Camaradas, adjunto Declaración de los ex diputados demócratacristianos, Araya, Mulet, Sepúveda. Diaz y Olivares, quienes, en un acto que los retrata de cuerpo entero, han renunciado a la organización que les dió vida política.
En lo que concierne a nuestra región, cabe preguntarse quien era Pedro Araya Guerrero antes de la notable campaña del 2001, cuando en una jornada electoral de antología, logramos "vender" la imagen de un chiquillo que iniciaba su vida política, al alero de quien fuera su padre, el alcalde de Antofagasta, don Pedro Araya Ortiz.
Ese era su "mérito". Nunca había ocupado cargos de representación popular. Nunca había mostrado sus cualidades políticas. Fuimos leales con la decisión del PDC y trabajamos y ganamos. Y claro, su apellido y su familia fueron fundamentales.
Hoy traiciona a quienes lealmente trabajamos por él. Traiciona a su familia y al recuerdo de su padre, quien debe estar sufriendo por la acción de su hijo en nuestros cielos.
Estos personajes de la política de hoy, que se sienten superiores al resto de nosotros, no entienden que las lealtades hacia personas son efímeras. Duran mientras el delgado hilo que los une se rompe por la acción de uno de ellos. Lo lamentarán. Su sed de venganza hacia quién los derrotó limpiamente en cuanto proceso electoral participaron, no tendrán cabida en las bases del PDC y podrán acometer sus proyectos políticos personales, pero no tendrán éxito. No pueden tener éxito quienes fundamentan su renuncia en mentiras y deseos de protagonismos fallidos.
Hoy se clarificó quien es quién en la política chilena. Hoy la traición ocupó las páginas de nuestros diarios, y lamentablemente fueron algunos DC, que aprovechándose de la representación que el Partido le dió, hoy le dan la espalda a la gente.
Hoy serán "independientes". Negociarán leyes y acuerdos en una bandaca de traidores al sistema político que nunca quisieron cambiar. Hoy no han sido consecuentes.
Que lástima. Hoy ni siquiera fueron dignos para irse de la DC. Se fueron mintiendo, injuriando, tal delincuentes cuando las evidencias los acusan.
Traidores, cobardes y faltos de entereza.
A olvidarlos.
No se merecen siquiera nuestros comentarios.
Con fraternales saludos
En lo que concierne a nuestra región, cabe preguntarse quien era Pedro Araya Guerrero antes de la notable campaña del 2001, cuando en una jornada electoral de antología, logramos "vender" la imagen de un chiquillo que iniciaba su vida política, al alero de quien fuera su padre, el alcalde de Antofagasta, don Pedro Araya Ortiz.
Ese era su "mérito". Nunca había ocupado cargos de representación popular. Nunca había mostrado sus cualidades políticas. Fuimos leales con la decisión del PDC y trabajamos y ganamos. Y claro, su apellido y su familia fueron fundamentales.
Hoy traiciona a quienes lealmente trabajamos por él. Traiciona a su familia y al recuerdo de su padre, quien debe estar sufriendo por la acción de su hijo en nuestros cielos.
Estos personajes de la política de hoy, que se sienten superiores al resto de nosotros, no entienden que las lealtades hacia personas son efímeras. Duran mientras el delgado hilo que los une se rompe por la acción de uno de ellos. Lo lamentarán. Su sed de venganza hacia quién los derrotó limpiamente en cuanto proceso electoral participaron, no tendrán cabida en las bases del PDC y podrán acometer sus proyectos políticos personales, pero no tendrán éxito. No pueden tener éxito quienes fundamentan su renuncia en mentiras y deseos de protagonismos fallidos.
Hoy se clarificó quien es quién en la política chilena. Hoy la traición ocupó las páginas de nuestros diarios, y lamentablemente fueron algunos DC, que aprovechándose de la representación que el Partido le dió, hoy le dan la espalda a la gente.
Hoy serán "independientes". Negociarán leyes y acuerdos en una bandaca de traidores al sistema político que nunca quisieron cambiar. Hoy no han sido consecuentes.
Que lástima. Hoy ni siquiera fueron dignos para irse de la DC. Se fueron mintiendo, injuriando, tal delincuentes cuando las evidencias los acusan.
Traidores, cobardes y faltos de entereza.
A olvidarlos.
No se merecen siquiera nuestros comentarios.
Con fraternales saludos
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Ricardo Andrade Hidalgo
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