileno. Bajo su alero, se crearon innumerables sindicatos, se formaron federaciones y confederaciones; y se desarrollaron importantes programas de capacitación y educación en los que se descubrieron y formaron destacados dirigentes sindicales reconocidos hasta hoy.
En ese tiempo, como hoy, existían tres centrales sindicales, que reconociendo sus diferencias, fueron capaces de trabajar en pos de un ideal común: la recuperación de la democracia.
Debo reconocer y enunciar, como ya lo hice en otras oportunidades, que como familia siempre estuvimos claros respecto a los estragos que en la memoria causa el tiempo. Asumimos que cada aniversario de la partida de nuestro Manuel los acompañantes en estos momentos de dolor serían cada vez menos. Nos hemos equivocados. No ha sido difícil la convocatoria para que quienes fueron sus amigos, camaradas, compañeros nos acompañen cada año para recordar el día de su muerte física.
Pero debo ser poco correcta políticamente y repetir lo que a muchos de ustedes le he dicho en reiteradas oportunidades. El estaría como yo y sus hijas muy agradecido y emocionado por este homenaje y por el recuerdo de una época de su vida que sin duda lo marcó. Pero también estoy segura que sentiría que más relevante que estos gestos llenos de afecto y reconocimiento, sería importante que los trabajadores tuvieran el papel que les corresponde en la construcción del país.
Manuel, como ayer, estaría trabajando porque Chile reconociera el aporte de los y las trabajadoras; por un sistema previsional que no expoliara sus aportes; por la regulación para quienes optan por jornadas parciales; por la justicia y trabajo decente de los subcontratistas. Estoy segura que la sensibilidad, capacidad y decisión de la doctora Bachelet, futura presidenta de Chile, permitirán, junto al aporte sano, generoso y constructivo de los trabajadores y sus dirigentes resolver estos temas.
La semilla de la Coordinadora Nacional Sindical fue fértil. Formó parte, de la recuperación de la democracia, la justicia y la libertad. Hombres y mujeres que exponían cada día su integridad física al acercarse a esta casa, pueden sentir la satisfacción de ese logro. Muchos otros aún quedan por ser solucionados. Hemos transitado 16 años por una senda de recuperación de la democracia, de eliminación lenta y difícil de enclaves autoritarios, de cambios culturales que nos permiten vivir en un Chile diferente. Carreteras, autopistas, sanos índices macroeconómicos, salud en camino de entregar más y mejores respuestas, educación dando un salto que permita a los jóvenes talentos obtener la oportunidad que cambie sus vidas.
Todo ello sería reconocido por Manuel, pero, como él era, y como lo conocían ustedes, también habría estado en la trinchera de quienes estiman que aún queda mucho por hacerY, cuando digo “mucho por hacer” no estoy hablando del gobierno. Estoy hablando de nosotros, de cada uno de nosotros y de nuestra capacidad de aportar al país.
El movimiento sindical, una vez recuperada la democracia tuvo un papel fundamental. Fue actor reconocido y respetado. La década del 90 no fue perdida como algunos quieren hacer creer. Los trabajadores se sentaron en una mesa tripartita y fueron partícipes de un período en el que el país creció y disminuyó drásticamente la pobreza y extrema pobreza. Los dirigentes empresariales y del FMI visitaban a la sucesora de la CNS y del Comando Nacional de Trabajadores no por protocolo, sino por necesidad de entendimiento con un interlocutor serio, responsable, que se hacía respetar.
Hoy, el movimiento sindical perdió protagonismo. No me corresponde decir por qué ni cómo solucionarlo, pero sí tengo el derecho a reclamar un cambio y un reconocimiento de errores. No fui una espectadora de ese período. Fui también protagonista a través del trabajo político y comunicacional que efectué en la CNS. Quisiera invitarlos a revivir el espíritu generoso, sacrificado y lleno de iniciativa e ingenio que se compartía en esta casa, en la que se hacía todo con nada, en la que el no se puede no existía y en la que el cuánto vale no importaba; Esta casa donde no se ganaba ni posición, ni fama, sólo se tenía la satisfacción del trabajo hecho.
Manuel Bustos Huerta, lo entregó todo por quienes él llamaba sus hermanos: los y las trabajadoras de Chile. Pero quiero reiterar lo que seguramente Manuel querría. El mejor homenaje a una vida de entrega es la existencia de organizaciones responsables, modernas, sólidas, y preparadas, para quienes las palabras globalización, tecnologías de la información, políticas medioambientales, tratados de libre comercio representan un desafío. El mejor homenaje son trabajadores activos, inteligentes, construyendo un país nuevo, de oportunidades, con participación plena y ciudadana. Quiero, como el decía cuando terminaba sus alocuciones, un Chile en Justicia, Libertad y Democracia.
Gentileza: Myriam Verdugo
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Hace varios años Manuel partió de esta vida dejando un gran vacío familiar, sindical y político. Esta casa, Abdón Cifuentes 67, fue el lugar en el que Manuel y el sindicalismo se hicieron protagonistas principales de la historia del pueblo chileno por recuperar la democracia y por lograr reivindicaciones de corte económico y laboral.
Fue también en este lugar, hace casi 22 años, cuando se realizó la primera concentración, autorizada por la guarnición militar de Santiago, para recibir a Manuel quien regresaba de su exilio en Roma. Veo aquí y recuerdo a muchos de los rostros que participaron de ese primer acto político público: Oscar Muñoz, Georgina Aceituno, Arturo Martínez, Diego Olivares, Alamiro Guzmán, Sergio Freyhoffer, María Rozas, Miguel Vega, Evangelina Cid, Graciela Fuentes, Elizabeth Leiva, Luis Fuentealba, Miguel Muñoz, Manuel Jiménez, Raúl Aravena, Sergio Troncoso, Arturo Farías, Víctor Hugo Gac, José Verasay, Ricardo Hormazabal, Humberto Vergara y tantos otros.En este lugar, ese día, se conocieron y abrazaron fraternalmente Manuel y Rodolfo Seguel, joven dirigente que se levantaba como líder al convocar a las primeras protestas nacionales.
El régimen y la prensa apostaban por una competencia frontal entre ellos, sin embargo primó la generosidad, y la certeza de luchar por un bien superior: la democracia para Chile.
En Abdón Cifuentes 67 funcionó la Coordinadora Nacional Sindical; organismo amplio, unitario, que dio la más frontal de las luchas contra el régimen militar.
Reunió en su seno a demócratas cristianos, socialistas, comunistas y radicales quienes en 1975, venciendo, el temor decidieron reconstruir el movimiento sindical. Al amparo de la Fundación Cardjin, con el respaldo de la Iglesia Católica, comenzó la restauración del movimiento sindical chileno. Papel fundamental cumplió en ese período nuestro querido padre Alfonso Baeza, el cura Baeza como le decimos quienes lo queremos, quien, reconociendo que sentía temor, no dejada su puesto como padrino de ese incipiente movimiento sindical.
La Coordinadora Nacional Sindical desapareció en el hecho por decisión de sus propios dirigentes al constituirse la Central Unitaria de Trabajadores, pero su acción y su nombre jamás podrán ser borrados de la historia del sindicalismo chileno. Jamás desaparecerá de la memoria agradecida e ilustrada de los trabajadores, que fue la CNS la primera que se atrevió a luchar por ellos.
Ello significó mucha angustia y dolor: Muchos dirigentes fueron acosados y sufrieron apaleos, cárcel, tortura, relegación y exilio. Uno de los fundadores de esta llama de esperanza, el profesor Juan Gianelli, fue detenido y es hasta hoy un desaparecido. Esta casa fue allanada y saqueada en nombre de la seguridad nacional innumerables veces. Sin embargo, toda la angustia y todo el dolor, enfrentados y superados con ejemplar entereza, valieron la pena.
La labor de la Coordinadora tuvo, no cabe duda, una mayor dimensión política, dadas las circunstancias históricas del país: se presentaron demandas, se formularon propuestas; se le reconoció a la mujer su aporte diferente e imprescindible en la construcción de país, compartiéndose derechos y obligaciones y se protegió a los perseguidos. Pero la CNS jamás olvidó su objetivo primario, cual era reorganizar y fortalecer al movimiento sindical chileno. Bajo su alero, se crearon innumerables sindicatos, se formaron federaciones y confederaciones; y se desarrollaron importantes programas de capacitación y educación en los que se descubrieron y formaron destacados dirigentes sindicales reconocidos hasta hoy.
En ese tiempo, como hoy, existían tres centrales sindicales, que reconociendo sus diferencias, fueron capaces de trabajar en pos de un ideal común: la recuperación de la democracia.
Debo reconocer y enunciar, como ya lo hice en otras oportunidades, que como familia siempre estuvimos claros respecto a los estragos que en la memoria causa el tiempo. Asumimos que cada aniversario de la partida de nuestro Manuel los acompañantes en estos momentos de dolor serían cada vez menos. Nos hemos equivocados. No ha sido difícil la convocatoria para que quienes fueron sus amigos, camaradas, compañeros nos acompañen cada año para recordar el día de su muerte física.
Pero debo ser poco correcta políticamente y repetir lo que a muchos de ustedes le he dicho en reiteradas oportunidades. El estaría como yo y sus hijas muy agradecido y emocionado por este homenaje y por el recuerdo de una época de su vida que sin duda lo marcó. Pero también estoy segura que sentiría que más relevante que estos gestos llenos de afecto y reconocimiento, sería importante que los trabajadores tuvieran el papel que les corresponde en la construcción del país.
Manuel, como ayer, estaría trabajando porque Chile reconociera el aporte de los y las trabajadoras; por un sistema previsional que no expoliara sus aportes; por la regulación para quienes optan por jornadas parciales; por la justicia y trabajo decente de los subcontratistas. Estoy segura que la sensibilidad, capacidad y decisión de la doctora Bachelet, futura presidenta de Chile, permitirán, junto al aporte sano, generoso y constructivo de los trabajadores y sus dirigentes resolver estos temas.
La semilla de la Coordinadora Nacional Sindical fue fértil. Formó parte, de la recuperación de la democracia, la justicia y la libertad. Hombres y mujeres que exponían cada día su integridad física al acercarse a esta casa, pueden sentir la satisfacción de ese logro. Muchos otros aún quedan por ser solucionados. Hemos transitado 16 años por una senda de recuperación de la democracia, de eliminación lenta y difícil de enclaves autoritarios, de cambios culturales que nos permiten vivir en un Chile diferente. Carreteras, autopistas, sanos índices macroeconómicos, salud en camino de entregar más y mejores respuestas, educación dando un salto que permita a los jóvenes talentos obtener la oportunidad que cambie sus vidas.
Todo ello sería reconocido por Manuel, pero, como él era, y como lo conocían ustedes, también habría estado en la trinchera de quienes estiman que aún queda mucho por hacerY, cuando digo “mucho por hacer” no estoy hablando del gobierno. Estoy hablando de nosotros, de cada uno de nosotros y de nuestra capacidad de aportar al país.
El movimiento sindical, una vez recuperada la democracia tuvo un papel fundamental. Fue actor reconocido y respetado. La década del 90 no fue perdida como algunos quieren hacer creer. Los trabajadores se sentaron en una mesa tripartita y fueron partícipes de un período en el que el país creció y disminuyó drásticamente la pobreza y extrema pobreza. Los dirigentes empresariales y del FMI visitaban a la sucesora de la CNS y del Comando Nacional de Trabajadores no por protocolo, sino por necesidad de entendimiento con un interlocutor serio, responsable, que se hacía respetar.
Hoy, el movimiento sindical perdió protagonismo. No me corresponde decir por qué ni cómo solucionarlo, pero sí tengo el derecho a reclamar un cambio y un reconocimiento de errores. No fui una espectadora de ese período. Fui también protagonista a través del trabajo político y comunicacional que efectué en la CNS. Quisiera invitarlos a revivir el espíritu generoso, sacrificado y lleno de iniciativa e ingenio que se compartía en esta casa, en la que se hacía todo con nada, en la que el no se puede no existía y en la que el cuánto vale no importaba; Esta casa donde no se ganaba ni posición, ni fama, sólo se tenía la satisfacción del trabajo hecho.
Manuel Bustos Huerta, lo entregó todo por quienes él llamaba sus hermanos: los y las trabajadoras de Chile. Pero quiero reiterar lo que seguramente Manuel querría. El mejor homenaje a una vida de entrega es la existencia de organizaciones responsables, modernas, sólidas, y preparadas, para quienes las palabras globalización, tecnologías de la información, políticas medioambientales, tratados de libre comercio representan un desafío. El mejor homenaje son trabajadores activos, inteligentes, construyendo un país nuevo, de oportunidades, con participación plena y ciudadana. Quiero, como el decía cuando terminaba sus alocuciones, un Chile en Justicia, Libertad y Democracia.
Gentileza: Myriam Verdugo
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