lunes, 7 de enero de 2008

Carta Pablo Lorenzini a Adolfo Zaldivar.


Estimado Adolfo:

Cuánta agua ha pasado debajo del puente y yo sí que sé de puentes desde que nos encontrábamos en Coyhaique en los años noventa, para debatir de diferentes tópicos de tu región y del país. Aquellas inolvidables juntas del PDC, en las cuales me presentaste a Jaime Mulet y otros futuros líderes de nuestro querido partido, los discursos de Waldo Mora, Juan Bustamente, David Herrera y Rafael Moreno, entre otros.

Aquella larga noche en que terminaban las elecciones municipales del año 2004, con grandes resultados para la DC, y yo te proclamé en un programa televisivo como el candidato presidencial de nuestra coalición. O cuando me felicitaste por mi investidura de presidente de la Cámara de Diputados. En fin, tantos recuerdos.

Y ahora el presente. Hemos impulsado juntos tantas ideas. ¿Recuerdas la presión que le pusimos al sistema por el caso Chispitas? ¿Y la concentración económica, especialmente la bancaria, donde Ramón Briones tan bien nos asesoraba? ¿Y los cambios al sistema de elecciones que nos preparaba Hernán Bosselin? O las sutilezas de Enzo Pistaccio; las ideas para la potenciación familiar que impulsaba Laura Albornoz; el empuje de Marcelo Ortiz y el posicionamiento paulatino de Alejandra Sepúlveda. O el fallecimiento de Pedro Araya, gran alcalde de Antofagasta. Para qué seguir. Hoy todo es diferente, y creo humildemente que algo pasó que te desvió de las metas que tú mismo nos mencionabas con tanta pasión. Recuerdo aquel diciembre de 2004, hace tres años, cuando denuncié lo sucedido con el Puente Loncomilla y desde La Moneda te presionaban para que yo renunciara. Tú me dijiste: "Pablo, puedo compartir contigo tu molestia y tu defensa de tus electores de la región maulina, pero el partido es más grande. Para tranquilidad de la Concertación, y como líder de la Democracia Cristiana a la que perteneces y que te respaldó para ser presidente de la Cámara, debo pedirte que renuncies, para facilitar el trabajo concertacionista, y continúes tus reclamos ya no desde la testera, sino que como un diputado más".

Sí, el partido es más grande que cualquiera de sus militantes. Así lo entendí y, aunque me dolió, seguí tu consejo y renuncié. Pero seguí dentro de la DC, luchando para darle un tinte más solidario a nuestras acciones. Seguimos reclamando un cambio al modelo económico y solicitando se fueran los "pillines" que estaban, y aún están, al interior de la coalición.

Como ves, Adolfo, en eso nada ha cambiado. Pero tú sí has cambiado. Ahora me dices que no represento mucho. Y pese a que es cierto que la Tercera Vía que lidero tiene un respaldo partidario levemente superior al 5%, soy consejero nacional desde hace más de diez años, y he sido además presidente regional, vicepresidente del partido y jefe de bancada. Y tú me enviaste a Italia y México a representar al PDC. Quizá valgo menos que tú, senador, pero mis electores dicen que para ellos sí valgo: de un 25% en la primera elección he pasado a un 32% en la segunda y a un 38% en la tercera, con más de 27 mil votos. Más del doble que los tuyos, ex camarada. Como dice la canción, ¿qué pasó, Adolfo? ¿Te asesoraron mal? ¿Qué fantasía te alejó de nuestras ilusiones? ¿Quieres dejar tus amigos de lado?

Te echaremos de menos. Tu voluntad y pasión son necesarias en la DC, pero desde adentro. La diferencia entre nosotros es que yo seguiré luchando y protestando, pero desde dentro del círculo. Quizás en el borde, cierto, pero en el borde interno, en el borde concertacionista. Y tú has preferido el borde externo, aquel que lentamente se diluirá, y hará que tus ideas pierdan fuerza y que no sirvan para cambiar ese Chile para mejor. Tus amigos verán si te son leales, pero muchos de ellos ya han expresado que no te seguirán y los otros lo piensan demasiado.

No te sentirás cómodo con tus nuevos amigos de ruta.

Y no porque ellos no sean capaces, sino porque tus amigos se quedarán acá y, como dijo Bosselin, intentarán representar desde dentro tus ideales. Pero no serás tú, y eso lo hará diferente. No debiste abandonar; a veces se es mayoría, como tú lo fuiste, y a veces se es minoría, como lo soy yo ahora. Pero eso sólo debe motivarnos a seguir impulsando lo que creemos, pero desde dentro, sin excluirnos. La inviolabilidad parlamentaria es un hecho y por ello puedes votar en conciencia lo que estimes. Ahí no estuvo el fallo. Pero sí en tus comentarios agresivos hacia una directiva que representa a casi todos los militantes. Ahí les faltaste el respeto. La corrupción no es nuestro norte, porque de haberlos siempre los habrá, pero hablaste, estimado Adolfo, en general, incluyendo a todos. No pues, tú siempre fuiste justo y, aunque casi tan apasionado como quien suscribe, tu experiencia y habilidad te hicieron triunfar hasta que, no sé si el ego, los halagos, o quizás el orgullo, no te permitieron disculparte. Ahí se acabó.

Espero que tus compañeros de ruta sigan en el partido porque, como nos unen muchos de tus postulados, estaremos juntos en las discusiones y debates. Pero reconociendo que siempre la falange estará por encima de todo y que nunca osaría hacerle daño como tú mismo me lo dijiste. Adolfo: el partido, ese que contribuiste a crear y fortalecer, necesita que no lo ataques, que no lo manches, que discrepes pero con lealtad, esa que muchos no tendrán contigo.

Como dice la hinchada, que te vaya bien, Adolfo, que recuperes el equilibrio. Acá estaremos, ordenados con nuestra candidata presidencial, Soledad Alvear, y en la Tercera Vía nos acordaremos de ti cuando, seguramente, compitamos en las internas de abril. Es una lástima, pero tú lo decidiste. Ojalá no te pierdas en el bosque de la política aislada con el actual sistema electoral, pero quedamos algunos que creemos que aún podemos cambiar la forma de hacer política desde nuestro querido partido, la Democracia Cristiana. Un partido leal, fuerte, humano y sobre todo respetuoso, donde la ropa sucia la lavamos en casa.

Pablo Lorenzini
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